domingo, 3 de noviembre de 2024

Diez películas (muy) buenas que no queremos volver a ver (II)

(cont.)

3. Salò, o los 120 días de Sodoma (Salò o le 120 giornate di Sodoma, 1975), de Pier Paolo Pasolini 

En una mansión, cuatro señores se reúnen con cuatro exprostitutas y con un grupo de jóvenes de ambos sexos, partisanos o hijos de partisanos, que han sido hechos prisioneros. Nadie en la casa puede eludir las reglas del juego establecidas por los señores; toda transgresión se castiga con la muerte. Además, ellos gozan de la facultad de disponer a su antojo de la vida de los cautivos.
El crítico y cineasta Jean-Claude Biette afirmó que "Noche y niebla (Nuit et Brouillard, 1956) el documental de Alain Resnais sobre el universo de los campos de concentración, nota del editor] y Salò son las dos películas que cualquier espectador que aspire a convertirse en ciudadano debería ver". Es cierto, pero, al menos en lo que respecta al último largometraje de Pier Paolo Pasolini, que sólo se vea una vez, como esta transposición de los Los 120 días de Sodoma, del marqués de Sade, en el marco de la efímera república fascista italiana donde los hombres de poder infligen los peores horrores a los jóvenes, suscita un sentimiento mixto de terror, repugnancia y vergüenza. Sin duda porque la puesta en escena sitúa constantemente al espectador en la posición de un voyeur.

4. Cabeza borradora (Eraserhead, 1977), de David Lynch 

Henry Spencer, un joven depresivo y asustadizo, sufre desde pequeño unas extrañas pesadillas de las que intenta liberarse a través de su imaginación. Un día, su amiga Mary lo invita a cenar a casa; se entera entonces de que ha sido padre de un bebé prematuro y no humano. Mary y el extraño bebé se instalan en casa de Henry, donde un escenario iluminado tras el radiador muestra la presencia de una mujer. 
¿Es Cabeza borradora, el primer largometraje de David Lynch, una obra maestra en blanco y negro oscura y pegajosa, un shock visual y narrativo único? Sí. ¿Lo volveremos a ver algún día? No. Preferimos tragarnos un trago de lejía antes que volver a infligirnos esta inmersión total en la peor pesadilla de la historia del cine, una historia surrealista en la que un bicho raro desaliñado (el comediante Jack Nance) es torturado por los gritos incesantes de su... bebé, si podemos. Describe así el horror envuelto –entre la cabeza de un animal muerto y un órgano en carne viva– que gime en el fondo de su apartamento. A caballo entre el homenaje al cine expresionista, el (muy) mal viaje a las setas venenosas y las referencias a las ansiedades de las "cucarachas" de Franz Kafka, este descenso a los infiernos de la creación sólo se vive una vez, y con razón: nosotros ya lo vivimos. Nunca regresa del todo. 
(cont.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario