El 3 de febrero
de 1901 nace Ramón José Sender Garcés en Chalamera, Huesca, onocido como Ramón J. Sender,
fue un escritor español.
Hijo de
terratenientes acomodados (su madre era maestra y su padre secretario de
ayuntamiento), pasó su infancia en los pueblos aragoneses de Chalamera, Alcolea
de Cinca y Tauste, donde su padre trabajaba. Ramón nunca consiguió sintonizar
con la actitud autoritaria de su padre, como cuenta en sus memorias noveladas Crónica
del alba. A los diez años (1911) comenzó el bachillerato como alumno libre;
el capellán del convento de Santa Clara de Tauste, Mosén Joaquín, dirigió sus
estudios, de los cuales se examinó en un Instituto de Zaragoza. Más tarde, su
padre lo envió al internado de alumnos de los frailes de San Pedro Apóstol de
Reus. La familia se trasladó a Zaragoza y allí cursó quinto y sexto de
bachiller, pero al estallar los desórdenes estudiantiles se le echaron
injustamente las culpas y le suspendieron todas las asignaturas, de forma que
tuvo que acabar los estudios en Alcañiz (Teruel); allí se mantuvo trabajando
como mancebo de botica, porque se había enemistado con su padre.
Acabado el
bachillerato, en 1918 (con diecisiete años) se trasladó a Madrid, solo y sin
dinero, de forma que tuvo que dormir al raso en un banco del Retiro durante
tres meses, lavándose en las fuentes y duchándose en las duchas del Ateneo, a
donde iba diariamente a leer y escribir. Se inició en la literatura a esa edad,
elaborando artículos y cuentos que publicaba bajo seudónimo en El
Imparcial, El País, España Nueva y La
Tribuna, en el que apareció su primer trabajo, el cuento Las brujas
del compromiso. Para completar tan menudos ingresos, empezó a trabajar de
nuevo como mancebo de botica. Por entonces se matriculó en Filosofía y Letras
en Madrid, pero no pudo sostener esa rutina y disciplina y abandonó los
estudios para formarse por su cuenta leyendo vorazmente en las bibliotecas y
comprando libros cuando podía; compartió esa vocación de escritor con su
vocación política y las actividades revolucionarias con grupos de obreros
anarquistas. Pero su padre José Sender fue a Madrid y sacó de esa vida a
su precoz hijo obligándole legalmente a volver a casa, ya que era menor de
edad. En Huesca se consagró entonces a la dirección de un diario, La
Tierra, que formaba parte de la Asociación de Labradores y Ganaderos del
Alto Aragón; no tenía edad para dirigirlo, así que la dirección nominal la
desempeñaba un abogado amigo suyo.
Al cumplir los
21 años (1922) tuvo que ingresar en el ejército, donde pasó de soldado a cabo,
de cabo a sargento, de sargento a suboficial y de suboficial a alférez de
complemento en la Guerra de Marruecos entre 1922 y 1924. Al regresar de
Marruecos libre ya del servicio militar, ingresó en la redacción del
prestigioso diario El Sol como redactor y corrector desde 1924
a 1930. En estas fechas era ya un periodista muy cotizado y de sus novelas,
especialmente Imán, basada en la guerra de Marruecos, y traducida a
varias lenguas, se hacían grandes tiradas. Colaboró además en los periódicos
libertarios Solidaridad Obrera (de la Confederación Nacional
del Trabajo) y La Libertad y seguía militando en el
anarquismo, de forma que fue a parar a la Cárcel Modelo de Madrid en 1927 a los
26 años por sus actividades contra el general Primo de Rivera.
La Guerra
Civil lo sorprendió veraneando con su mujer, Amparo Barayón, y sus
dos hijos, Ramón de dos años y Andrea de seis meses, en San Rafael, pueblo segoviano en
la sierra del Guadarrama. Al ocupar los insurgentes esta zona, decidieron
separarse: su mujer e hijos fueron a Zamora con la familia de ella,
que era muy conservadora, y él atravesó arriesgadamente el frente y se
incorporó como soldado a una columna republicana que llegaba de Madrid a la
Sierra de Guadarrama. En el mes de octubre fusilaron a su mujer en Zamora, al
no poderle apresar a él, aunque Sender no tuvo noticia de ello hasta 2 meses
después, en diciembre de 1936. Al quedar sus hijos desamparados en zona
franquista, ya en 1937, pasó a Francia y los recuperó en Bayona por
medio de la Cruz Roja Internacional. Allí los dejó al amparo de dos
muchachas aragonesas y marchó a Barcelona, pidiendo que le enviaran al frente
de Aragón, en el río Segre, con las tropas anarquistas de la Confederación
Nacional del Trabajo (CNT), pero los comunistas se hallaban peleados con
los sindicalistas y desconfiaban de Sender, de forma que no se lo permitieron.
