(cont.)
No hay
tiempo para sargentos (No Time for
Sergeants, 1958). Adaptación de una sarcástica novela de Mac Hyman, que
narra lo que le sucedió realmente durante su etapa en el ejército. Ya había
sido adaptada a la televisión en 1955 con el mismo título, dirigida por Alex
Segal y también con el cómico Andy Griffith de protagonista. Tras su exitoso
paso por la pequeña pantalla, el mismo argumento conoció una obra teatral
escrita por Ira Levin. En realidad la película es una sucesión de golpes
humorísticos sobre lo que le sucede a un sargento en el ejército, sobre todo en
relación a sus extravagantes compañeros Irvin y Ben, ambos encarnados por unos
divertidos Murray Hamilton (años después conocido por multitud de series
televisivas y su alcalde de Tiburón) y Nick Adams. Tiene buen pulso narrativo y
algunos gags afortunados, pero le pierde cierto tono patriótico exagerado.
FBI contra
el imperio del crimen (The FBI Story,
1959). Película de propaganda y exaltación de los valores del FBI, organismo
creado en 1924 y que lo mismo combatió a miembros del KKK y gánsteres como
Dillinger que conspiraciones comunistas. Precisamente la historia se centra
sobre todo en los años 50, cuando en plena 'guerra fría' la obsesión comunista
hizo que las autoridades norteamericanas sometiesen a sus ciudadanos a un
férreo control, donde cualquiera podía ser sospechoso de espionaje. Narrada
bajo el prisma de uno de sus más veteranos agentes –convincentemente encarnado
por James Stewart–, en realidad parecen episodios sueltos engarzados de
cualquier forma en sus excesivos 150 minutos de metraje. Tiene una poderosa
partitura de Max Steiner y buenas escenas de acción. Por supuesto se omiten las
partes más negativas de la organización. Edgard Hoover, director del FBI desde
1928, hace un cameo.
Wake
Me When It's Over (1960). Comedia basada en la novela Howard Singer con algunos
puntos en común con La casa del té de la
luna de agosto (1956), curiosamente también basada en otra novela, esta vez
de John Patrick. Ambas toman como punto de partida la reconstrucción de Japón
después de la Segunda Guerra Mundial y de cómo los norteamericanos tomaron parte
activa en dicho proceso. En esta ocasión su irónico título original (en
traducción española Despiértame cuando
esto acabe) ya deja bien claras las intenciones del protagonista, el
capitán Charlie Stark, un vividor que llega a una isla japonesa después de la
guerra con la intención de aprovechar la barata mano de obra para construir un
gran hotel regentado por atractivas señoritas. El tono de sátira y la dirección
de LeRoy son bastante correctas, pero las más de dos horas de su metraje echan
por tierra el resultado final.
A Majority
of One (1961). Una comedia de romance otoñal, basada en una alabada obra
teatral de Leonard Spigelgass que él mismo se encargó de escribir para el cine.
Lo mejor es la elección de su reparto, con Rosalind Russell como una judía de
Brooklyn y Alec Guinness en el papel de un japonés (cuando precisamente cuatro
años antes había sido torturado por ellos en El puente sobre el río Kwai. La viuda Jacoby pasa su tiempo en
Nueva York sin muchos alicientes, así que decide ir a visitar a su hija que
está en Tokio, casada con un diplomático americano. Allí descubrirá los
encantos de la cultura oriental gracias a su amistad con el empresario viudo
Asano. El film consiguió una candidatura al Oscar para la fotografía en color
de Harry Stradling Sr. 3 Globos de Oro, incluyendo Mejor película - Comedia.
El diablo a
las cuatro (The Devil at 4
O'Clock, 1961). En una comunidad del Pacífico Sur el padre Doonan lucha
diariamente en su hospital para atender a todo tipo de enfermos. Una serie de
terremotos que azotan la región hace que un avión que transporta a tres presos
recale en dicha isla. Con la amenaza de un volcán a punto de entrar en erupción
y destruir todo lo que encuentre a su paso, Doonan pide ayuda a los reclusos
para que le ayuden a evacuar a los heridos, principalmente niños. Cine de
aventuras con atisbo de catástrofe, se basa en una novela de Max Catto. Cuenta
con una atractiva pareja masculina protagonista. Spencer Tracy es un misionero
bondadoso, y Frank Sinatra el preso que acaba purgando sus pecados rescatando
al sacerdote y a los niños. Según los mentideros de Hollywood, ambas estrellas
se soportaron cordialmente durante el rodaje. La maqueta del volcán era enorme
y costó medio millón de dólares.
La reina del
vaudeville (Gypsy,
1962). En plena década de espectaculares y exitosos musicales cinematográficos
adaptados de Broadway (Sonrisas y
lágrimas, My Fair Lady, Amor sin barreras, Oliver!), Mervyn LeRoy fue el elegido para llevar adelante uno de
los más célebres: la comedia musical Gypsy,
con música y letra de Jules Styne y Stephen Sondheim, y que supuso todo un
triunfo para su actriz protagonista Ethel Merman. Sin embargo, para su versión
en cine se prefirió contar con Rosalind Russell, muy bien acompañada en el
reparto por Natalie Wood y Karl Malden. Manteniendo los números musicales más
brillantes de la obra (entre ellos Everything's
Coming Up Roses), el filme consiguió tres candidaturas al Oscar en las
categorías de fotografía (Harry Stradling Sr.), vestuario (Orry-Kelly) y banda
sonora, adaptada por Frank Perkins. Su trama está basada en la vida de la
artista de variedades y reina del striptease,
Gypsy Rose Lee. Aborda la educación que recibió por parte su madre, los
problemas con sus hijas June y Louise, el avance de su carrera y algunos de sus
romances. En 1993 tuvo una nueva versión para televisión, también con el título
de Gypsy.
Mary, Mary (1963). Comedia
ligera basada en la obra teatral de Jean Keer donde una pareja de divorciados
–Bob y Mary– tienen que volver a reunirse para arreglar unos papeles referentes
al pago de impuestos. Hace casi un año que sus caminos se separaron, y desde
entonces, la vida de ambos ha cambiado bastante, hasta el punto de que Bob va a
volver a casarse y ella está siendo cortejada por una estrella cinematográfica.
Sin embargo, el reencuentro entre la pareja hará renacer recuerdos de su vida
en común, que resucitan su amor. Su guión es algo plano y se nota estar
concebida como una obra de teatro. También resulta evidente el excesivo
protagonismo de su pareja central –Debbie Reynolds y Barry Nelson– que apenas
deja paso a la parte cómica de los tres secundarios que les acompañan.
Momento a
momento (Moment to Moment, 1965). Su
última película como director. Aquí indaga en el terreno del melodrama
romántico, con ciertos toques de suspense. Todo comienza cuando Kay Stanton,
esposa de un célebre psiquiatra, inicia un romance con un oficial de la Marina
llamado Mark. Accidentalmente, Kay dispara a Mark y, creyendo que está muerto,
decide abandonar el cuerpo en un lugar alejado con la ayuda de su amiga Daphne.
Pero Mark solo está herido y, cuando se recupera, descubre que tiene amnesia.
Fue un nuevo y fallido intento de la lánguida Jean Seberg por calar hondo en el
mercado americano.
Tras dirigir Momento
a momento, a los 65 años, se retiró totalmente del cine y la televisión. Escribió su autobiografía Take One, en 1974. Falleció el 13 de septiembre de 1987, en Beverly Hills. Fue nominado en 1943 como mejor director por Niebla en el pasado (Random Harvest) y en 1940 como productor de El mago de Oz (1939). Además recibió el Oscar Honorífico en 1946. Tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood en el nº 1560 de Vine Street.
La cuestión social
Resulta
difícil y peligroso atribuir a directores bajo contrato con los estudios, como
Le Roy, la responsabilidad del contenido, tema o estilo de sus películas. Es
innegable que la reputación lograda por Le Roy durante los años 30 se debe a
un puñado de películas de temática social y contemporánea realizadas bajo los
auspicios de la Warner: Hampa dorada
(1930), Dos segundos, Soy un fugitivo (ambas de 1932) y They
Won't Forget. Pero el hecho de que estas películas se revisen con cierta
frecuencia, mientras que apenas se proyectan otras que también hizo durante
esta época, como El mundo cambia (The World Changes, 1933), ¿Qué hay,
Nellie? (Hi, Nellie, 1934) o La divina Gloria (Page Míss Glory, 1935),
tiende a poner de relieve el aspecto de conciencia social de su carrera a
expensas deotros. Y, aunque Le Roy gozó de mayor libertad en la MGM, entre las
películas realizadas para la misma no abundan las de temática social.
Incluso
De corazón a corazón (Blossoms in The Dust, 1941), sobre los
hijos ilegítimos y La rival (Homecoming, 1948), sobre los soldados
que vuelven de la guerra, son películas que se ocupan más de problemas
personales y amorosos que de temas sociales. Además, si se comparan las
películas “sociales” de Le Roy con otras similares del mismo período, se comprobará
que son menos originales y personales en lo que se refiere a su estilo o
contenido; un ejemplo de ello lo constituye Hampa
dorada, que se ha quedado mucho más
anticuada
que sus contemporáneas The Public Enemy
(1931) y Scarface, el terror del hampa(1932). Resulta difícil
determinar si los “toques” emocionales característicos de las películas deLe
Roy son atribuibles a éste o se deben únicamentea una política de estudio. Soy un fugitivo tuvo un enorme impacto
en su momento (aunque se ha exagerado la importancia de la reforma del sistema
penitenciario a que dio lugar), y aún hoy en día sigue siendo lo
suficientemente efectiva como para emocionar e indignar al público. Sin
embargo, la obsesiva insistencia de la película en la inocencia del
protagonista
(Paul
Muni), hasta casi hacerle parecer un tonto, hace que pierda efectividad. Es
como si la sociedad fuese sólo culpable por condenar a un hombre inocente a
trabajos forzados en lugar de por permitir la injusticia y las deplorables condiciones
de la vida penitenciaria.
También
resultaría difícil identificar algún componente de Hampa dorada o Soy un
fugitivo que las conviertan en películas inequívocamente de Le Roy. No hay
la menor duda de que, como artesano, Le Roy era tan eficaz como cualquier otro
director contratado por un estudio, y, de hecho, más efectivo que la mayoría; pero
quien en último extremo determinaba el estilo de sus películas, el ritmo o
incluso la iluminación no era él, sino la Warner Brothers.
Valores sentimentales
En
determinados momentos de su carrera en la MGM, Le Roy actuó más como productor
que como director; fue él el que convirtió a El Mago de Oz (The Wizard of Oz,
1939) en un gran éxito de taquilla y en un clásico del cine, atreviéndose a
tirar a la basura todo lo rodado por Richard Thorpe y a comenzar de nuevo la
película con Víctor Fleming. Como director, Le Roy era bastante desigual. Sus
vehículos para Greer Garson, De corazón a
corazón, Niebla en el pasado (Random
Harvest, 1942) y Madame Curie
(1944) son melodramas sentimentales, pero tampoco mejores ni peores que La señora Miniver (Mrs. Miniver,
1942), de William Wyler, película con la misma estrella y la misma fórmula. De
hecho, en el transcurso de los años 40, el estilo de Le Roy se fue haciendo
cada vez más lento, pesado, pretencioso y literario. Para cuando rodó Muiercitas (Little Women, 1949), Quo
Vadis? (1951) y Rose Marie
(1954), el nombre de Le Roy se había convertido en sinónimo de superproducción
espectacular, pero también convencional y sin demasiado interés.
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