Los héroes de John Ford
Los héroes de las películas de
John Ford son los pioneros, hombres de la frontera, soldados y pacificadores
que se dedicaron a la fundación de los hogares y comunidades que componen la
actual Norteamérica. La visión de Ford es una visión popular- una exaltación de
los ideales que hicieron a miles de colonos lanzarse hacia el Oeste en búsqueda
de libertad y mayores oportunidades, pero en un tono entrañable y familiar que
hace que un baile tenga más importancia que una batalla o un duelo.
El joven Lincoln |
A finales de los 30, John Ford
había rodado ya más de cien películas. Mientras que un director menor se habría
probablemente quemado en ese proceso, los mejores años de Ford estaban todavía
por llegar. Su "Edad de Oro" se extendió a lo largo de casi tres décadas. Comenzó
en 1939 con dos películas. La diligencia y El joven Lincoln (Young Mr
Lincoln), y se vio jalonada por hitos tales como La legión invencible (She
Wore a Yellow Ribbon, 1949), Caravana de paz (Wagonmaster 1950) y Centauros
del desierto (The Searchers, 1956).
La diligencia y los espectaculares paisajes de Monument Valley (Utah) |
Todas estas películas están llenas de
secuencias e imágenes imborrables: el joven Lincoln (Henry Fonda) escalando una
colina durante una tormenta; Nathan Brilles (John Wayne), el viejo capitán de
caballería de La legión invencible, saliendo a caballo del fuerte para
cumplir su última misión y protegiéndose furtivamente el rostro del sol, o el
mismo Britles dirigiéndose por las tardes a la tumba de su esposa para «hablar»
con ella. Está también el momento en que la corista Denver (Joanne Dru) le
lanza una misteriosa mirada al guía de la caravana Travis (Ben Johnson) en
Caravana de paz o el instante en el que Ethan (Wayne) levanta y acuna a su sobrina
(Nathalie Wood) a la que había intentado matar en Centauros del desierto,
comprendiendo en una décima de segundo la inutilidad de su obra. También
resulta inolvidable Frank Skeffington (Spencer Tracy) volviendo a casa solo
después de su fracasada reelección como alcalde en El última hurra (The Last Hurrah, 1958). Estos sublimes
momentos de las películas de John Ford demuestran mejor que mil ensayos
críticos su arte era sobre todo meditativo, se podría decir incluso que sinfónico.
La legión invencible |
Este carácter meditativo del cine
de Ford rara vez ha sido debidamente comprendido. Por ejemplo, en Francia se
promocionaron sus westerns con frases pomposas tales como carga heroica, persecución
infernal y acción espectacular, que parecen sugerir que
sus películas pertenecen al género épico. Pero no hay nada más alejado de la
esencia de esas obras de arte fundamentalmente tranquilas y contemplativas. Y
aunque la afirmación de Voltaire de que “los autores épicos tenían que elegir
un héroe cuyo solo nombre bastase para impresionar a los lectores”, puede ser
aplicable a determinados títulos de Ford, como El joven Lincoln (una espléndida evocación de la
juventud del presidente americano), no lo es ciertamente a la mayor parte de su
obra, incluyendo los westerns. En Pasión de los fuertes (1946), el legendario
héroe Wyatt Earp (Henry Fonda) se ve reducido a dimensiones de personaje
cotidiano, no tiene nada de sobrehumano o que le haga diferente de los demás.
Pasión de los fuertes |
Un hombre tiene que hacer...
Resulta interesante comparar las
motivaciones sociales del héroe clásico de Ford con las motivaciones personales
del héroe clásico del Oeste. El western tradicional se centra sobre todo en una
visión marcadamente individualista del mundo: por ejemplo, Silver Lode (1954),
de Allan Dwan, con John Wayne como unhombre intentando lavar su buen nombre, y La
pradera sin ley (Man Without a Star, 1955), de King Vidor, con Kirk Douglas
como un aventurero movido únicamente por el espíritu de venganza, constituyen
quizá los ejemplos más extremados de esta tendencia. En esta clase depelículas
predominan los sentimientos fuertes e intensos, con frecuencia de violencia
física o psicológica; hay odio, venganza, rebelión y conquista. Un vaquero se
lanza a la violencia para vengar a su hermano, a su mejor amigo o su honor; un
fuera de la ley intenta escapar de su pasado; un pistolero se deja arrastrar
por su deseo de matar; un hombre necesita demostrar que lleva dentro. En
resumen, el género extrae su fuerza dramática de unas cuantas ideas vigorosas:
una confrontación, una oposición, un desgarramiento. Desde las películas de
Raoul Walsh hasta las de Delmer Daves, los héroes del western se lanzan a una
batalla que han elegido ellos mismos. Y se trata además de una batalla que les
permitirá lograr sus objetivos, pero de la que, si logran salir vivos, será
también con cicatrices permanentes. Aun en el caso de que no haya persecuciones
a caballo ni sangrientos duelos a pistola, la dramaturgia del western clásico
se haya estructurada con gran precisión y depende de un determinado número de
momentos climáticos.
Caravana de paz (Wagon Master) |
No obstante, en el caso de Ford,
la motivación esencial es menos intensa, más atenuada, y rara vez tiene como
eje una emoción individual o una fuerza impulsora de carácter negativo y
destructivo como la venganza. Lo que predomina en el corazón de sus westerns
son los viajes y desplazamientos: la lenta odisea de una caravana de carromatos,
la labor de reconocimiento de un escuadrón de caballería, una diligencia que
atraviesa el desierto o un grupo de bandidos intentando escapar de la justicia.
En último extremo, todas sus películas son odiseas a cargo de grupos de
personas: los pasajeros de La diligencia (1939), los granjeros y sus
familias huyendo de las tempestades de arena de Oklahoma en Las uvas de la
ira (The Grapes of Wrath, 1940), los soldados de caballería en misión de
Fort Apache (1948), La legión invencible, Río Grande (1950) y Misión
de audaces (The Horse Soldiers, 1959); los colonos mormones de Wagón
Master; Ethan y Martin Pawley (Jeffrey Hunter) buscando a Debbie en Centauros
del desierto. Cada uno de esos grupos está compuesto por varias personas
que o bien comparten una misma visión de la vida, o bien se ven reunidas
movidas por el mismo propósito colectivo.
Centauros del desierto |
A Ford los problemas personales sólo le interesan en la
medida en que se superponen a los
de la sociedad en general; mientras que, por ejemplo, en los westerns de Howard
Hawks la aventura sigue siendo un derecho del individuo y sólo afecta a la
sociedad por casualidad o accidente. En Río Bravo (1959), de Hawks, el sheriff
(John Wayne) rechaza la ayuda que le ofrecen; mientras que, en una situación
similar, el Wyatt Earp de Ford la acepta inmediatamente. Se trata de una
diferencia fundamental: el primero intenta realizarse a través del cumplimiento
de su deber, en tanto que el segundo piensa sobre todo en ayudar a quienes le
rodean.
Las uvas de la ira |
... lo que tiene que hacer
Al mismo tiempo, Ford muestra
frecuentemente las disensiones y desacuerdos que dividen a las comunidades, y
sus héroes actúan sólo en relación con el entorno en el que viven. Dicho
entorno les traza la tarea que tienen que cumplir siempre algo en favor de la
comunidad, pues cualquier revancha o venganza privada suele quedar subordinada
al bien común. La noción de tener una misión que cumplir se antepone a
cualquier consideración personal. Esto es algo que resulta especialmente
evidente en Río Grande, en la que el capitán Kirby Yorke (John Wayne)
prefiere cumplir su deber como soldado a sus obligaciones como esposo y padre;
y en El sol siempre brilla en Kentucky (1953), en la que un anciano juez del Sur
(Charles Winninger) arriesga su reputación con el fin de evitar el linchamiento
de un muchacho negro. En Pasión de los fuertes, la venganza de Wyatt
Earp contra los Clanton por el asesinato de su hermano tiene menos importancia
que el baile delante de la iglesia o que los monólogos shakesperianos del actor
ambulante (Alan Mowbray). Earp es un hombre eminentemente tranquilo y calmado,
y no alguien empujado por la ira o el odio (como ocurre con los héroes de las
películas del Oeste de Anthony Mann).
El sol siempre brilla en Kentucky |
De hecho, en las películas de
Ford apenas se da la violencia ligada a la idea de empresa o aventura personal.
Escasean en ellas los muertos, e incluso los heridos. En La legión
invencible no se ve morir ni caer un
solo indio. En Dos cabalgan juntos (Two Rodé Together, 1961),
el sheriff McCabe (James Stewart) efectúa sólo dos disparos de revólver, los
únicos de toda la película. A Ford no se le ocurriría jamás una escena como la
de El hombre de Laramie (The Man
From Laramie, 1955), de Anthony Mann, en la que se mutila la mano de James
Stewart. La violencia no es nunca un objetivo o un medio de realizarse en las
películas de Ford, sino simplemente algo a lo que hay que recurrir en último
extremo. Cuando resulta inevitable, Ford la evoca breve y objetivamente, sin la
menor complacencia o lirismo: el rápido duelo en OK Corral de Pasión de los
fuertes o la muerte de los forajidos que amenazan a los colonos en Wagón
Master constituyen buenos ejemplos.