Según Líster el
origen de esta desconfianza habría tenido lugar el 29 de octubre de 1936.
Enrique Líster recuerda que Sender era su Jefe de Estado Mayor de la 1.ª
Brigada Mixta en el frente de Villaverde. En el momento de mayor intensidad del
ataque enemigo Líster estuvo a punto de quedar cercado y Ramón J. Sender ,
dando el combate por perdido, habría abandonado su puesto e ido a su piso en el
centro de Madrid a descansar tranquilamente. Al día siguiente se habría
presentado en el cuartel del Quinto Regimiento en la calle Francos Rodríguez
con una segunda estrella de coronel que le habría otorgado Líster antes de
morir. Pero Líster no había muerto y habría dejado en evidencia esta treta con
la que Sender buscaría lograr un ascenso inmerecido. La generosidad de Líster le
habría evitado un Consejo de Guerra y la cobardía se habría saldado con un
descenso en el escalafón militar.
Sin embargo,
para la hispanista Donatella Pini Moro la narración anterior es un
montaje. Su prueba principal es que dos meses después del supuesto
incidente, el 31 de diciembre de 1936, el Boletín de la Primera Brigada
Mixtaglosó elogiosamente a Sender en su primera página. El motivo para
dicho montaje, posterior al 31 de diciembre de 1936, habría sido la negativa de
Sender a seguir fielmente las directrices propagandísticas comunistas.
En cualquier
caso, cuando Sender tuvo conocimiento de la muerte de Amparo se apartó del
ejército, marchó a Barcelona y desde allí consiguió viajar a Francia y estar
dos meses con sus hijos. El gobierno republicano lo envió a Estados Unidos a
dar una serie de conferencias en universidades y otros centros para presentar
la causa de la República. Luego se le encargó la fundación en París de una
revista de propaganda de guerra titulada La Voz de Madrid y ya
no regresó. Estuvo viviendo en Orsay, cerca de París, de los derechos de autor
que tenía depositados en el extranjero y aunque ofreció varias veces sus
servicios a los comunistas, éstos ya no contaron con él; sólo cuando Barcelona
cayó en poder de Franco decidió exiliarse con sus hijos a México.
Tras pasar por
un campo de concentración, en marzo de 1939 (la guerra acabaría en
abril) se embarcó como tantos exiliados hacia México, donde vivió hasta 1942, año en que se
trasladó a Estados Unidos, donde fue profesor de literatura. Entre 1950 y 1954
tuvo lugar la Caza de Brujas con la que el senador ultraderechista McCarthy
quiso «limpiar de rojos» los EEUU. Ramón J. Sender se vio forzado a firmar un
furibundo manifiesto anticomunista para no perder su empleo en la Universidad
de San Diego. En esta época se volvió a casar y tuvo otros dos hijos, pero las
constantes infidelidades por su parte motivaron la disolución de su familia.
Sobre esta última época de su vida es reveladora la activa correspondencia que intercambió
con la escritora Carmen Laforet, a quien conoció cuando ella viajó a
los Estados Unidos en 1965; ahí se testimonia la grandeza y
generosidad de Sender, y su difícil o imposible acomodamiento a la realidad de
la vejez.
En esta etapa
su producción literaria aumentó considerablemente. Convertido en apolítico para
no ser depurado por McCarthy (dirá a Laforet «sólo guardo rencor a ese césar
pequeñito»), regresó a España cuando le concedieron el Premio Planeta por En
la vida de Ignacio Morell (1969) (Franco había decretado ese año una
amnistía para todos los crímenes cometidos en la Guerra Civil) y pasó allí
largas temporadas a partir de 1976, declarando su intención de volver de nuevo
para fijar ya su residencia en su país natal. En 1980 solicitó desde San Diego
(California) recuperar la nacionalidad española y renunciar a su nacionalidad
estadounidense. Murió dos años después en Estados Unidos, el 16 de enero de
1982.
