Al
final de la película, la pantalla está llena de cadáveres. Efectivamente, Cleopatra le había costado casi la vida
a su estrella y a uno de los grandes estudios de Hollywood. Pero la baja más más significativa de esa epopeya prolongada e inútilmente costosa fue el respeto y la
afición del público hacia los productos del cine americano. Cleopatra fue excesiva en todos los
sentidos, y todo el mundo supo deducir la lección de la relación entre la decadencia
del cine moderno y la historia dé la apasionada autodestrucción de la famosa
reina de Egipto. En todo el mundo, la película fue considerada como un emblema de hasta qué punto había
llegado a ser estúpido, autoindulgente y arcaico el mundo de Hollywood.
Después
de todo, a comienzos de los 60 no había nada que pareciese propiciar una
aventura tan disparatada como ésta. John F. Kennedy le preguntaba a sus
conciudadanos qué podían hacer por su país.
El problema de Berlín preocupaba a una nerviosa Europa y, de repente, se convirtió
en el posible desencadenante de una Tercera Guerra Mundial. En Francia, los directores
de la nouvelle vague estaban haciendo
películas que parecían conscientes de estas realidades, así como conocer el
estilo y las formas de expresión utilizadas por los jóvenes como armas contra
las actitudes cerradas de generaciones anteriores. En 1960 se produjo en Hollywood
una gran huelga de actores. Y mientras tanto, Elizabeth Taylor, que tenía ya
más de treinta años cuando la película se estrenó, se dedicaba a ocupar las
primeras páginas de los periódicos con un escándalo detrás de otro, y a exigir
un millón de dólares por una sola película.
Cleopatra marcó el final de un cierto tipo de
imperialismo cinematográfico, y conviene no olvidar r que el hombre que lanzó
originalmente el proyecto fue Walter Wanger. Este productor era una extraña
mezcla de aristócrata y magnate de Hollywood, y tenía ya sesenta y cinco años
cuando la producción de Cleopatra se
puso en marcha. Wanger había sido siempre un hombre muy ambicioso de honores y
al que le gustaba mucho la pompa. En 1951 había disparado contra Jennings Lang,
el agente de su mujer, Joan Bennett, por creer que los dos estaban sosteniendo
una relación amorosa- Wranger había comenzado su carrera después la I Primera
Guerra Mundial como ayudante de Jesse Lasky, y había mantenido su reputación de
productor independiente de éxito durante tres décadas con títulos tales como La reina Suecia (Queen Christina, 1933), Sólo
se vive una vez (You
Only Live Once, 1937), La diligencia (Stagecoach,
1939), Almas desnudas (The Reckless
Moment, 1949), Motín en el pabellón
11 (Riot in Cell Block 11, 1954), La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion
of the Body Snalchers, 1956).
Fue
quien empezó a soñar con Cleopatra con
la misma determinación que llevó a David O. Selznick a realizar Lo que el viento se llevó (1939). Pero
tenía el doble de años que Selznick cuando éste empezó a producir su famosa
película, y había sufrido ya un infarto. A pesar de todo, Wanger consiguió un
guión, formar el reparto y decretar que el antiguo Egipto debía reproducirse en
los estudios Pinewood de Inglaterra. También
contrató como director a Rouben Mamoulian, un hombre que, en los quince años
anteriores, había dirigido sólo dos películas.
Wanger
consiguió financiación y un contrato de distribución con la 20th Century-Fox.
Entre 1935 y 1956 estos estudios habían estado dominados por la figura de
Darryl F: Zanuck, un guionista convertido en magnate del cine al que le
gustaban todos los detalles de la realización de películas y poseía la energía
necesaria para ocuparse de ellos. Pero a mediados de los 50 dimitió de su
puesto y marchó a Europa para trabajar como productor independiente y mantener tempestuosas
relaciones amorosas con mujeres como Juliette Greco.
La
Fox pasó al control de Spyros Skouras, anteriormente propietario de salas de
cine, que no había producido una película en toda su vida. Skouras fue el
hombre que compró los derechos del Cinemascope, pero no estaba demasiado versado
en temas de producción y supervisión de películas, por lo que permitió que Cleopatra se le escapase de las manos, y
aceptó la disparatada idea de que la película fuese rodada en Inglaterra.
La
Alejandría reconstruida a orillas del Támesis sufrió los continuos embates de
la lluvia y el hielo. En febrero de 1961, Elizabeth Taylor cayó gravemente
enferma de neumonía, surgieron complicaciones y estuvo prácticamente a las puertas
de la muerte..., con toda la prensa internacional esperando- a la puerta de la
clínica. La estrella sobrevivió, aunque su salud se vio muy quebrantada. La
película quedó interrumpida y, cuando se reanudó el rodaje, se vio que de todo
el metraje rodado en Inglaterra había muy poco aprovechable. Mamoulian fue despedido
y se vio reemplazado por Joseph Mankiewicz, a quien se dio permiso para
reescribir el guión y actualizar la psicología de los protagonistas. Y, lo que
era más importante, el rodaje se reanudaría en Roma.
El
1962, la 20th Century-Fox atravesaba una difícil situación económica. Sus
pérdidas ascendían a casi 40 millones de dólares. Hubo que vender dos terceras
partes de los terrenos del estudio a una compañía inmobiliaria. El presupuesto
de Cleopatra se aproximaba ya a los 40
millones de dólares, lo que, en las cifras de hoy en día, ascendería a casi el
doble. Mientras tanto, y también en Europa, Zanuck estaba produciendo El día más largo (The Longest Day, 1962) con todo el cuidado y las economías de un
Eisenhower. Empezó a concebir temores sobre sus acciones en la compañía y a
preocuparse ante la posibilidad de que El
día más largo no fuese distribuida correctamente. Volvió por tanto a
Estados Unidos y reclamó la presidencia de la Fox.
De
ese modo, fue Zanuck quien supervisó la última fase del rodaje, realizada en el
propio Egipto. Fue también él quien despidió a Wanger (aunque permitiéndole
aparecer en los títulos de crédito), sometió a Mankiewicz a una férrea disciplina
e hizo caso omiso de los caprichos de las estrellas. Luego se llevó Cleopatra a
la sala de montaje y, con la ayuda del experimentado montador Elmo Williams, la
redujo a menos de cuatro horas, hasta que, en el verano de 1963, el «monstruo»
de película pudo ser estrenado.
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