1889: nace Victoria Kent, abogada y política española.
Nació en Málaga, probablemente el 3 de marzo de 1889, aunque hay discrepancias documentales sobre la fecha. Ella misma cambió su fecha de nacimiento por las de 1887 y 1889 en distintos documentos fechados a partir de su llegada a Madrid (1917). Otras fuentes la sitúan en 1898. Entre las razones de ello se aducen «exigencias de tipo académico» o incluso «coquetería».
Su padre, José Kent Román, fue un comerciante de tejidos, y su madre, María Siano González, ama de casa. Vivió en Málaga hasta 1917, año en que marchó a Madrid a estudiar el bachillerato en el instituto Cardenal Cisneros, apoyada por su madre y por los contactos que había trabado su padre. A su llegada a la capital se instala en la Residencia de Señoritas. En 1920 ingresa en la Facultad de Derecho de la Universidad Central, donde cursa la carrera como alumna no oficial hasta su licenciatura en junio de 1924.
Se colegia en enero de 1925 y, aunque no tenía demasiado interés en ejercer la profesión ante los tribunales, no tardó en tener su primera intervención como abogada defensora. Se hizo famosa en 1930 defendiendo ante el Tribunal Supremo de Guerra y Marina a Álvaro de Albornoz, miembro del Comité Revolucionario Republicano, detenido y procesado junto con los que después formaron el Gobierno provisional de la República, a raíz de la Sublevación de Jaca de diciembre de 1930. Fue la primera mujer en el mundo en intervenir ante un consejo de guerra, consiguiendo la absolución de su defendido.
Afiliada al Partido Radical Socialista, fue elegida en 1931 diputada de las Cortes Constituyentes por Madrid. En las elecciones del 16 de febrero de 1936, Victoria Kent fue elegida diputada por Jaén, en las listas de Izquierda Republicana, que formaba parte del Frente Popular.
Afiliada al Partido Radical Socialista, fue elegida en 1931 diputada de las Cortes Constituyentes por Madrid. En las elecciones del 16 de febrero de 1936, Victoria Kent fue elegida diputada por Jaén, en las listas de Izquierda Republicana, que formaba parte del Frente Popular.
Fue designada personalmente por el Presidente de la República Alcalá-Zamora como Directora General de Prisiones en mayo de 1931, cargo que desempeñó con el objetivo de conseguir la rehabilitación de los presos, y que ocuparía hasta 1934.
Su mandato al frente de las prisiones españolas fue muy significativo, continuando con la labor emprendida en el siglo pasado por la precursora Concepción Arenal; de hecho, una vez que hubo mandado retirar todos los grilletes y cadenas de las prisiones hizo modelar con el metal obtenido una estatua de Concepción Arenal. Se dedicó intensamente a la reforma de las cárceles españolas, bajo el criterio de que las sociedades están obligadas a recuperar al delincuente como persona activa, y que las cárceles son el instrumento para ello. Siguiendo estas directrices, ordenó la mejora de la alimentación de los reclusos, permitió la libertad de culto en las prisiones, estableció los permisos por razones familiares, cerró 114 centros penitenciarios por estar en pésimas condiciones, ordenó construir la nueva cárcel de mujeres de Ventas, en Madrid, en la que no existían celdas de castigo, y creó el Cuerpo Femenino de Prisiones, para las cárceles de mujeres, y el Instituto de Estudios Penales, cuya dirección encomienda a su maestro Jimenéz de Asúa.
Sus medidas al frente de la Dirección General de Prisiones le dieron una gran popularidad, llegando su nombre a aparecer en un conocidísimo chotis, «El Pichi», parte de una revista frívola Las leandras, que cantaba la popular Celia Gámez: «Se lo pués decir / a Victoria Kent, / que lo que es a mí / no ha nacido quien».
Con motivo de las discusiones para conseguir el sufragio femenino, se posicionó en contra de otorgar de forma inmediata el voto a las mujeres. Su opinión era que la mujer española carecía en aquel momento de la suficiente preparación social y política como para votar responsablemente, por lo que, por influencia de la Iglesia, su voto sería conservador, lo que perjudicaría a los partidos de izquierdas (para Victoria Kent una de las pruebas del alineamiento mayoritario de las mujeres con la derecha antirrepublicana sería la entrega al Presidente de las Cortes un millón y medio de firmas de mujeres católicas pidiendo el cambio del proyecto de Constitución para que respetara los "derechos de la Iglesia"). Sostuvo una polémica al respecto con otra mujer en las Cortes, Clara Campoamor. Esto le acarreó cierta impopularidad, no obteniendo acta de diputada en las elecciones del 19 de noviembre de 1933. Al año siguiente abandonó la Dirección General de Prisiones.
En el debate que mantuvo con Clara Campoamor el día 1 de octubre de 1931 sobre el derecho de voto de las mujeres afirmó:Con motivo de las discusiones para conseguir el sufragio femenino, se posicionó en contra de otorgar de forma inmediata el voto a las mujeres. Su opinión era que la mujer española carecía en aquel momento de la suficiente preparación social y política como para votar responsablemente, por lo que, por influencia de la Iglesia, su voto sería conservador, lo que perjudicaría a los partidos de izquierdas (para Victoria Kent una de las pruebas del alineamiento mayoritario de las mujeres con la derecha antirrepublicana sería la entrega al Presidente de las Cortes un millón y medio de firmas de mujeres católicas pidiendo el cambio del proyecto de Constitución para que respetara los "derechos de la Iglesia"). Sostuvo una polémica al respecto con otra mujer en las Cortes, Clara Campoamor. Esto le acarreó cierta impopularidad, no obteniendo acta de diputada en las elecciones del 19 de noviembre de 1933. Al año siguiente abandonó la Dirección General de Prisiones.
Que creo que el voto femenino debe aplazarse. Que creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal.(...) Lo pido porque no es que con ello merme en lo más mínimo la capacidad de la mujer; no, Sres. Diputados, no es cuestión de capacidad; es cuestión de oportunidad para la República. (...) Cuando la mujer española se dé cuenta de que sólo en la República están garantizados los derechos de ciudadanía de sus hijos, de que sólo la República ha traído a su hogar el pan que la monarquía no les había dejado, entonces, Sres. Diputados, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República; pero, en estos momentos, cuando acaba de recibir el Sr. Presidente firmas de mujeres españolas que, con buena fe, creen en los instantes actuales que los ideales de España deben ir por otro camino, cuando yo deseaba fervorosamente unos millares de firmas de mujeres españolas de ahesión a la República (La Srta. Campoamor: Han venido.)... he de confesar humildemente que no la he visto. (...) Por hoy, Sres. Diputados, es peligrosos conceder el voto a la mujer.
Durante la guerra civil se hizo cargo de la creación de refugios para niños y de las guarderías infantiles. El gobierno de la República la envió a Francia como Primera Secretaria de la embajada republicana en París, para que se encargara de las evacuaciones de los niños. Permaneció en Francia hasta el final de la Guerra Civil Española, a cuyo término colaboró en la salida de los refugiados españoles hacia América. Sin embargo, no pudo seguir el mismo camino y fue sorprendida por la invasión nazi. Al ser ocupada París por la Wehrmacht el 14 de junio de 1940, Victoria Kent se refugió en la embajada mexicana, donde permaneció refugiada durante un año, al estar su nombre en la lista negra entregada por la policía de la dictadura militar franquista al gobierno colaboracionista de Vichy, la Cruz Roja le proporcionó un apartamento cerca del Bosque de Boulogne, donde vivió hasta la liberación con una identidad falsa: la de Madame Duval. En este tiempo en la capital francesa escribió Cuatro años en París, novela autobiográfica narrada en tercera persona cuyo protagonista, Plácido, es un alter ego de la autora.
En 1948 se marchó a México, donde dio clases de Derecho Penal en la universidad, fundando la Escuela de Capacitación para el Personal de Prisiones, de la que fue directora durante dos años. Llamada por la ONU, en 1949 viajó a Nueva York para colaborar en la Sección de Defensa Social, con el encargo de estudiar el lamentable estado de las cárceles de Iberoamérica, cargo que abandonó poco después por ser excesivamente burocrático. En Nueva York fundó y dirigió la revista Ibérica desde 1954 a 1974, en la que publicaba las noticias llegadas desde España para los exiliados republicanos en Estados Unidos. Aunque volvió a España en 1977, regresó posteriormente a Nueva York, donde pasó el resto de sus días, hasta su muerte en 1987.
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