Obra:
Sus primeras
novelas sostienen ideologías revolucionarias y constituyen reportajes del
agitado medio social: Imán (1930), novela sobre la Guerra de
Marruecos, Orden público, novela de la cárcel (1932), Siete
domingos rojos, basada en la historia del movimiento anarquista español
(1932), Viaje a la aldea del crimen (1934) sobre la represión
gubernamental contra los jornaleros libertarios de Casas Viejas y Mr.
Witt en el cantón (1935), sobre el movimiento cantonalista de
Cartagena acaudillado por Roque Barcia, por la que recibió el Premio Nacional
de Literatura. Cofundador el 11 de febrero de 1933 de la Asociación de Amigos
de la Unión Soviética, creada en unos tiempos en que la derecha sostenía un
tono condenatorio en relación a los relatos sobre las conquistas y los
problemas del socialismo en la URSS.
En 1935 publicó
durante los meses de agosto, septiembre y octubre una revista llamada Tensor de
información literaria y de orientación comunista.
Al tema de la
guerra civil dedicó obras como: Contraataque (1938), El
rey y la reina (1947), Los cinco libros de Ariadna (1957)
y Réquiem por un campesino español (primero impreso como Mosén
Millán en 1953, y luego con el título definitivo en 1960), así como
las últimas tres novelas de su enealogía Crónica del alba (1943),
que es también y en conjunto una novela autobiográfica y bildungsroman o
novela de aprendizaje que describe la infancia, adolescencia y compromiso
político de un muchacho que posee el nombre de José Garcés (el nombre completo
de Ramón J. Sender era Ramón José Sender Garcés). Los nueve libros se agrupan
en tres tomos de tres novelas cortas cada uno:
- I.
- Crónica del alba.
- Hipógrifo violento
- La Quinta Julieta
- II
- El mancebo y los héroes
- La onza de oro
- Los niveles del existir
- III
- Los términos del presagio
- La orilla donde los locos sonríen
- La vida comienza ahora
Entre 1942 y
1966. Comienza con la descripción de la infancia del protagonista, José Garcés,
en un pueblo aragonés de la España de la preguerra, donde conoce al gran amor
de su vida, Valentina, amor que estorban sus padres, de estrechos criterios
burgueses, como pueden, pero que el chaval encuentra la manera de proseguir por
medio de palomas mensajeras y mensajes de banderas. El autor se acerca a veces
al realismo mágico al describir una excursión al castillo de Sancho Abarca. En
el segundo libro el chico se encuentra interno en un colegio de jesuitas, donde
traba amistad con el «hermano lego», un hombre cordial que cultiva cierta
vanidad en su pasatiempo preferido, la escultura. Ahora el punto de vista es el
de un adolescente enamorado. Pepe se encuentra con la religión y descubre lo
importante que es. Después regresa a casa de sus padres en Zaragoza; empieza a
trabajar como mancebo de botica y, a pesar de seguir enamorado de Valentina,
tiene una relación con una chica proletaria; descubre las injusticias sociales
y el sindicalismo. Más tarde se verá envuelto en la Guerra Civil.
La obra ha sido
llevada al cine y a la televisión varias veces y junto con La forja de
un rebelde de Arturo Barea, es sin duda el mejor libro de narrativa
del exilio literario republicano. También posee contenidos autobiográficos Monte
Odina (1981).
Ramón J. Sender
fue un autor de una inspiración y fecundidad torrenciales. Aunque cultivó
también la lírica y el ensayo, su producción novelística es extensísima y variadísima
en estructuras y géneros. Comenzó cultivando una novela-reportaje de
inspiración social y procedimientos realistas; luego utilizó un tipo de
narración alegórica con pretensiones unas veces satíricas, en otras ocasiones
filosóficas y con frecuencia poéticas; también fundió ambos tipos de
inspiración en otras obras.
Luego se
orientó hacia la novela histórica y el autobiografismo. Fuera de las ya
mencionadas obras sobre la Guerra Civil, unas veces cultivó los temas
americanos, como en Epitalamio del prieto Trinidad (1942) y
otras la novela histórica, como en La aventura equinoccial de Lope de
Aguirre (1964), Bizancio (1958), sobre la expedición
de los almogávares mercenarios de Roger de Flor al Imperio bizantino de Miguel
IX Paleólogo en plena Edad Media, Carolus Rex (1963), sobre el
reinado de Carlos II de España, o El bandido adolescente (1965),
sobre la historia del forajido Billy el Niño y su capturador, Pat Garrett. El
Mechudo y la llorona (1977).
