(cont.)
Después de La aldea maldita, rodaría:
Éramos siete a la mesa (1942).Un catedrático de moral en un instituto femenino, tiene cuatro hijas estupendas. Hasta el punto de que la mayor se pone a trabajar en una tienda de moda, para contribuir a la economía doméstica. Pero un caradura estafador se aprovechará de ella, poniendo en peligro la buena fama del intachable padre. Este film perdido de Florián Rey no fue de los más valorados del cineasta en el momento del estreno. Para algunos su moralina era demasiado evidente.
Ídolos (1943). Clara Bell, una famosa actriz francesa, rechaza la protección de un productor y se enamora de un guapo español. Pero la historia se complica y su amor no llegará a buen puerto.
Audiencia pública (1946). En una ciudad del norte de Europa se está celebrando un juicio contra dos mujeres. Una es de la alta sociedad y la otra, enfermera en una clínica. Hace tres años, la madre de un bebé depositó al niño en una Beneficencia y después descubrió que la criatura había sido inscrita en el registro con el nombre de los padres adoptivos. Ahora, la madre auténtica reclama al niño. El comportamiento y la vida de las dos 'supuestas madres' es fundamental para el futuro del niño. El juicio queda visto para sentencia...
La nao capitana (1947). En un barco a punto de hacerse a la mar vía Sevilla rumbo a las Américas, se sube un polizón que ha tenido un encontronazo, que se saldado con una muerte, en las callejuelas de la ciudad hispalense. En la misma nave, aparte de la tripulación donde no falta un galeote, estudiante de Salamanca, se encuentra la mujer y dos hijas del potentado don Antonio Fernández de Sigüenza. Adaptación de una novela de Ricardo Baroja, Premio Nacional de Literatura. Aseguraba Florián Rey que "pocos asuntos he encontrado en mi vida tan reciamente españoles como éste, que junta la profundidad religiosa, la nobleza, la caballerosidad, la hidalguía y el impulso generoso de nuestra Patria en su historia", declaración algo grandilocuente para un film que no pasa de entretenido, y en que la resconstrucción del viaje por mar resulta un tanto artificiosa.
La cigarra (1948).Don Fede, un empresario con gran olfato para descubrir talentos musicales, ha descubierto en Argentina un estupendo cantante. Pero necesita una mujer que haga pareja con él, y cuando conoce a "La cigarra", está seguro de haber dado con lo que buscaba. El problema es que ella no desea hacer carrera musical, con lo que deberá recurrir a una artimaña para llevársela a Argentina. El film supuso el reencuentro de Imperio Argentina con Florián Rey. Además, contaba con un texto literario de José María Pemán, que acaba de colaborar con Juan de Orduña con gran éxito en Locura de amor. Pero desgraciadamente la combinación de talentos no da el resulta apetecido, el film se queda en un trabajo folclórico sin alma.
Sus últimas obras destacadas en la década de 1940 fueron:
Ídolos (1943). Clara Bell, una famosa actriz francesa, rechaza la protección de un productor y se enamora de un guapo español. Pero la historia se complica y su amor no llegará a buen puerto.
Orosia (1944).Orosia y Eloy son dos mozos bien plantados, a punto de casarse en un pueblo de los Pirineos, a principios del siglo XX. Pero Eloy es asesinado a instancias de un antiguo novio de ella, que huye. Pasado el tiempo regresa, y Orosia se deja cortejar para de este modo averiguar la verdad de lo que le ocurrió a su amado. Primer título producido por Iberia Films, se inspira en la obra La última ronda, de Manuel Bolaños. Aragonés hasta la médula, Florián Rey confesaba que "he soñado desde chico con este paisaje de otro Aragón, del alto Aragón". Uno de los momentos más bellos de este melodrama lo constituye la escena de la misa de los pastores, en que se muestra el esfuerzo que hacen éstos para acudir a la reunión dominical.
Ana María (1944).Ana María, una gitana de piel clara muy dotada para el cante, llama la atención en una venta del marqués de Santa María, que decide ponerla bajo su protección. Por ellos la chica y sus tíos se trasladan a su finca, donde el marquesito, o sea, el hijo del marqués, afamado pianista, se enamora de ella. Algo que no gusta mucho a su padre. Como se ve por la trama, hay muchas similitudes con Morena Clara. El film no fue muy bien considerado por la crítica, que lo veía como un trabajo de encargo bastante discreto.
La luna vale un millón (1945). Simpática comedia de Florián Rey, que contó con un ágil guión de José López Rubio y Luis Marquina. Cuenta la clásica historia de dos hombres muy parecidos, uno rematadamente pobre, el otro con dinero hasta en las orejas. Por circunstancias del destino, la avioneta que transporta al rico se estrella en un campo, donde está el otro, que al observar lo mucho que se parecen, decide ponerse sus ropas y suplantarle. De este modo, el pobre saborea las mieles de la riqueza, y el otro lo agradable de una vida sencilla y sin ajetreos. José F. Aguayo se las apañó bien para resolver el problema técnico de los fotogramas en que Miguel Ligero debía coincidir... ¡consigo mismo!Audiencia pública (1946). En una ciudad del norte de Europa se está celebrando un juicio contra dos mujeres. Una es de la alta sociedad y la otra, enfermera en una clínica. Hace tres años, la madre de un bebé depositó al niño en una Beneficencia y después descubrió que la criatura había sido inscrita en el registro con el nombre de los padres adoptivos. Ahora, la madre auténtica reclama al niño. El comportamiento y la vida de las dos 'supuestas madres' es fundamental para el futuro del niño. El juicio queda visto para sentencia...
La nao capitana (1947). En un barco a punto de hacerse a la mar vía Sevilla rumbo a las Américas, se sube un polizón que ha tenido un encontronazo, que se saldado con una muerte, en las callejuelas de la ciudad hispalense. En la misma nave, aparte de la tripulación donde no falta un galeote, estudiante de Salamanca, se encuentra la mujer y dos hijas del potentado don Antonio Fernández de Sigüenza. Adaptación de una novela de Ricardo Baroja, Premio Nacional de Literatura. Aseguraba Florián Rey que "pocos asuntos he encontrado en mi vida tan reciamente españoles como éste, que junta la profundidad religiosa, la nobleza, la caballerosidad, la hidalguía y el impulso generoso de nuestra Patria en su historia", declaración algo grandilocuente para un film que no pasa de entretenido, y en que la resconstrucción del viaje por mar resulta un tanto artificiosa.
La cigarra (1948).Don Fede, un empresario con gran olfato para descubrir talentos musicales, ha descubierto en Argentina un estupendo cantante. Pero necesita una mujer que haga pareja con él, y cuando conoce a "La cigarra", está seguro de haber dado con lo que buscaba. El problema es que ella no desea hacer carrera musical, con lo que deberá recurrir a una artimaña para llevársela a Argentina. El film supuso el reencuentro de Imperio Argentina con Florián Rey. Además, contaba con un texto literario de José María Pemán, que acaba de colaborar con Juan de Orduña con gran éxito en Locura de amor. Pero desgraciadamente la combinación de talentos no da el resulta apetecido, el film se queda en un trabajo folclórico sin alma.
Sus últimas obras destacadas en la década de 1940 fueron:
Brindis a Manolete (1948). Los amores de un joven llamado Rafael (José Greco), aspirante a torero, y Rosario (Paquita Rico), la hija de una ganadera, tienen como fondo las vicisitudes del famoso diestro Manuel Rodríguez "Manolete", que protege al novillero en su camino hacia el triunfo. Realizado apenas un año después de su trágica muerte, Brindis a Manolete contó con la colaboración de Pedro Ortega, de asombroso parecido con el diestro, y combina la ficción con auténticas filmaciones del legendario maestro toreando.
Cuentos de La Alhambra (1950). Film inspirado por la célebre obra de Washington Irving, toma como arranque el relato Leyenda del gobernador y el escribano. Florián Rey incluye a un personaje que es el propio Irving, que canta las excelencias de España en una época, el franquismo, en que este país sufría las consecuencias del aislacionismo. Lo más original es que a veces, al contarse las diversas tramas a modo de viñetas, Irving se convierte en consultor improvisado para revolver acertadamente las diversas peripecias. Destacan además las interpretaciones musicales de Carmen Sevilla.
En la década siguiente realizó:
3 citas con el destino (1953). Película compuesta por tres episodios, unidos por una sortija, igual que en Seis destinos de Julian Duvivier servía de nexo un frac que pasaba de mano en mano. Aquí se contó con tres directores: Florián Rey, Fernando de Fuentes y León Klimovsky. El primer segmento corresponde a Rey, y contó con un guión de Miguel Mihura. Sigue a un marinero prendado de una muchacha, que va a sucumbir de un balazo de un tipo celoso. Los otros transcurren México y Argentina, y la crítica fue unánime al alabar el episodio de Klimovsky, deudor del cine de Alfred Hitchcock.
La moza del cántaro (1953). A mediados del siglo XVII, doña María de Guzmán, la dama más hermosa de Ronda, se disfraza de hombre y se bate en duelo con Don Diego, para vengar la ofensa dirigida a su padre, el conde de Arcos. Después huye de la justicia en compañía de Don Juan que, engañado por las ropas masculinas que viste la dama, cree que es el hermano de ella don Alonso. Y como es de suponer, el equívoco da lugar a situaciones cómicas pero... también al amor.
La cruz de mayo (1954). Comedia folclórica, con mucho flamenco, a la mayor gloria de Carmen de Triana. El film se centra en Coral, una chica sevillana de modesta condición, que trabaja en una fábrica de cerámica para sacar adelante la familia, aunque su máximo ilusión es dedicarse al cante. La carrera de Florián Rey se encontraba en estos momentos en franca decadencia, y la película pasó por las pantallas con más pena que gloria. Quizá lo más destacado sea la escena de la fiesta en el cortijo, con un Miguel Ligero que, según Agustín Sánchez Vidal, recuerda un poquillo a su gracioso número de Échale guindas al pavo de Morena Clara.
La danza de los deseos (1954). Un hombre huye de la guardia civil en compañía de su hijita. Herido mortalmente en la fuga, recala en una isla habitada por un hombre ciego y su ayudante. Aunque estos les ayudan, no pueden evitar la muerte del padre; ellos se encargarán de criar a la niña, que se convertirá en toda una mujer asilvestrada, pero amante de la música y la danza. Cuarta película de la 'cantaora' Lola Flores, aquí le acompaña otra cantante, María Dolores Praderas, aunque ésta aparca aquí su talento musical para otra ocasión. El film se compuso pensando en realzar el talento interpretativo de Flores, en línea con divas italianas del estilo de Silvana Mangano, Sophia Loren o Ana Magnani, pero no se obtuvo el resultado deseado. José Luis Borau, por entonces crítico de cine, fue muy duro con el film, afirmando que "es un compendio, una antología, un símbolo, de todos los errores que nuestro cine lleva cometidos durante el medio siglo de su existencia".
Su última película fue Polvorilla (1957), con Marujita Díaz, Virgilio Teixeira y Miguel Ligero.
No se adaptó al cine del franquismo y se retiró en 1957 porque, como dice Agustín Sánchez Vidal, “no puede resignarse a la clase de infracine que le obligan a hacer”. De ahí pareció derivarse una tímida actitud rebelde ante el régimen de Francisco Franco.
Atrás quedaban sus fracasos, pero sobre todo permanecían sus éxitos, aquéllos que hicieron del cine español una industria floreciente, y de él mismo un realizador de un envidiable sentido de lo popular. Y es que a Florián Rey le interesaba, por encima de todo, llegar al gran público, para lo cual en sus películas únicamente ponía en práctica lo que su instinto le ordenaba, o lo que su corazón le hacía sentir, pero siempre conociendo qué era lo que los espectadores deseaban ver. Ese era su gran secreto, y su gran intuición, más que la aplicación de una narrativa depurada o de una técnica sobria y cuidada
Instintivo
directo, hábilmente popular, pocos como él han influido de forma tan decisiva
en que el cine español alcanzara su época
de esplendor.
Murió muy olvidado en Alicante, el 11 de abril de 1962.Atrás quedaban sus fracasos, pero sobre todo permanecían sus éxitos, aquéllos que hicieron del cine español una industria floreciente, y de él mismo un realizador de un envidiable sentido de lo popular. Y es que a Florián Rey le interesaba, por encima de todo, llegar al gran público, para lo cual en sus películas únicamente ponía en práctica lo que su instinto le ordenaba, o lo que su corazón le hacía sentir, pero siempre conociendo qué era lo que los espectadores deseaban ver. Ese era su gran secreto, y su gran intuición, más que la aplicación de una narrativa depurada o de una técnica sobria y cuidada
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