El 10 de octubre de 1919: en Viena, Richard Strauss estrena su ópera Die Frau ohne Schatten (La mujer sin sombra).
La Nodriza por Alfred Roller, 1919 |
La mujer sin sombra (título original en alemán, Die Frau ohne Schatten) es una ópera en tres actos con música de Richard Strauss y libreto en alemán del poeta Hugo von Hofmannsthal. Opus 65 y sexta ópera del compositor bávaro, señala la cuarta colaboración del distinguido binomio responsable de Elektra, El caballero de la rosa (Der Rosenkavalier) y Ariadna en Naxos (Ariadne auf Naxos). El estreno tuvo lugar el 10 de octubre de 1919 en la Staatsoper de Viena.
Debido a su extensión, complicado argumento y dificultades vocales y
escénicas no conquistó inmediatamente el favor del público; no obstante,
se la considera su más completo y aventurado trabajo para el género
lírico. En 1946, Strauss reunió los temas principales en la suite
orquestal Fantasía La mujer sin sombra.
Argumento
Lugar: Las islas del sur.Tiempo: indeterminado.
Acto I
Escena I
El palacio del Emperador.
El
Alba. El aya de la Emperatriz ve sobre las aguas una luz que se transforma en
un mensajero de Keikobad, soberano del mundo espiritual y padre de la
Emperatriz, quien le advierte que por no haber concebido, carece de sombra y le
comunica que tiene tres días para obtenerla, so pena de regresar por la fuerza
al seno paterno y su consorte se volverá de piedra. El Aya ve con buenos ojos
la posibilidad de regresar al mundo de los espíritus, pues detesta vivir entre
los humanos. El Emperador sale de sus aposentos y le ordena al Aya que cuide de
la Emperatriz, mientras él va a un viaje de caza por los próximos tres días, en
los que espera encontrar a su halcón favorito, un halcón rojo que le ayudó a
cazar a una gacela que posteriormente se transformó en la Emperatriz, pero como
la había herido, él le golpeó un ala y la hizo sangrar; el halcón huyó. Tras de
que el Emperador se ha ido, sale la Emperatriz de sus habitaciones y recuerda
con nostalgia los días en los que ella se podía transformar. A lo lejos alcanza
a ver al halcón rojo. Ella lo saluda, pero el halcón llora: "la Mujer no
arroja sombra, el Emperador se transformará en piedra." La Emperatriz
recuerda que el día que conoció al Emperador, había perdido un talismán que le
daba poderes de transformación, que tenía una maldición escrita; ella
desesperada le suplica al Aya que le diga cómo obtener una sombra, a lo que
ésta le responde que deberá buscarla entre los hombres. Aunque en un principio
titubea, se decide a buscar una sombra, tratando de encontrar a una mujer que
se la venda.
Escena II
En la casa de Barak.
Los
tres hermanos pelean entre sí por una cosa robada, la esposa de Barak los
separa arrojándoles un cubo de agua. Los hermanos se enojan con ella y le
reprochan que no tenga hijos. Barak llega y apacigua las cosas. La mujer quiere
que sus cuñados se vayan pero Barak la convence de que no lo haga. Él desea
hijos, pero la mujer se niega y secretamente jura que nunca los tendrá. Barak
parte a vender sus mercaderías y llegan la Emperatriz y el Aya disfrazadas. La
esposa quiere que ellas se vayan, pero el Aya le hace ver imágenes de riquezas
y lujos que ella puede ganar si vende su sombra. Para lograrlo, la mujer deberá
separarse de su marido por los próximos tres días, momento en el cual se
cerrará el contrato de venta. La mujer accede, la Emperatriz y el Aya vendrán a
casa como "parientes pobres" que se dedicarán a la servidumbre. La
mujer escucha que Barak vuelve y se preocupa que la cena no está lista. El Aya
conjura su magia y hace que unos pescados se cocinen solos. Ellas parten y de
la sartén salen las voces de los niños no natos que le piden a su madre que los
deje entrar. La mujer, asustada, apaga el fuego. Llega Barak y se sorprende
encontrar que su cama ha sido puesta en otro lado, y asume que el súbito cambio
de humor de su esposa se debe a un posible embarazo. Él accede de mala gana a
dormir en el piso, mientras los vigilantes nocturnos cantan loas al amor
conyugal.
Acto II
Escena I
En la casa de Barak.
El
Aya ayuda a Barak a prepararse para el mercado, sale y le propone a la mujer
tomar un amante, con sus artes mágicas hace que una escoba cobre vida y se
transforma en un joven hermoso. La Emperatriz se siente culpable y
escandalizada del carácter de la mujer del tintorero. Vuelve Barak, acompañado
de un gran grupo de niños indigentes, ha tenido un excelente día en el mercado
y ha comprado grandes cantidades de comida y ha invitado a todos para celebrar,
pero la mujer se las arregla para arruinarle su celebración. Los sentimientos
de culpa de la Emperatriz crecen, pues Barak es muy amable con ella.
Escena II
En el coto de caza imperial.
El
Emperador, guiado por el halcón rojo, ve entrar a la Emperatriz y al Aya al
coto de caza, cosa que no le extraña, pues ella le había indicado que ahí
viviría durante los tres días de su viaje. El Emperador se acerca y huele que
su esposa tiene olor humano, y resuelve que tiene que matarla, pero el halcón
le indica que tendrá que hacerlo con sus propias manos, por lo que el Emperador
huye.
Escena III
En la casa de Barak.
La
mujer está embriagada de los sueños de la fortuna que va a poseer al vender su
sombra. El Aya droga a Barak y conjura al joven hermoso, la mujer se espanta
cuando el hombre se acerca a seducirla y despierta a Barak, pero pronto le
reprocha que no haya cuidado su casa y se va al pueblo, dejándolo confundido,
la Emperatriz se siente más culpable.
Escena IV
En el coto de caza imperial.
La
Emperatriz tiene pesadillas y premoniciones, se siente culpable por el daño que
le va a causar a Barak y tiene visiones del Emperador que entra en un gran
templo que ella reconoce como el reino de su padre, mientras coros invisibles
profetizan el destino que le espera.
Escena V
La
mujer finalmente explota en sus deseos de denostar a su esposo y confiesa que
ha tenido amantes en su propia casa y que ha vendido su sombra por un precio
sin igual. Barak cree que su mujer se ha vuelto loca, pero cuando acerca una
llama y efectivamente ve que ella no arroja sombra, se enfurece. El Aya conjura
sus artes mágicas y hace aparecer una espada en la mano de Barak y su mujer
implora piedad, la Emperatriz se niega a tomar la sombra, pues está manchada de
sangre. Se abre la tierra y devora a los habitantes de la casa.
Acto III
Escena I
En un subterráneo en el
reino de Keikobad.
La
mujer es atormentada por las voces de los no natos. Barak está en una celda
junto a ella y se arrepiente por haber intentado asesinar a su mujer, mientras
ella confiesa el gran amor que siente por su marido. Una voz de lo alto los
guía por separado hacia unas escaleras.
Escena II
En un muelle subterráneo.
Llega
una barca mágica que lleva a la Emperatriz y al Aya. El Aya intenta convencer a
la Emperatriz de que huyan, pero la Emperatriz reconoce las puertas que están
detrás de ella como la entrada al Templo de Keikobad y sabe que él la espera
detrás de esas puertas; ella despide al Aya y entra por las puertas. El Aya
profetiza sobre las torturas que la esperan detrás de las puertas, la mujer y
Barak se encuentran por separado con ella, buscándose mutuamente, ella para
morir a manos de su esposo, él para perdonarla y protegerla, el Aya los dirige
en direcciones opuestas. Intenta entrar al templo y el mensajero la detiene y
le hace saber que está condenada al destierro entre los humanos, perdiendo sus
poderes mágicos.
Escena III
Dentro del templo de
Keikobad.
La
Emperatriz entra en el templo y se dirige a Keikobad, le implora perdón y le
pide encontrar un lugar entre los que arrojan sombra. Aparece una fuente de la
vida, un guardia le dice que puede reclamar la sombra de la mujer si bebe de la
fuente, la Emperatriz está a punto de hacerlo, pero escucha las súplicas de
Barak y su mujer y se detiene, no puede adquirir la humanidad robándosela a
otros, Keikobad le muestra al Emperador petrificado, salvo por sus ojos
suplicantes. A pesar de esto, ella no cede, no beberá de la fuente. La prueba
ha sido pasada, la Emperatriz obtiene una sombra y el Emperador vuelve a la
vida.
Escena IV
En un paisaje paradisíaco.
La
Emperatriz y el Emperador cantan sobre las bendiciones conyugales. Barak y su
mujer se reúnen y ella obtiene su sombra nuevamente. Los cuatro cantan un himno
a las alegrías que les esperan, mientras las voces de los no natos se regocijan
sobre la vida que les espera.
La
representación de La mujer sin sombra
tiene una duración aproximada de cuatro horas y presenta grandes desafíos tanto
en el foso orquestal como en el palco escénico. Las mayores dificultades las
presenta la alta tesitura del personaje de la Emperatriz, a cargo de una
soprano dramática que también debe ejecutar pasajes de coloratura y agudos
estratosféricos; no se quedan atrás las exigencias para la Tintorera, que
requiere gran resistencia e inmenso poderío sonoro, y la Nodriza, cuya
peligrosa tesitura oscila entre las de contralto, mezzo y soprano
convirtiéndola en uno de los más temidos y especializados papeles de la
literatura operística. Menos exigentes aunque igualmente difíciles, los dos
principales papeles masculinos del Emperador y el tintorero Barak, están
compuestos para tenor dramático y barítono. Igualmente difícil es encontrar los
cantantes secundarias, pues sus partes solicitan cantantes de primer nivel, lo
cual hace que esta ópera sea muy costosa.
Retrasado
a causa de la Primera Guerra Mundial, su estreno tuvo lugar el 10 de octubre de
1919, en la Ópera Estatal de Viena, bajo la dirección musical de Franz Schalk,
dirección escénica de Hans Breuer Bühne, escenografía de Alfred Roller y la
participación de las dos sopranos favoritas (y encarnizadas rivales) del
compositor: Maria Jeritza y Lotte Lehmann a cargo de la Emperatriz y la
Tintorera. Días después fue estrenada en la Ópera de Dresde, desde entonces ha
permanecido tradicionalmente asociada al tea tro de la ópera de esta ciudad así
como las de Viena y la Ópera Estatal de Baviera en Múnich, Alemania.
Desde
el fin de la Segunda Guerra Mundial, su establecimiento en el repertorio
internacional fue impulsado por los directores Rudolf Kempe, Ferdinand Leitner,
Leopold Ludwig, Joseph Keilberth, Erich Leinsdorf y en especial, el paladín de
Strauss, Karl Böhm, responsable de numerosos estrenos y grabaciones tanto en
estudio como en vivo. En 1964, conmemorando el centenario del nacimiento del
compositor, Herbert von Karajan en la doble tarea de director orquestal y
escénico se despidió como regente de la Opera Estatal de Viena en una serie de
celebradas representaciones que reunieron a un memorable elenco encabezado por
la soprano vienesa Leonie Rysanek (1926-1998) la más famosa Emperatriz en la
historia de esta ópera, y la mezzosoprano berlinesa Christa Ludwig cantando
como soprano el papel de la Tintorera. Las acompañaron Grace Hoffmann, Jess
Thomas, Walter Berry, Lucia Popp como la "Voz del halcón" y el tenor
Fritz Wunderlich en la breve aparición del joven hermoso. En 1966 dirigidas por
Karl Böhm, Rysanek y Ludwig fueron nuevamente aclamadas en el estreno
neoyorkino acaecido en el flamante edificio del Metropolitan Opera, considerado
uno de los hitos en la historia del teatro. Si bien Rysanek cantó la Emperatriz
durante casi tres décadas, Ludwig retornó a su cuerda de mezzosoprano para no
forzar su instrumento.
Directores
de orquesta como Wolfgang Sawallisch (el primero en grabarla comercialmente sin
cortes y en estrenarla en 1992 en Tokio y Nagoya en una sugestiva producción de
estilo japonés siguiendo la tradición del Kabuki
firmada por el actor y director Ennosuke Ichikawa), Sir Georg Solti, Christoph
von Dohnányi, Giuseppe Sinopoli y Christian Thielemann, han contribuido al
afianzamiento y popularidad de La mujer
sin sombra -conocida por la sigla "FROSCH" en la jerga musical,
llamada así por el propio Strauss, por las grandes dificultades que enfrentó en
su creación, ya que Frosch en alemán significa rana, esto es Die Frau ohne Schatten- con exitosas
escenificaciones en París, Berlín, Salzburgo, Hamburgo, Francfort, Stuttgart,
Chicago, Londres, Barcelona, Mannheim, Toulouse y Marsella, entre otras plazas
líricas. Su compleja dirección escénica y diseños escenográficos han concitado
a importantes nombres como Ernst Pöttgen, Nathaniel Merrill, Günther
Schneider-Siemssen, Günther Rennert, Götz Friedrich]], Nikolaus Lehnhoff,
Herbert Wernicke, Robert Carsen, Robert Wilson y el pintor David Hockney.
Esta
ópera se representa poco; en las estadísticas de Operabase aparece la n.º 106
de las óperas representadas en 2005-2010, siendo la 20.ª en Alemania y la
quinta de R. Strauss, con 32 representaciones en el período.
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