Orson Welles
Biografía
George Orson Welles (nacido en Kenosha, Wisconsin, Estados Unidos, 6 de mayo de 1915 - falleción en Hollywood, Los Ángeles, Estados Unidos, 10 de octubre de 1985) fue un actor, director, guionista y productor de cine estadounidense.
Es considerado uno de los artistas más versátiles del siglo XX en el campo del teatro, la radio y el cine, en los que tuvo excelentes resultados. Alcanzó el éxito a los veintitrés años gracias a la obra radiofónica La guerra de los mundos (The War of the Worlds), que causó conmoción en los Estados Unidos cuando muchos oyentes del programa pensaron que se trataba de una retransmisión verdadera de una invasión extraterrestre. Este sensacional debut le valió un contrato para tres películas con el estudio cinematográfico RKO, que le otorgó libertad absoluta en sus realizaciones. A pesar de estos beneficios, sólo uno de sus proyectos previstos pudo ver la luz: Ciudadano Kane (Citizen Kane , 1941), su película más exitosa.
Su carrera posterior fue obstaculizada por una larga serie de dificultades e inconvenientes que le impidieron seguir trabajando en Hollywood y le obligaron a trasladarse a Europa, donde trabajó como actor para financiar sus producciones. Entre sus muchos proyectos destaca la producción y dirección de películas como Macbeth (1948), Otello (1952), Sed de mal (Touch of Evil , 1958), El proceso (1962) y F for Fake (1975), entre otros. Su fama creció tras su muerte en 1985 y ahora se le considera uno de los más grandes directores de cine y teatro del siglo XX. En 2002 fue elegido por el British Film Institute como el mejor director de la Historia del cine.
Aunque
volvería una vez más a
Hollywood para rodar Sed de mal (Touch of Evil, 1958), el Macbeth (1948) de Welles es el título
que marca su divorcio definitivo como director de la Meca del Cine. Fue también
la primera de una serie de adaptaciones de obras de Shakespeare realizadas a lo
largo de toda su carrera. Aunque se trata de la menos satisfactoria de todas
ellas, no cabe negar que es una de las versiones más fieles e imaginativas de
la obra del gran autor inglés, a la altura del Kumonso-Jo (Trono de Sangre,
1957) de Akira Kurosawa, y muy superior a la versión rodada posteriormente por
Polanski en 1971. No obstante, se notan las limitaciones de tiempo y dinero y
las interpretaciones no están todas al mismo nivel. Parece ser que a los colaboradores
de Welles les resulta difícil ponerse a la altura de sus raptos imaginativos.
Para muchos de los admiradores de
Welles, Sed de mal (su último intento
de reconciliarse con Hollywood) es su gran obra maestra. En ella Welles
interpreta a Hank Quinlan, un obeso decadente inspector de la Policía, cuyo
sentido de superioridad lo lleva a utilizar pruebas falsas contra los
sospechosos que, según su instinto “infalible”, son culpables. Welles sitúa la acción
en una ciudad fronteriza, cuyas calles, hoteles y bares crean una atmósfera de
pesada, y entre cuyos habitantes se encuentra Marlene Dietrich como una “madame”
lánguidamente filosófica, que al parecer fue en otros tiempos uno de los amores
de Quinlan. En la película trabaja también Akin Tamiroff como el patriarca de
una curiosa banda de traficantes de drogas.
Es considerado uno de los artistas más versátiles del siglo XX en el campo del teatro, la radio y el cine, en los que tuvo excelentes resultados. Alcanzó el éxito a los veintitrés años gracias a la obra radiofónica La guerra de los mundos (The War of the Worlds), que causó conmoción en los Estados Unidos cuando muchos oyentes del programa pensaron que se trataba de una retransmisión verdadera de una invasión extraterrestre. Este sensacional debut le valió un contrato para tres películas con el estudio cinematográfico RKO, que le otorgó libertad absoluta en sus realizaciones. A pesar de estos beneficios, sólo uno de sus proyectos previstos pudo ver la luz: Ciudadano Kane (Citizen Kane , 1941), su película más exitosa.
Su carrera posterior fue obstaculizada por una larga serie de dificultades e inconvenientes que le impidieron seguir trabajando en Hollywood y le obligaron a trasladarse a Europa, donde trabajó como actor para financiar sus producciones. Entre sus muchos proyectos destaca la producción y dirección de películas como Macbeth (1948), Otello (1952), Sed de mal (Touch of Evil , 1958), El proceso (1962) y F for Fake (1975), entre otros. Su fama creció tras su muerte en 1985 y ahora se le considera uno de los más grandes directores de cine y teatro del siglo XX. En 2002 fue elegido por el British Film Institute como el mejor director de la Historia del cine.
Comentario
“Después de Dios, Orson Welles”. Esta pulla del guionista Herman
Mankiewicz[1] resume a
la perfección la mezcla del temor y resentimiento con que fue acogida en
Hollywood la llegada de Orson Welles, para el que parecía haberse acuñado en
exclusiva la palabra “genio”.
Orson Welles llegó a Hollywood
tras haber conseguido mucho prestigio como productor teatral y de la radio. El
presidente de los estudios RKO, George J. Schaefer, le dio carta blanca, y para
su debut cinematográfico Welles estaba decidido a crear algo original y
personal.
Primero se planteó la adaptación
de la novela de Joseph Conrad El corazón
de las tinieblas, que resultó inviable debido a su elevado costo, y luego
se vio obligado a abandonar un proyecto basado en The Smiler With a Knife, debido a la aversión de Carole Lombard y
Rosalind Russell (las estrellas propuestas para la película) a trabajar con un
director desconocido.
Sin dejarse desanimar por todas
esas adversidades, Welles se decidió por un guión original, Ciudadano Kane[2],
ideado por Hermán Mankiewicz y él mismo. A pesar de los riesgos que el proyecto
implicaba, Schaefer apoyó en todo momento a Welles y puso a su disposición
todos los medios con que contaba la RKO. Pero, antes de su estreno, la película
se encontró con problemas imprevistos. Louella Parsons, que dirigía el
departamento de cine del imperio periodístico de Hearst, fue una de las
primeras en ver la película y le contó que la historia de Ciudadano Kane no era sino una versión poco halagadora del romance
entre Hearst y su amante, Marión Davies. Los periódicos de Hearst se negaron a
aceptar los anuncios de la película. Como consecuencia de ello, no pudo ser
exhibida en todo el país, y algunos cines llegaron a cancelar sus contratos de
exhibición. A pesar de obtener algunas críticas entusiásticas, la película no
fue el éxito de taquilla en el que había confiado la RKO.
El cuarto mandamiento |
Mientras tanto, Orson Welles
estaba rodando para el mismo estudio su segunda película, El cuarto mandamiento (The
Magniflcent Ambersons, 1942), la versión cinematográfica de la novela de
Booth Tarkington. Welles no actuaba en ella, pues prefirió concentrarse
totalmente en la labor de dirección. Conocía muy bien la historia, ya que en
1939 había interpretado en la radio el papel del joven protagonista, George
Amberson Minafer. Eligió a Tim Holt para que lo interpretase en la pantalla, y
consagró todas sus energías a recrear la nostálgica imagen de la vida
norteamericana a finales del XIX. Los que consiguieron ver la versión montada
por el propio Welles en una preview
celebrada en el United Artists Theatre de Pasadena, recuerdan El cuarto mandamiento como una experiencia asombrosa e imborrable, como una
película cinematográficamente tan importante como Ciudadano Kane. Sin
embargo, la RKO decidió que era necesario introducir en ella cambios y la
volvió a montar totalmente.
Mientras ocurría esto, Welles
estaba trabajando en dos proyectos, Estambul
(Journey Into Fear, 1942), una
versión de la novela de Eric Ambler, que Welles dirigía conjuntamente con
Norman Foster, y en la que también trabajaba como actor, y en un documental
sobre América del Sur realizado en cooperación con el gobierno norteamericano, It's Aíi True.
Lo peor que le podía ocurrir a la
carrera de Welles en Hollywood se produjo justo en ese momento, con la
imprevisibilidad y violencia de un terremoto: Schaefer, el mecenas de Welles en
la RKO, se vio sustituido de la noche a la mañana por J. Koerner, un hombre
dotado de buen gusto, que sabía mucho sobre la distribución y exhibición de
películas, pero que no tenía la menor paciencia con los fracasos de taquilla.
Mandó despedir inmediatamente a Welles, que estaba rodando en América del Sur,
y los materiales rodados para It's All
True quedaron depositados en los sótanos de la RKO, donde permanecieron hasta junio de 1978, año en que se pudo ver parte de
ellos por primera vez en un pase privado.
El 1 de julio de 1942, El cuarto mandamiento se estrenó en un cine
de programa doble de Los Angeles junto a Mexican Spitfire Sees a Ghos (1942).
La carrera de Orson Welles en Hollywood pareció tocar fondo: se le consideraba como
un director caro y excéntrico. La versión estrenada de El cuarto mandamiento
estaba formada por sólo un tercio del metraje rodado originalmente por
Welles, y el nuevo montaje de la RKO había cambiado casi completamente el
sentido de la historia.
Cuando se estrenó Estambul, Welles comprobó que había sido todavía
más desvirtuada por los montadores del estudio que su título anterior. Durante
algún tiempo, su nombre se había visto ligado al de la bella Dolores del Río,
pero cuando ésta vio lo que había quedado de su trabajo en Estambul, se
echó las manos a la cabeza y se volvió a su México natal.
Cuando Welles volvió a Hollywood, lo hizo sólo en calidad de actor. Primero
trabajó en Alma rebelde (Jane Eyre, 1943), en la que interpretó a Mr.
Rochester, el atormentado marido que oculta a
Alma rebelde |
su esposa loca en el desván de su
casa. El proyecto había sido originalmente concebido por David O. Selznick,
pero por falta de dinero tuvo que vendérselo a la 20th Century-Fox, junto con
otros dos, Claudia, esposa moderna (Claudia) y Las llaves del reino
(Keys to the Kingdom). Selznick había elegido a Robert Stevenson para
dirigir Alma rebelde y había supervisado el guión de Aldous Huxley y el
diseño de la producción de William Pereira. Desde el comienzo, el principal
papel femenino había sido pensado para Joan Fontaine, mientras que el papel de
Rochester estaba inicialmente destinado a un actor mayor, como por ejemplo Ronald
Colman. Sin embargo, Colman estaba enfermo, y el otro candidato, Laurence
Olivier, se encontraba prestando servicios como combatiente en su propio país.
La elección de Welles para el papel sorprendió a todo el mundo, pero fue bien
recibida. Su Rochester era joven y arrogante, y lo interpretó con brío y cierta
teatralidad. Probablemente, Colman y Olivier lo hubiesen hecho de manera más
matizada y sutil, pero Welles aportó al personaje una furia romántica que
parecía corresponder más a otro héroe de la Bronte, el Heathcliff de Cumbres
Borrascosas (Whuithering Heights). Alma rebelde fue muy bien recibida, y
Welles no tuvo dificultades para conseguir otros papeles.
Resultó increíble en una historia de amor y misterio, Mañana es vivir
(Tomorrow Is Forever), al lado de Claudette Colbert, e incluso se le permitió
que dirigiese El extraño (The Stranger) (ambas de 1946), en la que
interpretaba también al protagonista, un criminal de guerra nazi que intentaba
ocultar su sucio pasado. Sin embargo, no tuvo nunca una opinión demasiado favorable
de esta película.
Rita Hayworth, interpretaba a la hermosa y perversa asesina de La dama de Shanghai |
En 1947, dirigió a su esposa, Rita Hayworth (con la que se había casado en
1943) en La dama de Shanghai (The Lady Erom Shanghai), un melodrama
exótico, considerado hoy en día como un clásico del cine, que provocó en su momento
verdaderos ríos de tinta. Louella Parsons se dedicó a atacar implacablemente a
Welles llamándole “niño terrible” y “supuesto genio”, y notificó a sus “fans”
que estaba acabado como director.
En 1965 Orson Welles comentaba para Cahiers
du Cinema cómo había surgido la idea de realizar La dama de Shanghai. “Yo estaba trabajando en
una espectacular idea teatral, La vuelta al
mundo en 80 días, que en un principio iba a dirigir Mike Todd. Pero, de la
noche a la mañana, quebró y me encontré en Boston el día del estreno sin poder
sacar los vestuarios de la estación porque debíamos 50.000 dólares. Sin ese
dinero, no podíamos comenzar. Por esa época, yo ya estaba separado de Rita; ni
siquiera nos hablábamos. Yo no tenía la menor intención de hacer una película
con ella. Desde la misma ciudad, Boston, me puse en contacto telefónico con el
productor Harry Cohn, que era entonces director de la Columbia, y que estaba en
Holywood; le dije “tengo preparada una historia extraordinaria si me envías
50.000 dólares a cuenta por telegrama dentro de una hora, y te firmaré un
contrato para hacerla”. Cohn preguntó “¿Qué historia?”. Yo estaba llamando
desde la taquilla del teatro; al lado, había un muestrario de libros de
bolsillo y le dije el título de uno de ellos: “La dama de Shanghai”. Le dije: “Compra la novela y yo haré la película".
Una hora después, recibíamos el dinero. Más tarde, leí el libro y era horrible;
de manera que me senté y escribí a toda prisa una historia. Llegué a Hollywood
para hacer el filme con un presupuesto muy pequeño y en seis semanas de rodaje.
Pero quería más dinero para mi teatro. Cohn me preguntó por qué no empleaba a
Rita. Ella dijo que le gustaría mucho. Le di a entender- que el personaje no
era simpático, que era una mujer que mataba y eso podría dañar su imagen de
estrella ante los ojos del público. Rita se empeñó en hacer el filme, y en vez
de costar 350.000 dólares, se convirtió en un filme de dos millones. Rita
cooperó mucho. El único que quedó horrorizado al ver el filme fue Cohn.”
A Welles le hubiese sorprendido saber
que algunos de sus compañeros de Hollywood simpatizaban con sus desventuras como
director. En Hollywood sus dos primeras películas habían tenido muchos
admiradores. Se dice que Vera Ralston, la esposa del propietario de la
Republic, Herbert Yates, convenció a su marido de que contratase a Welles y
John Ford para dar un toque de clase al estudio. Yates dejó a Welles que rodase
una adaptación del Macbeth de
Shakespeare, que realizó en sólo veintitrés días y con un presupuesto
increíblemente bajo. Se trata de una película desigual pero con magníficos
momentos, una de las mejores versiones shakesperianas de toda la historia del
cine.
Macbeth |
Esto no tiene nada de
sorprendente. Welles se pasó sesenta años de su vida reflexionando sobre la
grandeza y los misterios de la obra de Shakespeare, e intentando buscarle
nuevas interpretaciones. Se dice que cuando tenía dos años se dormía oyendo los
Cuentos de Shakespeare escritos por
Charles Lamb. A los tres los sustituyó por las versiones originales. A los
siete se sabía El rey Lear de memoria, y a los diez se había
aprendido todos los grandes papeles trágicos de Shakespeare.
Tras completar Macbeth comenzó a rodar Otelo (Othello). Esta película habría de convertirse en la odisea llena de
dificultades que caracterizaría a partir de entonces la mayoría de los
proyectos de Welles. El rodaje se arrastró interminablemente desde 1949 a 1952,
período durante el que Welles recorrió numerosos escenarios naturales de Marruecos
e Italia. Cuando se acababa el dinero se cortaba el rodaje, que se reanudaba
sólo cuando se obtenían nuevos fondos.
Aunque estas dificultades de
producción se reflejan también en el resultado final, en Otelo Welles contó con mejores colaboradores que en su título
anterior; su viejo amigo y mentor en sus días juveniles como actor en Dublin,
Michael MacLiammóir, crea un maravilloso y felino Yago, cuya maldad, según
insinúa la película, está originada por su impotencia sexual.
Welles parecía estar condenado a
vagar de un país a otro, dejando en todos ellos un montón de proyectos
abortados o a medio acabar. En 1955 empezó a rodar Don Quixote en México y París, con él mismo como Don Quijote y Akim
Tamiroff, uno de sus actores favoritos, como Sancho Panza, pero la película no
llegó nunca a buen puerto. Entre otros proyectos que fueron quedando a lo largo
del camino destacan las historias bíblicas de Noé, Abraham y Salomé, dos
adaptaciones más de Shakespeare, El rey
Lear y Julio César (producida finalmente en 1953 por un antiguo colaborador
del Mercury Theatre, pero con Joseph Mankiewicz como d¡rector); Pickwick Papers y, para mayor inri, Catch-22, que al final fue dirigida por Mike Nlichols en 1970, con
el propio Welles en el papel del general Dreedle.
Ya durante sus encuentros con
Shakespeare en la infancia, Welles mostró una especial afición por los
personajes mayores que la vida. Mr
Arkadin (1954) es un ser monstruoso en la línea de Ciudadano Kane. Arkadin es un hombre rico y poderoso que, a
diferencia de Kane, contrata a un investigador para que reconstruya la historia
de su misterioso pasado, tomo se demuestra al final, esto no es sino una argucia
para averiguar que el delito cometido en otros tiempos y que atormenta a
Arkadin está bien guardado y no puede ser descubierto por nadie.
Charlton Heston y Orson Welles en Sed de mal |
Durante años se consideró a Sed de mal como un ejemplo más de las
humillaciones infringidas por Hollywood a los genios creativos. Se dijo que los
montadores de la Universal masacraron la versión original de Welles. Sin
embargo, posteriormente, se pudo reconstruir la versión íntegra de la película
y se comprobó que las modificaciones introducidas por el estudio constituyen de
hecho una mejora; al suprimir algunas escenas innecesariamente explicativas,
los cortes realizados por la Universal ponían el acento en la sensación de
misterio y mal metafísico que es sin duda alguna el principal atractivo de la
película.
El proceso (The Trial,
1962), una producción franco-ítalo-alemana se rodó en París y Zagreb. Muy
admirada en el momento de su es
treno, vista ahora resulta una de las obras menos logradas de su autor. Sus evidentes discrepancias filosóficas con Kafka dan lugar no sólo a algunas interesantes tensiones, sino también a un exceso de debates. Para tratarse de una película de Orson Welles, contiene demasiados diálogos. Desde el punto de vista visual se trata, sin embargo, de un trabajo notable. Buena parte de El proceso se rodó en los edificios abandonados de la Gare D'Orsay de París; y la vieja estación de ferrocarril, bañada frecuentemente por la niebla, proporciona imágenes de gran impacto y brillantez. Villegas López comenta sobre la película: “La realización es la mejor de Welles, auténticamente genial. Todo lo que Welles había hecho en su obra y lo que aún no había hecho está manejado aquí con una precisión, una fuerza y una oscura y terrible poesía que no tienen igual. Esta larga narración de todas las pasividades cobra un dinamismo frenético, siempre creciente, y un gigantesco ritmo de moderna epopeya. La cámara se mueve continuamente, cambiando los ángulos, en busca de la mira más expresiva para cada instante. Los movimientos escénicos marchan siempre por su secreto laberinto, las luces juegan sin cesar sus ademanes modeladores, moduladores de la imagen, mientras la música da otra dimensión. A lo largo de cada escena y secuencia, la ansiedad del absurdo va creciendo constante, hasta llegar a un paroxismo casi histérico, donde estalla la situación disparatada, con lo que conduce en etapas sin solución de continuidad el crescendo total del filme, hasta estos dos valores fundamentales: el absurdo y la angustia increíbles, de pesadilla. Diríamos algebraicas, allí donde cada hombre sólo es un número para llenar la fórmula. Esa fórmula donde, por ejemplo, al exterminio total de los judíos se le pudo llamar ‘la solución definitiva’.”
treno, vista ahora resulta una de las obras menos logradas de su autor. Sus evidentes discrepancias filosóficas con Kafka dan lugar no sólo a algunas interesantes tensiones, sino también a un exceso de debates. Para tratarse de una película de Orson Welles, contiene demasiados diálogos. Desde el punto de vista visual se trata, sin embargo, de un trabajo notable. Buena parte de El proceso se rodó en los edificios abandonados de la Gare D'Orsay de París; y la vieja estación de ferrocarril, bañada frecuentemente por la niebla, proporciona imágenes de gran impacto y brillantez. Villegas López comenta sobre la película: “La realización es la mejor de Welles, auténticamente genial. Todo lo que Welles había hecho en su obra y lo que aún no había hecho está manejado aquí con una precisión, una fuerza y una oscura y terrible poesía que no tienen igual. Esta larga narración de todas las pasividades cobra un dinamismo frenético, siempre creciente, y un gigantesco ritmo de moderna epopeya. La cámara se mueve continuamente, cambiando los ángulos, en busca de la mira más expresiva para cada instante. Los movimientos escénicos marchan siempre por su secreto laberinto, las luces juegan sin cesar sus ademanes modeladores, moduladores de la imagen, mientras la música da otra dimensión. A lo largo de cada escena y secuencia, la ansiedad del absurdo va creciendo constante, hasta llegar a un paroxismo casi histérico, donde estalla la situación disparatada, con lo que conduce en etapas sin solución de continuidad el crescendo total del filme, hasta estos dos valores fundamentales: el absurdo y la angustia increíbles, de pesadilla. Diríamos algebraicas, allí donde cada hombre sólo es un número para llenar la fórmula. Esa fórmula donde, por ejemplo, al exterminio total de los judíos se le pudo llamar ‘la solución definitiva’.”
Gracias al español Emiliano Piedra
y a financieros suizos,
Welles pudo volver a Shakespeare en una película que es quizá su mejor obra después de Ciudadano Kane, Campanadas a medianoche (Chimes at Midnight, 1966). Se trata de
una adaptación tan fiel y brillante que ni tan siquiera los especialistas
shakesperianos más exigentes pueden encontrarle defectos. Welles recopiló
escenas de Ricardo V y Las alegres comadres de Windsor, así
como comentarios extraídos de las crónicas del historiador isabelino Holinshed,
para crear un texto totalmente nievo que p
odría haberse titulado La tragedia de Sir John Falstaff. Sin distorsionar la visión esencialmente cómica del personaje que dio Shakespeare, Welles supo crear un nuevo ser de ficción de heroico sentido del humor y gran bondad y generosidad, quizá con algunos defectos pero finalmente trágico al negarse a comprender y aceptar la ingratitud de los grandes y poderosos.
odría haberse titulado La tragedia de Sir John Falstaff. Sin distorsionar la visión esencialmente cómica del personaje que dio Shakespeare, Welles supo crear un nuevo ser de ficción de heroico sentido del humor y gran bondad y generosidad, quizá con algunos defectos pero finalmente trágico al negarse a comprender y aceptar la ingratitud de los grandes y poderosos.
A lo largo de los años Welles trabajó
infatigablemente como actor, interpretando muchas veces dos y tres películas
por año. Algunas de sus actuaciones, como las de Alma rebelde (1943),
El tercer hombre (The Third Man, 1949), Impulso criminal (Compulsión,
1959) y Catch-22 (1970) resultan
memorables, pero todas están llenas de inteligencia y sentido del humor. Muchas
veces la predisposición de Welles a aceptar papeles en películas menores o
incluso protagonizar anuncios de televisión le hizo parecer cínico e interesado
únicamente por el dinero. Sin embargo, su majestuosa e impecable interpretación
de Falstaff demuestra que, por mucho que haya prostituido su talento al
servicio de creadores de segunda fila, ha sabido conservar intactas sus grandes
dotes como actor.
Una historia inmortal (Une histoire
inmortelle, 1968), adaptación de un cuento de Isak Dineson, le proporcionó
la oportunidad de interpretar a uno de esos monstruos a los que tanto ama: un hombre
entre Kane y Arkadin, rico y poderoso en un sentido mundano, pero atormentado por
una secreta sensación de insatisfacción. Este hombre mayor, Mr. Clay, es la encarnación
de la leyenda tradicional de los marineros sobre un hombre acaudalado de Macao que
invita a un marinero joven a acostarse con su bella esposa (interpretada por
Jeanne Moreau), y a cumplir las funciones maritales de las que es incapaz.
Breve, clásica y casi perfecta, esta película fue la última historia normal que
Welles ha logrado completar.
A continuación prosiguió su
peregrinaje por todo el mundo. Trabajó como actor en Waterloo (1970), del ruso Bondarchuk, y en La década prodigiosa (La decade prodigieuse, 1971), del francés Chabrol. Su voz, rica e inimitable,
y su espléndida dicción le valieron ser contratado para leer el comentario de
numerosas películas, así entró en
contacto con Francois Reichenbach. De su colaboración nació la deliciosa y enigmática
Fraude (Fake/Question Mark, 1973).
El tercer hombre |
Welles se sintió fascinado por
algún material rodado en 16 mm. por Reichenbach para una serie de televisión
sobre grandes estafadores, en el que aparecían el famoso falsificador de obras de
arte Elmyr de Hory y Clifford Irving, que se hizo famoso como autor de la falsa
autobiografía de Howard Hughes. A estos dos grandes fraudes, Welles añadió los
suyos propios (entre los que incluyó la transmisión radiofónica de La guerra de los mundos, que, treinta
años antes, había conseguido convencer a los norteamericanos de que su país
había sido invadido por los marcianos). Welles maneja sabiamente todos estos
materiales para conducir al espectador por un fascinante laberinto en el que la
verdad y la mentira van de la mano.
En la última etapa de su vida, mayor, pero todavía lleno de
ímpetu juvenil y sentido del humor, Welles disfrutó con su imagen pública de “mago”
y “charlatán”, capaz de manipular a los espectadores a voluntad. Pero su lugar
dentro de la Historia del Cine está más próximo a alguna de sus
caracterizaciones trágicas. A pesar de tratarse de una de las figuras
potencialmente más dotadas del cine mundial, su producción a lo largo de
cuarenta años de trabajo es comparativamente reducida y está llena de proyectos
frustrados o a medio acabar. Esto es algo que cabe detectar en el cuento que se
contaba a sí mismo en Filming «Othello» (1978), trabajo en el que su
contribución debió ser indudablemente mayor que un simple comentario y una
simple entrevista.
En los últimos años, su lista de
proyectos inacabados fue aumentando. Entre 1967 y 1979 intentó sacar
adelante el proyecto de The Deep, que
debería filmarse en la costa dálmata. Desde 1970 intenta completar de una vez The Other Side of the Wind; “No me esfuerzo lo suficiente”, le confesó a
un periodista que le entrevistó en 1965, en un momento de desacostumbrada
sinceridad. «Estoy frustrado. ¿Lo
comprende?”
[1] Herman
Jacob Mankiewicz (7 de noviembre de 1897, Nueva York — 5 de marzo de 1953,
Hollywood, California) es uno de los más legendarios guionistas de Hollywood,
recordado, entre otras cosas, por su humor ácido y cínico (fue capaz de bromear
sobre el trasero de Jack L. Warner en su presencia, siendo éste uno de los más
poderosos e irascibles productores de Hollywood), su genialidad, y su notorio
alcoholismo. Su trabajo más conocido es el de coguionista en Ciudadano Kane.
[2] Ver entrada Ciudadano Kane en este mismo blog.
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