Los nibelungos (Die Nibelungen) son dos películas creadas por Fritz Lang. La serie se divide en Los Nibelungos: la muerte de Sigfrido o (Los Nibelungos - Parte I) (Die Nibelungen: Siegfried (Siegfrieds Tod) (Die Nibelungen - Teil I)) y Los Nibelungos: la venganza de Krimilda (Los Nibelungos - Parte II) (Die Nibelungen: Kriemhilds Rache (Die Nibelungen - Teil II)). Ambas fueron escritas por Lang y por aquel entonces su mujer Thea von Harbou. La primera de ellas se estrenó en Berlín el 14 de febrero de 1924.
Los Nibelungos: la muerte de Sigfrido |
El
gran director Fritz Lang y su guionista y compañera Thea von Harbou
plasmaron en la pantalla grande la épica historia de Sigfrido y los
Nibelungos, lo que se convirtió en una de las tres obras maestras del
director en el arte mudo, junto al Dr Mabuse y a Metrópolis.
Muchas dudas surgieron respecto a cuáles habían sido las intenciones de
esta pareja, pero sin duda rondó el objetivo de querer equipararse a
las excentricidades y mega-producciones de Hollywood que arrasaban en la taquilla. Sin un gran presupuesto, ciertamente Lang consiguió este
objetivo, pero su triunfo sólo se limitó a Alemania y a algunos países
europeos, porque en Estados Unidos el público se sintió algo
decepcionado, seguramente por el poco dramatismo sobreactuado de los
personajes o de la irracionalidad que no cuajaba con los finales felices
rodados en California. Pese a ello, la historia fue más justa con un
director que, a partir de entonces, fue nominado como el más alemán de
todos los directores alemanes. El nacionalismo implícito en la obra
constituye uno de los factores por los cuales se llegó a calificarlo de
ese modo.
Los Nibelungos: la venganza de Crimilda |
La
trama es de algún modo conocida. Sigfrido, hijo de reyes, se ha criado
en cuevas donde se le han enseñado valores y a utilizar la espada. Un
día decide ir a encontrar el amor y casarse con Crimilda, sumergiéndose
en un mundo que asemeja al de un cuento de hadas y a una época
claramente legendaria perteneciente al pasado germánico. Enfrentado a un
dragón, al cual da muerte y luego se baña en su sangre para adquirir la
inmunidad, pero no se percata que una hoja de roble se posa en su
espalda y, cual Aquiles con su talón, le deja una parte de su cuerpo
vulnerable. Poco después, rumbo a la corte burgundia, da muerte al señor
de los enanos, a quien arrebata el famoso tesoro de los Nibelungos.
Lamentablemente para él, la debilidad y cobardía del rey Günther
sellarán su destino: éste está dispuesto solamente a entregarle a su
hermana Crimilda si es que lo ayuda a enlazarse con la temible Brunilda,
reina de Islandia. Es ella una amazona salvaje que sólo concederá su
mano al hombre que sea capaz de derrotarla en combate y en otras
pruebas… vive amargada y su furor se incrementa cuando se entera que no
es Sigfrido, de quien se prenda inmediatamente, quien ha ido a
cortejarla. De todos modos, el héroe cumple su propósito engañando a
todos con una capa mágica que lo torna invisible y así se forjan los dos
matrimonios. Sin embargo, transcurridos unos años Brunilda descubre el
engaño por boca de la imprudente Crimilda y decide vengarse de Sigfrido,
pidiéndole a Hagen Tronje, el escudero real, que le dé muerte. Durante
una cacería, y tras haberle sonsacado a Crimilda el punto de
vulnerabilidad de su marido, el traidor da muerte de un flechazo a
Sigfrido, con cuyo cuerpo velado por las dos mujeres gimientes, finaliza
la primera parte del filme.
Sigfrido "inmortalizándose" con la sangre del Dragón... |
En
la segunda parte (pues era costumbre de Lang proyectar las películas en
dos partes a inicios de la década de 1920) Brunilda ha desaparecido,
pero la viuda Crimilda, enterada de la verdad, clama venganza, pero se
ve impotente debido a que Hagen ha lanzado al Rin todo el tesoro de los
Nibelungos. Empero, encuentra una oportunidad cuando Atila pide su mano;
tanto a él como al margrave Rüdiger los hace jurar venganza en caso que
sea injuriada. Años después le da un hijo a su nuevo esposo y ello
conlleva a que los burgundios sean invitados a la corte del rey huno.
Crimilda ve entonces que ha llegado la oportunidad de dar muerte a
Hagen, por lo que recuerda al rey su juramento y paralelamente, ofrece
gran cantidad de oro a los soldados hunos para que ellos se encarguen de
matar al traidor. Así, mientras se desarrolla la cena de bienvenida en
el palacio de Atila, en una cueva los soldados entran en reyerta y todo
se contagia; Hagen incluso llega a dar muerte al heredero del monarca
huno, pero a pesar de ello sus compañeros están resueltos a defenderlo y
no entregarlo al enemigo. Crimilda ordena que se lancen innumerables
ataques al palacio, que se ha convertido en fortaleza de los asediados
burgundios, los cuales, más disciplinados, son capaces de repeler todas
las acometidas. Llega un momento que tanto Rüdiger como dos hermanos
menores de la reina perecen en combate, pero pese a ello, insiste con su
venganza. Finalmente, ordena lanzar una lluvia de flechas candentes al
recinto para asfixiar al enemigo, lo que por fin consigue tras mucho
empeño. Sólo Hagen y Günther sobreviven: el segundo es decapitado y al
primero la misma Crimilda lo mata, antes de ser atravesada por un
cortesano huno, como castigo por todas las calamidades llevadas.
