El 13 de junio de 1957 se estrenó la película británica El príncipe y la corista (The Prince and the Showgirl), dirigida por Laurence Olivier. Protagonizada por Laurence Olivier, Marilyn Monroe, Sybil Thorndike, Richard Wattis, Jeremy Spenser, Esmond Knight, Maxine Audley, Jean Kent. Producción y distribución: Warner Bros. Pictures.
Sinopsis argumental: Londres, 1911. Ante la coronación del rey inglés Jorge V muchos son los invitados de distintas casas reales de toda Europa. Entre ellos, el regente de Carpatia, el Gran Duque Charles (Laurence Olivier) y su hijo Nicholas (Jeremy Spenser), quien en breve se convertirá en el próximo rey del país balcánico. Tras acudir a una representación teatral, el Gran Duque requiere la presencia en su residencia de una chica de corista llamada Elsie Marina (Marilyn Monroe).
Nominaciones y premios: Premios David di Donatello: Plato dorado (Marilyn Monroe). Premios BAFTA: 5 nominaciones, incluyendo mejor película
Comentario: Una comedia con el único (y gran) interés que mostrar juntos a dos grandes personajes de la historia del cine: el actor shakesperiano Laurence Olivier y la sex symbol Marilyn Monroe.
El príncipe y la corista adapta una obra teatral del dramaturgo británico Terence Rattigan, significada por el encuentro sentimental entre dos caracteres centrales distanciados a nivel social y económico, con el manido asunto del “pez fuera del agua” en un contexto de comedia ligera y romántica.
La película, narrada con estilo y de manera rítmica por Olivier y dotada de una exquisita dirección artística, plena de refinamiento, lujo y boato, fracasa en parte por la flojedad de su guión, que poco más ofrece de relevancia que el primer intento de ligoteo por parte de Olivier, quien en principio solamente desea sexualmente a una Marilyn enfundada en un ajustado vestido blanco, ofreciéndole una divertida cena tras acudir a contemplar su función en el West End londinense.
Este intento de conquista y juego de seducción, repetido posteriormente de manera muy diferente, con brillantes diálogos, una meritoria puesta en escena y una considerada química entre las dos estrellas, es lo más salvable de una película que con posterioridad parece no despegar hacia ningún lado.
Ni la subtrama política que conlleva un miramiento a la relación parteno-filial y a los procedimientos dictatoriales, ni el aspecto más sentimental del film deparan grandes momentos cinematográficos.
El apreciable talento de Marilyn Monroe para la comedia y sus atractivos atributos físicos no pasarían desapercibidos para Billy Wilder, quien posteriormente la haría brillar en Con faldas y a lo loco y La tentación vive arriba.
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