Vivien Leigh
El
legendario ascenso de Vivien Leigh al estréllato puede remontarse a la noche del
10 de diciembre de 1938, cuando la ciudad de Atlanta, simulada por un grupo de
viejos decorados, fue arrasada por segunda vez por las llamas.
Clark Gable y Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó |
Había
comenzado por fin el tan anunciado rodaje de Lo que el viento se llevó (1939), a pesar de que seguía sin
asignarse el papel de Scarlett O'Hara a ninguna actriz, lo que representaba un
extraordinario riesgo para su productor,
David
O. Selznick.
Entre
toma y toma, Myron Selznick, uno de los agentes más famosos de Hollywood, se
aproximó a su hermano, señalando entre las sombras de los viejos decorados a una
mujer joven y esbelta de bellísimos ojos. “Dave”, dijo Myron, pronunciando a
continuación una frase que habría de ser repetida miles
y
miles de veces por agencias de prensa, aficionados al cine y otras muchas
personas: “quiero presentarte a Scarlett O'Hara”.
Esa
es al menos la historia de cómo consiguió Vivien Leigh el papel más disputado y
deseado de todos los tiempos, al que aspiraron en un momento u otro todas las
estrellas ascendentes, establecidas o en decadencia de Hollywood. Las únicas
excepciones las constituyeron quizá Barbara Stanwyck (que era consciente de que
su personalidad cinematográfica no era la más adecuada para el papel) y Hedy
Lamarr (cuyo acento vienés la excluía automáticamente).
Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo por testigo de que jamás volveré a pasar hambre |
La
cuidadosamente orquestada campaña de búsqueda de la “Scarlett O'Hara ideal”,
que duró tres años, terminó con un gran golpe de efecto cuando se reveló que
una joven actriz inglesa con sólo unos pocos títulos a sus espaldas iba a
interpretar a la heroína sureña de la novela que, desde 1936, había logrado
vender más ejemplares en Estados Unidos que la propia Biblia. El hecho de que
Vivien Leigh no fuese americana apenas afectó a los numerosos clubs de “fans”
de Scarlett O'Hara que se constituyeron en el Sur de Estados Unidos; lo
verdaderamente imperdonable hubiese sido la elección de una yanqui para el
papel. Vivien Leigh afirmaba
tener muy pocas cosas en común
con el personaje de Scarlett O'Hara. Pero su hechizante
mezcla de inocencia, belleza y artiflciosidad
encajaban a la perfección con ¡os rasgos
de la heroína de Lo que el viento se llevó.
Escarlett O'Hara |
Tras unas cuantas lecciones de dicción, Vivien Leigh consiguió añadir unos cuantos toques sureños a su impecable acento inglés.
También
recibió enseñanzas (primero oficialmente y luego en privado) de George Cukor,
el director elegido en un principio por Selznick para dirigir Lo que el viento se llevó. Se peleó constantemente
con Víctor Fleming (el director que
sustituyó a Cukor a las tres semanas de rodaje), no consiguió hacerse amiga de
su partenaire, Clark Cable, sufrió pataletas tanto dentro del plato como fuera
de él y obtuvo un Oscar.
¿La verdad sobre Scarlett?
Es
indudable que Vivien Leigh realizó una interpretación memorable, aunque sigue
habiendo algunas dudas sobre cómo llegó a hacerse con el papel. Una versión
distinta de la historia dice que Víctor Saville, el director inglés que la
había dirigido en Storm in a Teacup (1937),
la llamó cierto día a su casa y le dijo: “Vivien, acabo de leer una gran
historia para el cine sobre la mujer más mala de todas, y tú eres la actriz
ideal para interpretarla”.
Decidida
a intentar obtener el papel de Scarlett, siguió a Laurence Olivier (en aquellos
momentos su amante, luego su marido) a Hollywood, donde iba a interpretar el
papel de Heatclíff en la adaptación de Cumbres
borrascosas (1939), producida por Samuel Goldwyn.
Alexander Korda supo aprovechar
la publicidad derivada del romance
entre Laurence Olivier y Vivien Leigh
dándoles los papeles de Lord Nelson
y Lady Hamilton en Lady Hamilton.
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Parece
ser que probablemente fue vista por David O. Selznick y Cukor, en quienes causó
una gran impresión y que se la mantuvo oculta mientras seguía la campaña
publicitaria de búsqueda de la “Scarlett O'Hara ideal”, cuyo valor publicitario
ascendía a un millón de dólares, para hacerla aparecer luego como un “descubrimiento”
de Myron Selznick y quitarle limpiamente el papel a todas las demás candidatas.
La rosa inglesa de Hollywood
Con
sólo 26 años de edad, Vivien Leigh se convirtió en uno de los valores más
seguros de la industria. David O. Selznick, con el que había firmado un
contrato en exclusiva, administró cuidadosamente su talento: primero la cedió a
la MGM para El puente de Waterloo
(1940), luego a Alexander Korda, que la había descubierto en Gran Bretaña para Lady Hamilton (That Hamilton Woman!,
1941). Luego hubo una larga ausencia de la pantalla dictada por la guerra y la
enfermedad. Reapareció en el papel de reina de Egipto en la adaptación de la
obra de Bernard Shaw, César y Cleopatra
(1945), con su aspecto lo suficientemente maduro y ajado como para encarnar a
la Cleopatra de Shakespeare, de forma convincente.
Los graves ataques de depresión que sufrió durante el rodaje ensombrecieron su interpretación de Ana Karenina, que no ¡ogro igualar a la versión anterior de ¡a Garbo. |
Vivir al borde del abismo
Se
conservan varias de las pruebas hechas a distintas actrices para el papel de
Scarlett. Las de Vivien Leigh han desaparecido en alguna colección clandestina,
pero se tiene la palabra de George Cukor de que nadie, ni tan siquiera la propia
Leigh durante el rodaje de la película, logró superar su milagrosamente
intuitiva forma de abordar el personaje en ese primer contacto con el mismo. En
su Scarlett O'Hara se perciben incluso hoy en día no sólo los antojos y
veleidades de una belleza mimada, sino auténticos demonios que la acosaban y
destruían; los mismos que la perseguirían más adelante en su vida privada. Ya
en una de sus primeras películas, Five
Over England (1937), resultaba una dama
de la reina innecesariamente neurótica; pero, mientras era joven, esos rasgos
podían considerarse como simples excentricidades.
Vivien Leigh como la famosa reina de Egipto en César y Cleopatra |
Viendo
cómo interpretaba la Leigh sus derrotados personajes de películas mediocres
tales como La primavera romana de la Sra.
Stone (The Román Spring of Mrs.
Stone, 1961) o El barco de los locos
(Ship of Fools, 1965), se tiene la impresión
de estar contemplando el trabajo de una actriz consumada que se inspira
peligrosamente en experiencias vividas por ella misma.
Su
propia vida se caracterizó por los altibajos y las dificultades.
Había
nacido en la India en 1913, se vio separada de su madre durante la infancia y
luchó continuamente contra ataques de histeria y depresión antes de contraer la
tuberculosis en 1945. Combatió la enfermedad durante toda su vida antes de
sucumbir finalmente a ella en 1967. Pero estos hechos desnudos no bastan para
explicar su peculiar manera “poética” y “nerviosa” de interpretar.
Tennessee
Williams definió a un cierto tipo de mujeres como “grandes damas que mueren cuando
desaparece el amor”. A pesar de no ser aplicable al personaje de Scarlett
O'Hara, esta definición se ajusta como un guante a la mano a los de Blanche
DuBois (Un tranvía llamado deseo),
Ana Karenina, la señora Stone y la señora Treadwell de El barco de los locos, pudiendo considerarse también como un
epitafio melancólico pero acertado para la propia Vivien Leigh.
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