Otras de sus
obras son: El verdugo afable (1952), En la vida de
Ignacio Morell, por el que ganó el Premio Planeta en 1969 y que no es su
mejor obra, y La tesis de Nancy (1969), novela humorística
cuya comicidad deriva del contraste entre la mentalidad y costumbres
estadounidenses y la mentalidad y costumbres castizas españolas, y que, dado su
éxito, el autor decidió continuar con Nancy, doctora en gitanería (1974)
y Nancy y el Bato loco (1974). También cultivó el relato
corto, que reunió en las colecciones Mexicayotl (1940), La
llave (1960), Novelas ejemplares de Cíbola (1961), Cabrerizas
Altas (1966), Las gallinas de Cervantes y otras narraciones
parabólicas (1967), El extraño señor Photynos y otras
narraciones americanas (1968), Novelas del otro jueves (1969)
y Relatos fronterizos (1970).
Ramón J. Sender
falleció el 16 de enero de 1982 en San Diego, California, Estados Unidos.
Sender en imágenes
"La
ventaja y el privilegio del teatro y del cine sobre la novela consiste en que
aquéllos no necesitan ser verosímiles, porque son actuales en presencia. La
presencia de los actores vivos nos da esa realidad verdadera que nuestra
atención de espectadores exige. [...] La desventaja del teatro en relación con
la novela consiste en la estrechez de sus leyes genéricas. [...] En el cine, la
desventaja en relación con la novela desaparece. Tiene el cine la misma
extensión de ámbitos en tiempo y espacio. [...] Porque lo visual acompaña y
fortalece a la imaginación. No está hecha la imagen para la imaginación»"
Ramón J. Sender en Monte Ondina (citado por Francisco Carrasquer Sender en su siglo, p. 245).
Tres producciones de Televisión Española: La llave (1971), de Jaime
Azpilicueta, realizada a partir del relato homónimo; la adaptación llevada a
cabo por Sender de la novela corta El Diantre, de Andreiev; y El
regreso de Edelmiro (1975), de Alfonso Ungría, emitido dentro de la
teleserie Cuentos y leyendas el 23 de enero de 1976 fueron
adaptaciones para televisión.
Dando el salto a la gran pantalla, la novela Crónica
del alba es el origen de un proyecto favorecido por una generosa
subvención de Televisión Española, que permitió el rodaje de un teledrama de
cuatro episodios, exhibido en los cines en forma de dos largometrajes: Valentina (1982)
y 1919, crónica del alba (1983). El guión de Valentina fue
llevado a término por Lautaro Murúa, Carlos Escobedo, Javier Moro y Antonio
Betancor. Protagonizada por Jorge Sanz, Paloma Gómez y Anthony Quinn.
Si la exitosa Valentina se
ambientaba hacia 1911, cuando el personaje José Garcés contaba 12 años, 1919,
crónica del alba discurre tras la guerra mundial, para encauzar un
trecho más dramático de la novela original. Sin variar el equipo técnico,
Betancor dispuso de nuevos actores, entre ellos Miguel Molina, Cristina
Marsillach, Walter Vidarte, José Antonio Correa y Emma Suárez. No obstante, si
bien la acogida comercial no fue tan calurosa, cabe destacar que esta película,
al igual que su predecesora, alcanzó un magnífico nivel cinematográfico.
De nuevo con apoyo televisivo, otra obra de Sender fue puesta
en imágenes en 1985, El rey y la reina. Su realizador, el zaragozano José Antonio Páramo Abrego, cuyos protagonistas fueron Omero
Antonutti, Nuria Espert y Xavier Elorriaga.
Francesc Betriú
llevó a la gran pantalla Réquiem por un campesino español en
1985. Esta producción de Nemo Films y Venus Producción, S.A., fue escrita por
Gustau Hernández, Betriú y Raúl Artigot. Con buen criterio, el equipo técnico
se enriqueció con las presencias del músico Antón García Abril, autor de la
partitura original, y Julio Esteban, responsable de los decorados. En el
nutrido reparto destacaban Antonio Ferrandis, Antonio Banderas, Fernando
Fernán-Gómez, Terele Pávez, Simón Andreu, Emilio Gutiérrez Caba, Francisco
Algora, Eduardo Calvo, María Luisa San José y Antonio Iranzo.
Las gallinas de
Cervantes (1987) es una
película de Alfredo Castellón destinada a la emisión televisiva.
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