lunes, 4 de marzo de 2013

Biografías de cine: Luis Buñuel (II)

(cont.)
A fines de 1929 se volvió a reunir con Dalí para escribir el guion de lo que sería más tarde La edad de oro (L'âge d'or), pero la colaboración ya no resultó tan fructífera, pues entre los dos se interpone el gran amor de Dalí, Gala Eluard. Buñuel comenzó el rodaje de la película en abril de 1930, cuando el pintor se encontraba disfrutando de unas vacaciones con Gala en Torremolinos. Cuando descubrió que Buñuel ya había acabado la película con el sustancioso mecenazgo de los Vizcondes de Noailles, que deseaban producir una de las primeras películas sonoras del cine francés, Dalí se sintió marginado del proyecto y traicionado por su amigo, lo que originó un distanciamiento entre ellos que se fue incrementando en el futuro. A pesar de aquello, felicitó a Buñuel por el largometraje, asegurando que le había parecido "una película americana". El estreno tuvo lugar el 28 de noviembre de 1930. Cinco días más tarde grupos de extrema derecha atacaron el cine donde se proyectaba -que tiró bombas contra la puerta del cine, e intervenciones de la policía, mandada por Chiappe. Las autoridades francesas prohibieron la película y requisaron todas las copias existentes, reflejando la creciente derechización de la sociedad francesa en la década anterior a la Segunda Guerra Mundial y a las que Buñuel haría posteriormente una sarcástica referencia al final de Diario de una camarera (Journal d'une femme de chambre, 1964). Comenzó una larga censura que duraría medio siglo, pues no sería distribuida hasta 1980 en Nueva York y un año después en París. La edad de oro no se parece a ninguna otra película ni anterior ni posterior a ella. Con sus  extraordinarias imágenes, que revelan los aspectos horribles y disparatados de la vida cotidiana, su anticlericalismo, antiautoritarismo, su oposición a los valores burgueses, sus aspectos sádicos y blasfemos, su exaltación del «amour fou» y, sobre todo, con su enorme ironía y sentido del humor, constituye algo así como la exposición definitiva del credo (o anti-credo) de Buñuel,  y una fuente de inspiración y referencia para buena parte de sus películas posteriores. La edad de oro es quizá el título del gran cine clásico mudo que mejor ha resistido el paso del tiempo. Después de un prólogo documental sobre las costumbres del alacrán, unos bandidos descubren a un grupo de arzobispos orando en un acantilado. La fundación de la Imperial Roma, celebrada en el sitio donde oraban los clérigos, se ve interrumpida por los lances amorosos de una pareja que es separada. El hombre es conducido a prisión pero logra escapar y se refugia en casa de su amada. Durante una fiesta, la pareja intenta consumar su pasión sin éxito. Finalmente, los sobrevivientes de una criminal orgía, entre los que se encuentra el duque de Blangis, salen del castillo de Selliny.
En 1930 Buñuel viajó a Hollywood, contratado por la Metro Goldwyn Mayer, como «observador», con el fin de que se familiarizara con el sistema de producción estadounidense. Allí conoció a Charles Chaplin y Serguéi Eisenstein. En 1931 llegó a España, en vísperas de la proclamación de la Segunda República. La edad de oro se proyectó en Madrid y Barcelona. En 1932 asistió a la primera reunión de la Asociación de Escritores Revolucionarios (AERA), se separó del grupo surrealista y se afilió al Partido Comunista francés. Contratado por la Paramount, regresó a España y trabajó como responsable de sincronización. En 1933, financiado por su amigo Ramón Acín, filmó Las Hurdes, tierra sin pan, un documental sobre esa comarca extremeña, que aplicaba una visión airada y esencialmente surrealista a las duras condiciones de vida de Las Hurdes, una de las regiones más pobres, depauperadas y oprimidas de España. La insalubridad, la miseria y la falta de oportunidades provocan la emigración de los jóvenes y la soledad de quienes se quedan en esta desolada región extremeña. La derecha y la Falange Española comenzaban a rebelarse en España y la película fue censurada por la joven y débil Segunda República Española por considerarla denigrante para España. Ese mismo año firmó un manifiesto contra Hitler con Federico García Lorca, Rafael Alberti, Sender, Ugarte y Vallejo.
Después, y considerado ya como una de las grandes figuras del cine mundial, Buñuel desapareció prácticamente de él durante veinte años, dedicándose primero a realizar versiones de películas extranjeras, a supervisar las producciones de la nueva empresa Fílmófono, creada en Madrid por Ricardo Urgoití, (entre ellas Don Quintín el amargao (1935), donde debutó en el cine la gran bailaora Carmen Amaya, La hija de Juan Simón (1935) y ¿Quién me quiere a mí? (1936)] o ¡Centinela alerta! (1937), y luego a colaborar en algunos documentales sobre la guerra civil española y a ayudar a la República desde París. En 1939, convertido en un exiliado, Buñuel aceptó el puesto que le ofrecía el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, como productor asociado para el área documental y supervisor y jefe de montaje de documentales para la Coordinación de Asuntos Interamericanos, que dirigía Nelson Rockefeller. Su misión era seleccionar películas de propaganda antinazi; tenía despacho propio y personal a su cargo. Su primer trabajo para el MOMA consistió en la reedición de El triunfo de la voluntad, de Leni Riefenstal, con el fin de hacerla más breve y accesible a miembros del Gobierno de Estados Unidos para que viesen el potencial del cine como instrumento propagandístico. Pero fue despedido poco después, en 1943 a raíz de la publicación del libro La vida secreta de Salvador Dalí, donde el pintor tachaba a Buñuel de ateo y hombre de izquierdas. Un periodista del Motion Pictures Herald atacó a Buñuel en un artículo donde advertía acerca de lo peligroso que resultaba la presencia de este español en un museo tan prestigioso. Buñuel se reunió con Dalí en Nueva York para pedirle explicaciones y esa entrevista significó la ruptura de sus relaciones. También influyeron en su despido la intervención del Cardenal Arzobispo de la ciudad y del Departamento de Estado, que amenazaron con represalias si ese «anticristo» no era despedido de inmediato.
Volvió a Hollywood y se puso a trabajar para la Warner Brothers como jefe de doblaje de versiones españolas para América Latina. Acabada la colaboración con la Warner en 1946, se quedó en Los Ángeles en busca de un trabajo relacionado con el cine y en espera de que le concedieran la nacionalidad estadounidense, que había solicitado.
Buñuel no volvió a rodar hasta 1947, año en que inició en México una larga serie de películas de bajo presupuesto, rodadas en muy poco tiempo y sobre temas populares Como Gran Casino (1947), con Jorge Negrete y Libertad Lamarque, El gran calavera (1949), que culminaron con Los olvidados (1950), un melodrama sobre los delincuentes juveniles de la capital mejicana y en el que Buñuel mezclaba los aspectos documentales con visiones y alucinaciones típicamente surrealistas. Cuando la película obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes de 1951, su autor recuperó el puesto de honor que le correspondía entre los grandes realizadores de todo el mundo. Tras un prólogo inmerso en imágenes de Nueva York, París y Londres; se advierte de la universalidad de la tragedia que va a producirse, la cámara localiza enclaves reconocibles de la Ciudad de México. En uno de sus barrios marginales, Jaibo (Roberto Cobo) es un adolescente que escapa de un correccional para reunirse con Pedro (Alfonso Mejía). En presencia de él, Jaibo mata a Julián, el muchacho que supuestamente le delató. También intenta robar a un ciego al que finalmente maltrata en un descampado. Cuando Pedro llega a su casa su madre no quiere darle de comer, lo que origina la secuencia onírica y surrealista en que la madre le ofrece unas vísceras que Jaibo le arrebata saliendo debajo de la cama donde yace el cadáver de Julián.