Dos cabalgan juntos |
En su forma de progresar las
propias aventuras no tienen nada de violentas; se desarrollan ante el
espectador a un ritmo al mismo tiempo tranquilo y majestuoso. Cuando cuenta una
historia, Ford se toma todo el tiempo necesario para ello y trabaja más como un
pintor que como un estratega o un teórico. El verdadero héroe de Ford no
necesita emplear la violencia para probarse a sí mismo. Se limita a ponerla en
práctica empujado por un ideal colectivo que no le permite albergar la menor
duda. Es posible que los auténticos héroes de Ford sean las propias
comunidades: los soldados desconocidos que llevan la paz al Oeste; los pioneros
que atraviesan el país para levantar nuevos estados, los habitantes de una ciudad
cuyo principal objetivo es el de crear una sociedad basada en la ley y el
orden; es decir todas las personas que, consciente o inconscientemente, han
contribuido a formar los Estados Unidos y cuyos nombres y rostros se han
perdido en el olvido. Lo que las películas de Ford exaltan es su trabajo, que
puede no parecer en sí mismo importante ni interesante; muchas veces pasa
desapercibido, pocas se desarrolla a gran escala, pero está en todo momento impregnado
de un heroísmo cotidiano.
El juez Priest |
La nostalgia del hogar
La mayoría de las películas de
Ford se basan y perpetúan un tema que resulta ya obsesivo en su último western,
Eí gran combate (Cheyenne Autumn, 1964), un homenaje a los indios
desposeídos y humillados que intentan recuperar sus tierras ancestrales. Dicho
tema es el de la necesidad no sólo de construir o de ver concluido algo, sino
de llegar a poseer un trozo de tierra, un hogar, o quizá simplemente una mecedora,
que es exactamente lo que busca Mose (Hank Worden) en Centauros del
desierto. Existe también la necesidad de luchar contra los enemigos para
conservar esas posesiones, pues sólo su defensa permitirá comprender su valor total.
La historia de las películas de Ford es una gran saga sobre la vida agraria: la
ocupación y recuperación de tierras, su cultivo y la ampliación de las
posesiones territoriales.
El gran combate |
Por tanto, y cualquiera que sea
su origen social, los héroes de Ford tienen siempre los rasgos propios de los
campesinos, tanto si son labradores irlandeses, colonos americanos, mineros galeses,
como si se trata de soldados o sheriffs. A los ojos de Ford, los soldados que conquistan
nuevos territorios en La legión invencible están participando en la
misma lucha que la familia Joad en Las uvas de la ira. Y, aunque las
distintas comunidades de las películas de Ford son comunidades cerradas que se
rigen por sus propias reglas, se parecen
en el sentido de que no sólo comparten las penalidades y esfuerzos de la vida,
sino también sus sencillos placeres, tales como los bailes de Fort Apache y Pasión de los fuertes.
Fort Apache |
La noción de posesión explica el
amor de Ford por las ceremonias. Las fiestas, las borracheras, los bailes e
incluso los funerales son la prueba tangible de la necesidad de afirmar públicamente
la posesión de un lugar sobre todo teniendo en cuenta que le puede ser
arrebatado a uno en cualquier momento,
tal comal señala Lars Jorgensen (John Qualen) en Centauros del desierto.
Esa misma motivación constituye
la base de la afición de Ford
por los paisajes inmutables, especialmente el desierto y las aisladas montañas del
Monument Valley, su localización favorita. Es casi como si el cineasta
compartiese con sus personajes el deseo de poseer amplios territorios para
lograr una sólida sensación de estabilidad.
Incluso esa antítesis del héroe
fordiano, el Ethan Edwars de Centauros del desierto, incapaz de
encontrar un lugar para sí mismo en una sociedad estable, se preocupa por su
continuación. En esta emocionante y emotiva película, la única de Ford basada
en la idea del individualismo, Ethan se enfrenta a la vida estable ordenada y
se lanza aparentemente a una lucha desesperada por seguir siendo un solitario y
un rebelde. Tras una difícil búsqueda de su sobrina, que dura diez años, Ethan
comprende finalmente la inutilidad de su rebelión. Cuando la encuentra, se
siente incapaz de matarla (tal como se había propuesto), a pesar de
considerarla mancillada por el hecho de vivir con un piel roja y por tanto, una
amenaza para la sociedad blanca. Al estar tan preocupado por conservar la
pureza de su estirpe, no se da cuenta de que ha cambiado la gente que la creó y
por tanto su propia naturaleza. Tras devolver a Debbie a la comunidad blanca no
hay ya lugar para él y desaparece, dejando así paso a la nueva generación
representada por Martin Pawley.
Misión de audaces |
Exilados y nómadas
Ethan es sólo uno de los numerosos exilados que luchan por
salvar la sociedad en las películas de Ford. Entre otros destacan los
inmigrantes irlandeses y europeos que sueñan con adquirir una nueva
respetabilidad en Estados Unidos.
El hombre que mató a Liberty Valance |
En El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962), el dueño del restaurante,
Peter Ericson (John Qualen), da literalmente saltos de alegría cuando se entera
de que le ha sido concedida la ciudadanía norteamericana. El universo de Ford
está también habitado por personajes desarraigados que vagan sin sentido de un
lado para otro como los marineros de Hombres intrépidos (The Long
Voyage Home, 1940). Entre esos exilados se encuentra incluso una tribu de
indios; los Comanches de Centauros del desierto son indios desprovistos
de territorio y obligados a viajar continuamente de un lado para otro. Está
también el boxeador inmigrante (John Wayne) que vuelve a su ciudad natal
después de haber matado a un hombre en el ring en El hombre tranquilo (The
Quiet Man, 1952), y las familias en busca de un nuevo trabajo en Las uvas de la ira.
El hombre tranquilo |
Otros personajes son también
exilados, pero de distinta manera: por ejemplo los niños y mujeres blancos que
pierden la razón en Centauros del desierto al verse rechazados por los
suyos por haber sido mancillados por los indios. Se encuentran por último los
soldados para los que el toque de
retirada de La legión invencible o Escrito
bajo el sol (The Wings of Eagles, 1957) significa algo parecido al
destierro.
Escrito bajo el sol |
En el cine de Ford, los
desarraigados pueden ser no sólo personajes individuales sino naciones y
períodos históricos enteros. Este director ha mostrado con frecuencia momentos
en los que una clase social, o todo un pueblo, como ocurría en El gran
combate, se encontraba al borde de la extinción. Se trata de situaciones
límite en las que hombres y mujeres se ven obligados a buscar nuevos medios de
supervivencia.
En Qué verde era mi valle (How
Creen Was My Valley, 1941), el desarrollo industrial rompe la comunidad de
trabajo y la idílica vida familiar de los Morgan en el pueblecito gales en el
que viven a finales de siglo. El hijo pequeño, Huw (Roddy McDowall), cuya
infancia constituye la base de la historia, debe emprender finalmente el camino
seguido por sus hermanos y establecerse en un lugar distinto.
Qué verde era mi vallé |
El deseo de Ford de exaltar los
esfuerzos colectivos se vio teñido en sus últimos años por un cierto cinismo,
propio de la edad, que dio lugar a la aparición en su cine de ciertas dosis de
amargura. Entre la encantadora simplicidad de Corazones indomables (Drums
Along The Mohawk, 1939), y La legión invencible existe una clara
diferencia de punto de vista. En esta segunda, Nathan Brittles reconsidera su
vida como oficial de caballería y comienza a ponerla en duda, llegando a
cuestionar incluso la validez de su misión de subyugar a los indios, a pesar de
continuarla.
Corazones indomables |
Homenajes a América
Los héroes de Ford envejecieron
con él. El último plano de El hombre
que mató a Liberty Valonee muestra a un avejentado James Stewart llorando:
la duda y la incertidumbre se alían ahora con la tristeza. Quizá a comienzos de
los años 60, el período en que rodó El hombre que mató a Liberty Valance, El
gran combate y La taberna del irlandés (Donovan's Reef, 1963), una
especie de reflexión melancólica y a veces cómica, ambientada en el paraíso
mítico de una isla del Pacífico, Ford era ya consciente de su propio desarraigo
y de su condición de exilado dentro del cine americano. Es posible que se diese
también cuenta de que la naturaleza de su obra seguiría siendo tan firme e
inmutable como la del Monument Valley; pero eso no le impedía comprender que
todo lo que le rodeaba estaba derrumbándose y desapareciendo.
La taberna del irlandés |
Bibliografía
VV. AA. (199): Historia Universal del cine. Vol.3 .Barcelona: Plantea: págs. 528-532.
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