Elogio del silencio
“El hombre es el único animal que come sin
tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir”, decía Marc Twain. Por eso, contra el
bullicio, la verborragia y la cháchara en general, recopilamos reflexiones que
giran en torno al beneficio de expresarse solo cuando se justifica. Aquí vamos,
con la ayuda de frases acertadas de escritores que sabían del valor de cada
palabra.
En
general, la expresión excesiva está asociada a la carencia de contenido:
“Se tiende a poner palabras allí donde faltan
las ideas”, denunciaba el escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe.
“Cuanto menos piensan los hombres,
más hablan”,
declaraba Montesquieu.
Thomas S. Eliot lo planteaba, con ingenio, de este
modo: “Bendito sea el hombre que, no
teniendo nada que decir, se abstiene de demostrárnoslo con sus palabras”.
Una
variante de lo cual es este lema de Pitágoras
(que muchas veces se atribuye a otros pensadores célebres e incluso a humoristas,
como Groucho Marx): “Más le vale a un hombre tener la boca
cerrada, y que los demás lo crean tonto, que abrirla y que los demás se
convenzan de que lo es”.
A
la inversa, la capacidad de contenerse de hablar está asociada a cierta
sabiduría o al menos a un aprendizaje:
“Se necesitan dos años para aprender a hablar
y sesenta para aprender a callar”, reconocía Ernest Hemingway.
Y Winston Churchill: “A menudo me he
tenido que comer mis palabras y he descubierto que eran una dieta equilibrada”.
También
aparece asociada a la obtención de un beneficio:
“Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo
de tus palabras”, según William Shakespeare.
Finalmente,
Quevedo resumía poéticamente la
diferencia entre cantidad y calidad: “Las
palabras son como las monedas, que una vale por muchas como muchas no valen por
una”.
¿Qué otras cosas se pueden decir
(¡que sean más valiosas que el no decirlas!) sobre el silencio?
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