Otro niño, que ha sido abandonado por su padre en la ciudad, Ojitos, entra al servicio del ciego como lazarillo, que ejerce de curandero en casa de Meche, una turbadora adolescente de la que el ciego se quiere aprovechar. Pedro intenta recobrar la estima de su madre comenzando a trabajar, pero sus buenas intenciones son frustradas por el comportamiento de Jaibo que comete un robo del que acusan a Pedro, que es arrestado por ello en una granja escuela. El director de la institución, confiando en el chico, le da cincuenta pesos y le manda a un recado, pero Jaibo le roba el dinero. Pedro entonces le denuncia como asesino de Julián, y Jaibo se venga matándolo en el gallinero de la casa de Meche. Esta y su abuelo arrojan su cadáver a un muladar. Entretanto, Jaibo es abatido por disparos de la policía, y su agonía se ve sobreimpresionada por un perro que avanza y una voz que dice «buenas noches» que encadena con el que la madre de Pedro dirige a Meche y su abuelo, que llevan el cadáver de su hijo en un saco a lomos de una burra. En un primer momento no gustó a los mexicanos ultranacionalistas (Jorge Negrete el primero), ya que retrataba la realidad de pobreza y miseria suburbana que la cultura dominante no quería reconocer. Actualmente, Los olvidados es una de las tres únicas películas reconocidas por la Unesco como Memoria del Mundo.
Buñuel es un impecable artesano, al que le gusta trabajar rápidamente y con eficiencia, y no desdeña los proyectos comerciales, siempre que pueda introducir en ellos sus preocupaciones y obsesiones personales. Logra hacer películas de gran éxito popular sin por ello renegar de su visión esencialmente austera del mundo ni realizar concesiones. Durante su período mexicano rodó  
Susana (demonio y carne) (1950), Una mujer sin amor (1951), basada en la novela Pierre y Jean de Guy de Maupassant, su peor película, en palabras del propio Buñuel; Subida al cielo (1951), cinta simple donde un sueño del protagonista da el toque surrealista de Buñuel y que le valió ir nuevamente a Cannes; La hija del engaño (don Quintin el amargao) (1951); y la considerada como una de sus obras maestras, y Él (1952), el retrato surrealista de un acomodado y devoto hombre de mediana edad, camino de la locura por sus celos patológicos y sus aficiones enfermizas por los rituales religiosos, fue unánimemente aclamado por la crítica, que alabó la irónica dramatización con que Buñuel muestra los efectos de las obsesiones sobre el matrimonio y la sexualidad. Película que constituyó un fracaso comercial pero que sería revalorada en los años venideros. 
Siguió rodando películas como Abismo de pasión (1953), adaptación mexicana del clásico Cumbres borrascosas de Emily Brönte; El bruto (1953), La ilusisón viaja en tranvia (1954), una de las películas consideradas "menores" pero que por su frescura y sencillez, y respaldada por escritores como José Revueltas y Juan de la Cabada, sobrevive al paso de los años; la inteligente e iconoclasta Robinson Crusoe (1954), primera película que se rodó en Eastmancolor (todos los días se enviaban las copias a California para comprobar los resultados), libremente basada en la famosa novela homónima de Daniel Defoe, publicada en 1719, a partir de un guión de Luis Alcoriza y el propio Buñuel; y, sobre todo, la gran comedia negra, Ensayo de un crimen o La vida criminal de Archibaldo de la Cruz (1955). Archibaldo de la Cruz, un joven y apuesto burgués, es el protagonista de este onírico y desasosegante relato de Buñuel. El ritmo narrativo con el que comienza el film es increíble, propio del mejor cine negro.
Continuaría con cintas como: El río y la muerte (1955), , La muerte en este jardín (1956), Así es la aurora (Cela s'appelle l'aurore, 1956), realizada por nuestro director en Francia gracias a una colaboración internacional de Francia e Italia. El guión, del mimso Buñuel y Jean Ferry, con diálogos de Jean Ferry, adapta libremente la novela Cela s’apelle l’aurore (1952), del novelista argelino-francés de origen español, Emmanuel Roblès. Se rueda en escenarios reales de Córcega y en los estudios Photosonor (Neuilly-sur-Seine, Francia);  Nazarín (1959), adaptación de una novela de Pérez Caldos (uno de los autores favoritos de Buñuel) y una irónica y conmovedora parábola sobre la imposibilidad de llevar una vida verdaderamente cristiana en un mundo imperfecto y dominado por el egoísmo y la corrupción. Palma de Oro del Festival de Cannes de 1959, es la primera de las tres películas que realizaría con el actor Paco Rabal; La fiebre sube al Pao (Los ambiciosos) (1959), cine de compromiso político y social,  francomejicana, realizada después de Nazarín. Se basa en la novela La fièvre monte a El Pao (1955), de Henri Castillon. Se rodó, en blanco y negro en Méjico con mayores medios que obras anteriores.

(cont.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario