Hasta la última
década del siglo XX Abel Gance no fue reconocido como un director importante e innovador
del cine mudo, pero durante la mayor parte de sus 62 años de carrera ha sido
visto con sospecha y su obra ha sido infravalorada.
Abel Gance nació en París, 25 de
octubre de 1889, fue un cineasta
francés, pionero del cine mudo, autor de obras emblemáticas como Napoleón. Su
carrera se prolongó durante 60 años.
Gance
fue el hijo ilegítimo de Abel Flamant, un acaudalado médico judío y la obrera
Françoise Pèrethon. Fue criado por sus abuelos maternos en el pueblo de
Commentry hasta que, cuando tenía ocho años, su madre contrajo matrimonio con
el chófer Adolphe Gance, y Abel se trasladó a París a vivir con ellos. Aunque
tomó el apellido de su padrastro, siguió recibiendo ayuda económica de su
padre, lo que le permitió recibir una excelente educación. Aunque atraído por
el arte desde la infancia, Abel Gance quiso satísfacer los deseos de su padre,
y, a los 17 años, aceptó un empleo de pasante en la oficina de un procurador.
Sin embargo, al cabo de sólo un año huyó a Bruselas y se hizo actor.
Para
1908 se encontraba ya de vuelta en París, interpretando pequeños papeles en el
teatro y en el cine, escribiendo guiones para complementar sus ingresos y, lo
que es más importante, haciendo amigos en los círculos artísticos de vanguardia
de la época. En aquellos momentos esos amigos eran todavía poco conocidos, pero
entre ellos figuraban los pintores Léger y Chagall.
el
poeta simbolista Apollinaire, el escritor Blaise Cendrars y el actor
Séverin-Mars. Posteriormente, tanto Cendrars como Séverin-Mars, desempeñaron
importantes papeles en la obra de Gance.
Durante
algún tiempo, el cine ocupó un puesto secundario en la vida de Gance, ya que centró
toda su atención en su obra teatral La
victoire de Samothrace. Ese drama poético estaba pensado para el Theátre
Franjáis, pero fue rechazado por éste. Entonces, el amigo de Gance, Edouard de
Max, le envió el texto a Sarah Bernhardt, que se mostró entusiasmada con él.
Pero, debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, la obra no se puso en
escena y, después de la guerra, Gance, que había sido considerado inútil por
padecer tuberculosis, se interesó casi exclusivamente por el cine.
En 1909 comenzó a trabajar como actor y guionista
cinematográfico: Molière (1909), Le portrait de Mireille (1909), Le glas du père Césaire (1909), La légende
de l'arc-en-ciel (1909), Paganini
(1910), Le roi des parfums (1910), Le crime
du grand-père (1910), La fin de Paganini
(1910), La fille de Jephté (1910), L'auberge rouge (1910) y L'aluminite (1910).
Dos
años después, en 1911, fundó, con la ayuda de algunos amigos, su propia
compañía, y dirigió su primera película, La
Digue, un drama costumbrista.
Su
segunda película fue Le masque
d'horreur (cortometraje, 1912). Y su
segundo largo fue Le Nègre blanc (1912), aborda el tema de
los prejuicios raciales, desarrollando la historia de un niño negro maltratado
por los blancos.
A
continuación dirigió y, en la mayoría de las ocasiones, escribió: La pierre philosophe, La mort du duc d'Enghien, Il y a des pieds au plafond, todas de 1912.
Una
incipiente carrera como autor teatral fue interrumpida por el estallido de la
Primera Guerra Mundial, durante la cual Gance volvió a dedicarse al cine.
Pero
su lanzamiento auténtico se produjo en 1914, cuando Louis Nalpas (director de
Le Film d'Art, empresa a la que Gance ofrecía continuamente guiones) le entregó
5.000 francos a cambio de que dirigiera una película para la compañía. La película
en cuestión. Une drame au cháteau d'acre
(1915) se completó en sólo cinco días. A Nalpas le gustó mucho, y prometió al
joven director carta blanca para su siguiente película, oportunidad que casi
puso fin a la carrera de Gance, el cortometraje La Folie du Docteur Tube (1916), una extrañísima comedia sobre un
científico loco que inventa unos polvos que transforman la apariencia de las
personas. Ha sido calificada como la primera película puramente experimental. Para
rodarla, Gance y Léonce-Henry Burel, el director de fotografía que trabajó con
él durante el período mudo recurrieron al uso de espejos distorsionantes, con
efectos tan espectaculares que desconcertado Nalpas, que consideraba el cine
sobre todo como forma de entretenimiento, se negó a distribuirla. Desanimado,
Gance volvió a rodar melodramas convencionales para recuperar la confianza de
su productor , como La fleur des
ruines, L'héroïsme de Paddy y L'énigme de dix heures, todas de 1915.
En
sus películas de los años siguientes introdujo las técnicas de montaje
empleadas ya en Estados Unidos por David Wark Griffith, el uso de primeros
planos y otros procedimientos innovadores para la época. En 1916,
dirigiría Les gaz mortels, Le périscope,
Le fou de la falaise, Fioritures, Ce que les flots racontent.
A
partir de 1917, el interés de Gance se centra en los dramas sociales, con
películas como Le Droit à la vie y Mater Dolorosa (su primera película
importante), las dos de ese año. Mater
Dolorosa, superficialmente, se trata de un lacrimógeno melodrama burgués, como
los que se interpretaban en muchos de los teatros de bulevar de la época, pero
la película consigue trascender fácilmente ese género. Hábilmente montada y
bellamente fotografiada por Burel, Mater
Dolorosa es la obra de un director totalmente entregado a su trabajo, que se
interesa mucho por sus personajes y cree apasionadamente en su medio. Contiene
dos espléndidas interpretaciones centrales de Emmy Lyn (una gran estrella del
primitivo cine francés), como la madre dolorosa del título, y del actor teatral
Firmin-Gémier, como su marido. Los actores teatrales de la época tendían a aparecer
desplazados en el cine; pero, dirigido por Gance, Firmin-Gémier actúa con
notable contención y sin incurrir en ningún histrionismo. Este control se
convirtió en una de las características de la obra de Gance, ya que los actores
lo reconocían instintivamente y tenían una gran fe en su capacidad como
director. Tanto los protagonistas como los extras se entregaban
a sus personajes. “¿Qué actor no querría hacer películas con este gran
innovador, con este maravilloso director, con este perfeccionista?”, se
preguntaba Gabriel de Gravone, el actor que Gance utilizó posteriormente en La rueda (1923). Mater Dolorosa tuvo mucho éxito tanto de crítica como de público. De
ese mismo año son: Barberousse (1917)
y La zone de la mort (1917).
Otra
de sus obras más interesante en esta etapa es La Dixième symphonie (1918), en que un compositor sublima sus
padecimientos personales en una trascendental obra de arte. En esta película,
el amigo de Gance, Séverin-Mars,
interpretaba
un papel junto a Emmy Lynn. Su presencia sería crucial en las dos obras
maestras que vendrían a continuación. Durante la producción de La décima sinfonía, Gance estaba
planteándose rodar ya su pacifista Yo
acuso (J'accuse). Había estado un
breve tiempo movilizado, en la sección cinematográfica del ejército, pero muy
pronto se le dio por inútil. Cuando, a pesar de las dificultades financieras por
las que atravesaba Le Film d’Art, Charles Pathé le dio permiso para seguir con
su proyecto cualquiera que fuera el costo, Gance volvió a unirse a la sección
cinematográfica para rodar en los frente. Tras el final de la guerra, Gance
estrenó Yo acuso (J'accuse!) en (1919), un durísimo
alegato contra la carnicería organizada que supuso la I Guerra Mundial. El
filme tuvo un gran éxito, tanto en Francia como en el extranjero. Gance viajó a
Estados Unidos para exhibir la película ante un público entre el que se
encontraba el propio Griffith y las hermanas Lillian y Dorothy Gish. En Yo acuso se combinaron por primera las
dos facetas de Abel Gance: el cineasta ofreció espectaculares escenas de masas,
expresivos primeros planos e incluso efectos de pantalla dividida, que
anunciaban ya los de Napoleón;
mientras que el escritor visionario, en colaboración con Blaise Cendrars, que
había perdido un brazo en la guerra y experimentado todo su horror, ofreció un
guión asombroso por su intensidad y sus ambiciones. La base del mismo lo constituía
un sencillo triángulo romántico de rivalidad, celos e incomprensión, a partir
de la cual Gance condena amargamente los trágicos malentendidos de la guerra. En
un macabro climax de extraordinaria fuerza, el superviviente de los dos
anteriores rivales les cuenta a los habitantes de su aldea una visión de la
guerra en la que ve los cadáveres levantarse de los campos de batalla para
volver a sus hogares. Según él, lo hacen para comprobar si los vivos son
merecedores de su sacrificio; y, tal como está contada la historia, Gance
muestra el “retorno”» de los muertos. Algunos críticos han argumentado que el
mensaje pacifista de la película se ve desdibujado debido a que se muestra su
sacrificio como algo justificable. Es posible que así pareciera en 1918; pero,
si se piensa en el efecto global de Yo
acuso, no cabe la menor duda de la
ira y la oposición de Gance ante el absurdo inhumano de la guerra: “denuncié la
guerra, denuncié a los hombres, denuncié la
estupidez universal”.
La
siguiente obra de Gance, La rueda (La Roue), fue rodada entre 1919 y 1920,
pero no se estrenó hasta 1923. Se trata de una producción monumental, que tuvo que ser estrenada en tres sesiones
sucesivas, y que desarrolla la melodramática historia de un maquinista
enamorado de su hija adoptiva. El interés del filme radica sobre todo en el
tratamiento poético que le imprime su director, desarrollando metáforas como la
de la vida como una interminable rueda. La
rueda filmo durante una época de gran tristeza personal para Gance. Se
había enamorado profundamente de Ida Danis, una secretaria de Le Film d'Art y, durante
toda la filmación de la película, ella permaneció gravemente enferma. Murió el
primer día de montaje. Gance también sabía que Séverin-Mars tenía una grave enfermedad
cardíaca y que no iba a vivir mucho tiempo. Sólo ha llegado hasta nuestros días
una versión de 12 bobinas de la original, en tres partes, con un total de 32 bobinas:
pero, incluso incompleta, el impacto de la película es enorme. Una vez más, una
historia de amor sirve de marco para expresar preocupaciones más amplias y
profundas. Sisif, conductor de locomotora, y su hijo, Elie, están enamorados de
Norma, una muchacha a la que Sisif rescató de un accidente de tren cuando era niña
y a la que ha criado como a su propia hija. Creyendo serlo en realidad. Norma
se casa con otro hombre, y la desesperación de Sisif y Elie conduce a la
tragedia. Pero el alma de la película lo constituye el ferrocarril. Gance
reconstruyó la casa de Sisif entre las vías férreas de Niza, y el humo, el
polvo y la carbonilla están presentes en todo momento. Buena parte del drama
ocurre en la locomotora de Sisif, y Gance utilizó el montaje rápido como nunca antes,
creando un ritmo musical reforzado por la partitura del compositor Arthur
Honegger. La película se convirtió en un poema simbolista en el que
predominaban las imágenes de la rueda. Al final, mientras Sisif muere
calladamente en una cabaña de las montañas, los aldeanos bailan una danza en
círculo, el símbolo final de la película, con lo que queda claro que la rueda del
título es la rueda de la fortuna, y que los sufrimientos de Sisif han estado
encaminados hacia ese terrible final. Vista
en estos términos, La rueda puede
parecer pretenciosa e incluso estúpida. Es posible que, privadas de sus
imágenes, las ideas de Gance resulten fáciles de criticar; pero con imágenes
resultan impresionantes y convincentes, y el mundo, que ha tenido por fin la oportunidad
de ver Napoleón, no debería verse privado
de la posibilidad de conocer La rueda.
Fue una película muy admirada por grandes cineastas, como Jean Cocteau y Akira
Kurosawa.
Tras
una extraña comedia de horror en colaboración con el cómico francés Max Linder,
Au secours! (1924).
A
continuación vinieron los años de Napoleón, en los que Gance tuvo que dedicarse
sobre todo a luchar con el fin de conseguir la financiación necesaria para sus
seis películas sobre la vida del Emperador francés. Gance rodó su obra más
importante: la monumental Napoleón (Napoléon, 1927), uno de los grandes
clásicos del cine mudo. Gance invirtió dos años en la realización de esta
película, que recrea la primera parte de la biografía de Napoleón Bonaparte,
desde su infancia hasta la campaña de Italia, en 1796, y que pretendía ser el
inicio de un proyecto de seis largometrajes sobre la vida de Napoleón, nunca
realizados. Gance no esconde en la película su admiración por el personaje, al
que retrata como un líder idealista y visionario, en la línea de los grandes
escritores románticos (Byron, Víctor Hugo o Heine), que habían visto en
Bonaparte la encarnación del espíritu revolucionario. En Napoleón, Gance hizo un verdadero alarde de innovaciones técnicas:
una escena de persecución, por ejemplo, está rodada con una cámara situada en
el lomo de un caballo al galope; la escena inicial del filme, la batalla de
bolas de nieve, fue rodada por un operador cámara en mano, algo completamente
inusual en la época. Para las secuencias de la tormenta en alta mar y la
disputa en la Convención, la hizo colgar como un péndulo, moviéndose de un lado
a otro. Además de dirigir esta película, Abel Gance participó como actor,
realizando una sobria y aclamada interpretación del famoso revolucionario Louis
de Saint-Just, uno de los máximos representantes del Reinado del Terror de la
Revolución francesa. Para el clímax final de la película, la campaña de Italia
de 1796, Gance utilizó un sistema panorámico especial, con tres pantallas y
tres proyectores, al que denominó Polyvision, y que le permitía también mostrar
tres acciones simultáneas, en forma de tríptico. La excesiva duración del filme
(alrededor de seis horas) hizo que se exhibiese generalmente en versiones
mutiladas. Cuando la película se logró estrenar, era en una versión deformada,
casi un travestí de la original, (en Estados Unidos, por ejemplo, se proyectó
una versión de sólo 72 minutos, es decir, poco más de una quinta parte del
metraje original).
La
carrera de Gance no se detuvo con el advenimiento del sonoro. En 1931, Gance
estrenó su primera película hablada, La fin
du monde, filme de ciencia ficción en que un astrónomo, interpretado por el
propio Gance, descubre que un cometa está a punto de estrellarse con la Tierra,
recibió un tratamiento parecido a Napoleón,
exhibiéndose salvajemente mutilada. No tuvo demasiado éxito.
En 1933 dirigió:
Le maître de forges (1933), co-director Fernand Rivers.
Y nueva versión de Mater dolorosa.
En
1934, añadió diálogos a un nuevo montaje de Napoleón y dirigió con la colaboración de Fernand Rivers, La dame aux camélias.
Una obra importante de
este período es Lucrèce Borgia
(1935), ambientada en la Italia renacentista, e inspirada en las vidas de
Lucrecia y César Borgia. Este último es la contrafigura del Napoleón de Gance,
pues sólo siente un insaciable deseo.