Cinco
horas en las que Lang se esmeró para que la película fuera lo más fiel
posible al poema épico. Prácticamente lo logró, pero el costo de ello
fue la configuración de personajes estereotipados, cuyo sino el
espectador lo infiere casi desde el inicio: sabemos que el leal y
valiente Sigfrido tendrá que caer víctima de una traición; que Hagen y
Günther tendrán que pagar por sus pecados tarde o temprano; que Crimilda
se consumirá en su venganza hasta el final; que los inocentes pero
honestos hermanos menores, junto a Rüdiger, se verán afectados por toda
esta sed de punición que no se detiene hasta el final de la obra. De
Brunilda no conocemos su sino, pero podemos inferir que el haber mandado
dar muerte a su amado la sumergiría en un dolor irremediable.
Por
otro lado, los estereotipos corresponden también a los grupos. Los
burgundios constituyen la disciplina, la prudencia, la lealtad extrema,
valentía, sentido del deber al extremo, pero al mismo tiempo encarnan
anti-valores lamentables, como la venganza, la traición, la decepción,
la esclavitud por los principios y una tendencia a la auto-destrucción
que se denota con toda claridad al final de la película. Probablemente
en ese aspecto el director pretendió esbozar la ambivalencia de la
idiosincrasia germana y de sus consecuencias, percibidas mejor que nunca
durante el Imperio Prusiano y la Primera Guerra Mundial, con el lógico
derrumbamiento de un estado militarista y el subsiguiente caos político y
económico que aún se vivía en 1924. ¿Trataba de darle una lección a la
sociedad alemana de la República de Weimar? ¿Es que acaso la primera
parte de la película constituye una imagen del supuesto progreso de los
días de Bismarck y Guillermo II, mienras que la segunda parte lleva
implícita la catástrofe de la Gran Guerra? Muchos han querido ver a la
guardia de la corte de Günther, más parecida a una colección de
autómatas, al ejército e incluso a la población civil alemana de fines
del siglo XIX e inicios del XX, que persiguiendo las virtudes burgundias
casi sin pensar, terminó auto-destruyéndose por los defectos que
aquéllas llevaban implícitos dentro de sí.
Sigfrido (Paul Richter) |
Por
el contrario, los hunos son más o menos lo contrario que los
burgundios, con un Atila que no cuadra para nada con el modo como lo
pinta la Historia, que más parece un payaso que pierde todo sentido de
la realidad cuando su hijo es asesinado, al punto que ya no es capaz
siquiera de controlar no sólo a Crimilda, sino tampoco a sus
subalternos, acabando en la película como un payaso al que nadie
respeta, un simple espectador de lo que acontece entre su reina, sus
enemigos y sus cortesanos (pese a ello, desde que Lang nos lo presenta,
encarnado por el genial Klein-Rogge, el mismo que representa a Mabuse,
ya uno puede ir deduciendo que es mucho menos que un guerrero
conquistador). Podría vislumbrarse entonces un férreo nacionalismo y un
deseo de condenar como ligero y primitivo lo extranjero, sobre todo si
se trataban de elementos extraeuropeos, pero por otra parte, la obra
deja la sensación que en el fondo la sociedad alemana deseaba ser un
poco como la huna, que al fin y al cabo resulta la vencedora.
Ya
deteniéndonos en los escenarios, Lang es muy sobrio con las
construcciones, concentrándose en la idea de lo imponente y monumental
en ambas cortes, de modo que los humanos se asemejan a miniaturas que
poco pueden hacer frente al entorno que se les ha impuesto; es decir, no
son más que peones que al final terminarán actuando tal como lo decreta
la historia, los mitos, los principios sobre los cuales descansa la
leyenda. Los decorados geométricos y repetitivos de las recámaras
manifiestan a su vez rutina, una rutina de traiciones y venganzas de las
que Burgundia es esclava. Tenemos asimismo escenas de estudio, como los
bosques en donde la neblina o la nieve colocadas artificialmente
brindan un aspecto melancólico y mágico que contrasta con los
interiores; parecería que sólo en la naturaleza los hombres se sienten
realmente libres y donde la maldad encuentra un freno. Es precisamente
en el bosque de hayas (armado en un interior) de la segunda parte cuando
vemos por única vez a la Crimilda de la primera parte, sufriendo por
Sigfrido con un alma pura, lo cual no tardará en resquebrajarse cuando
se entreviste con Rüdiger y Atila. Incluso no faltan las tomas
surrealistas, como el ataque contra las afueras de Roma, en la que vemos
a Atila burlándose de unos niños desnudos que juegan con las flores de
un árbol… ¿no será acaso que el director se está burlando de la
ferocidad y la irracionalidad de sus personajes anteponiendo la
inocencia y dulzura infantil?
Sigfrido y Crimilda |
Los
efectos especiales fueron de importancia igualmente. Ya era algo
conocida la técnica de la super-imposición, cuando vemos a Sigfrido
aparecer y desaparecer en el momento que socorre a Günther durante las
pruebas contra Brunilda. El dragón, no obstante, fue el primer monstruo
de su tipo. No llegamos a ver todo su cuerpo, pero fue impecablemente
maniobrado y se dice que Lang daba las órdenes por teléfono a los
operarios que estaban dentro de la máquina y que ayudaban al movimiento
de los ojos. Asimismo, podemos disfrutar de un gran repertorio que
conformaba por entonces la clásica de oferta de actores de Lang, que ya
se habían visto en realizaciones anteriores y muchos de los cuales se
repetirían en Metrópolis. En fin, una producción magistral sin
tintes psicológicos, pero sí sociológicos e históricos, un homenaje a
las pasiones humanas y sobre todo, a como las virtudes y los vicios se
suelen confundir en los avatares de la vida.
Hasta el final... el deseo de venganza de Crimilda |
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