De ese mismo año es Jérôme Perreau héros des barricades (1935).
También
es relevante la película Un gran amor de
Beethoven (Un grand amour de Beethoven, 1936), nueva incursión en el género biográfico, inspirada en la
vida del compositor Ludwig van Beethoven, donde, una vez más, Gance aborda el
tema del genio romántico.
En
1938 rueda una nueva versión de su clásico antibelicista de 1919, J'accuse.
Aunque utiliza parte del metraje del film anterior, se trata en esencia de una
nueva película, concebida como protesta contra la inminente Segunda Guerra
Mundial.
En
la carrera posterior de Gance, destacan sobre todo sus ambiciosas e
infravaloradas producciones:
Paraíso perdido (Paradis perdu, 1940). Narra la vida de un diseñador parisino, que no acaba de superar la muerte de su mujer.
La venus ciega (Vénus aveugle, 1941). A Clarisse, una cantante de cabaret, le diagnostican que se quedará
ciega en uno o dos años. Romperá con su amante, Madère, haciéndole creer
que ya no le ama...
Le capitaine Fracasse (1943). En el París del siglo XVIII, gobernado despóticamente por el malvado duque de Vallombreuse, sólo hay un héroe; Fracasse.
Austerlitz
(1960), sobre la batalla del mismo nombre. La batalla de Austerlitz (2-XII-1805) fue una de las más brillantes
victorias de Napoleón en su lucha contra las potencias absolutistas
europeas. Más de treinta años después de la publicación de su biografía
sobre Napoleón, Abel Gance volvió a inspirarse en la figura de Bonaparte
para dirigir esta épica y colosal reconstrucción de la batalla de
Austerlitz (o de los Tres Emperadores), en la que el emperador francés
derrotó a los austríacos y a los rusos. Fue producida por Alexander
Salkind y contó con un reparto estelar.
Cyrano
et d’Artagnan (1963). Año 1642. Luis XIII (1601-1643) es el Rey de Francia, pero está dominado
por el cardenal Richelieu, que urde toda clase de intrigas palaciegas,
sobre todo con el fin de desacreditar a la reina Ana de Austria. En
medio se encuentran d'Artagnan y los mosqueteros del Rey, Cyrano y los
cadetes de Gascuña y los guardias del Cardenal. D'Artagnan y Cyrano, los
dos mejores espadachines de la época, se hacen amigos. El ingenioso
Cyrano se enamora de Ninon de Lenclos y d'Artagnan de Marion de l'Orme,
dos bellas y famosas damas de la corte.
Después, Gance dirigió dos películas de tema
histórico para la televisión francesa, Marie
Tudor (1966) y Valmy (1967).
Varios de sus proyectos quedaron sin realizar: además de su saga inconclusa
sobre la biografía de Napoleón, se había propuesto rodar una producción épica
sobre la vida de Cristo que habría llevado el nombre de La Divine Tragédie (La Divina
Tragedia), para la que no encontró financiación. Otro proyecto sobre la
vida de Cristóbal Colón no pudo realizarse a causa del estallido de la Segunda
Guerra Mundial.
Abel
Gance, visionario, poeta y cineasta, murió en el 10 de noviembre de 1981, a la
edad de 92 años. Durante medio siglo había sido incapaz de rodar una película
tal como él quería; pero, antes de morir, tuvo el consuelo de saber que su obra
maestra, Napoleón (1927) había sido
amorosa y cuidadosamente restaurada e iba a ser exhibida a los grandes públicos
de Europa y América. Cuando se hizo, los espectadores, la mayoría de los cuales
no habían nacido todavía ruando él rodó la película, se quedaron impresionados ante
una experiencia para la que sus conocimientos cinematográficos no les habían preparado.
Abel
Gance fue un gigante del arte cinematográfico, un genio creador de obras maestras
que inspiraron a varios cineastas de generaciones posteriores.
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