jueves, 7 de noviembre de 2013

Biografías de cine: Vivien Leigh (centenario de su nacimiento) (III)

Vivien Leigh 

El legendario ascenso de Vivien Leigh al estréllato puede remontarse a la noche del 10 de diciembre de 1938, cuando la ciudad de Atlanta, simulada por un grupo de viejos decorados, fue arrasada por segunda vez por las llamas.
Clark Gable y Vivien Leigh en
Lo que el viento se llevó
Había comenzado por fin el tan anunciado rodaje de Lo que el viento se llevó (1939), a pesar de que seguía sin asignarse el papel de Scarlett O'Hara a ninguna actriz, lo que representaba un extraordinario riesgo para su productor,
David O. Selznick.
Entre toma y toma, Myron Selznick, uno de los agentes más famosos de Hollywood, se aproximó a su hermano, señalando entre las sombras de los viejos decorados a una mujer joven y esbelta de bellísimos ojos. “Dave”, dijo Myron, pronunciando a continuación una frase que habría de ser repetida miles
y miles de veces por agencias de prensa, aficionados al cine y otras muchas personas: “quiero presentarte a Scarlett O'Hara”.
Esa es al menos la historia de cómo consiguió Vivien Leigh el papel más disputado y deseado de todos los tiempos, al que aspiraron en un momento u otro todas las estrellas ascendentes, establecidas o en decadencia de Hollywood. Las únicas excepciones las constituyeron quizá Barbara Stanwyck (que era consciente de que su personalidad cinematográfica no era la más adecuada para el papel) y Hedy Lamarr (cuyo acento vienés la excluía automáticamente).
Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo
por testigo de que jamás volveré a pasar hambre
La cuidadosamente orquestada campaña de búsqueda de la “Scarlett O'Hara ideal”, que duró tres años, terminó con un gran golpe de efecto cuando se reveló que una joven actriz inglesa con sólo unos pocos títulos a sus espaldas iba a interpretar a la heroína sureña de la novela que, desde 1936, había logrado vender más ejemplares en Estados Unidos que la propia Biblia. El hecho de que Vivien Leigh no fuese americana apenas afectó a los numerosos clubs de “fans” de Scarlett O'Hara que se constituyeron en el Sur de Estados Unidos; lo verdaderamente imperdonable hubiese sido la elección de una yanqui para el papel. Vivien Leigh afirmaba tener muy pocas cosas en común con el personaje de Scarlett O'Hara. Pero su hechizante mezcla de inocencia, belleza y artiflciosidad encajaban a la perfección con ¡os rasgos de la heroína de Lo que el viento se llevó.
Escarlett O'Hara
Tras unas cuantas lecciones de dicción, Vivien Leigh consiguió añadir unos cuantos toques sureños a su impecable acento inglés.
También recibió enseñanzas (primero oficialmente y luego en privado) de George Cukor, el director elegido en un principio por Selznick para dirigir Lo que el viento se llevó. Se peleó constantemente con Víctor Fleming (el director que sustituyó a Cukor a las tres semanas de rodaje), no consiguió hacerse amiga de su partenaire, Clark Cable, sufrió pataletas tanto dentro del plato como fuera de él y obtuvo un Oscar.

¿La verdad sobre Scarlett?

Es indudable que Vivien Leigh realizó una interpretación memorable, aunque sigue habiendo algunas dudas sobre cómo llegó a hacerse con el papel. Una versión distinta de la historia dice que Víctor Saville, el director inglés que la había dirigido en Storm in a Teacup (1937), la llamó cierto día a su casa y le dijo: “Vivien, acabo de leer una gran historia para el cine sobre la mujer más mala de todas, y tú eres la actriz ideal para interpretarla”.
Decidida a intentar obtener el papel de Scarlett, siguió a Laurence Olivier (en aquellos momentos su amante, luego su marido) a Hollywood, donde iba a interpretar el papel de Heatclíff en la adaptación de Cumbres borrascosas (1939), producida por Samuel Goldwyn.
Alexander Korda supo aprovechar 
la publicidad derivada del romance 
entre Laurence Olivier y Vivien Leigh 
dándoles los papeles de Lord Nelson 
y Lady Hamilton en Lady Hamilton
Parece ser que probablemente fue vista por David O. Selznick y Cukor, en quienes causó una gran impresión y que se la mantuvo oculta mientras seguía la campaña publicitaria de búsqueda de la “Scarlett O'Hara ideal”, cuyo valor publicitario ascendía a un millón de dólares, para hacerla aparecer luego como un “descubrimiento” de Myron Selznick y quitarle limpiamente el papel a todas las demás candidatas.

La rosa inglesa de Hollywood

Con sólo 26 años de edad, Vivien Leigh se convirtió en uno de los valores más seguros de la industria. David O. Selznick, con el que había firmado un contrato en exclusiva, administró cuidadosamente su talento: primero la cedió a la MGM para El puente de Waterloo (1940), luego a Alexander Korda, que la había descubierto en Gran Bretaña para Lady Hamilton (That Hamilton Woman!, 1941). Luego hubo una larga ausencia de la pantalla dictada por la guerra y la enfermedad. Reapareció en el papel de reina de Egipto en la adaptación de la obra de Bernard Shaw, César y Cleopatra (1945), con su aspecto lo suficientemente maduro y ajado como para encarnar a la Cleopatra de Shakespeare, de forma convincente.
Los graves ataques de depresión
que sufrió 
durante el rodaje ensombrecieron
su interpretación 
de Ana Karenina, que
no ¡ogro igualar a la versión 
anterior de ¡a Garbo.
Tennessee Williams la eligió personalmente para el papel de Blanche DuBois en su obra Un tranvía llamado deseo (A Streetcar Named Desire). En 1951 se filmó una adaptación de la obra y en ese momento el acento sureño de la Leigh era ya tan convincente que parecía constituir un aspecto más de su propia personalidad. Su última frase en la película era la de: “Después de todo, siempre he dependido de la amabilidad extraña” que, aparte de transmitir una sensación de inevitable decadencia, recordaba melancólicamente a su otra famosa frase final de: “Después de todo, mañana será otro día”, que resumía a la perfección el carácter obstinado, fiero y egocéntrico de Scarlett O'Hara.

Vivir al borde del abismo

Se conservan varias de las pruebas hechas a distintas actrices para el papel de Scarlett. Las de Vivien Leigh han desaparecido en alguna colección clandestina, pero se tiene la palabra de George Cukor de que nadie, ni tan siquiera la propia Leigh durante el rodaje de la película, logró superar su milagrosamente intuitiva forma de abordar el personaje en ese primer contacto con el mismo. En su Scarlett O'Hara se perciben incluso hoy en día no sólo los antojos y veleidades de una belleza mimada, sino auténticos demonios que la acosaban y destruían; los mismos que la perseguirían más adelante en su vida privada. Ya en una de sus primeras películas, Five Over England (1937), resultaba una dama de la reina innecesariamente neurótica; pero, mientras era joven, esos rasgos podían considerarse como simples excentricidades.
Vivien Leigh como la famosa reina
de Egipto en César y Cleopatra
Viendo cómo interpretaba la Leigh sus derrotados personajes de películas mediocres tales como La primavera romana de la Sra. Stone (The Román Spring of Mrs. Stone, 1961) o El barco de los locos (Ship of Fools, 1965), se tiene la impresión de estar contemplando el trabajo de una actriz consumada que se inspira peligrosamente en experiencias vividas por ella misma.
Su propia vida se caracterizó por los altibajos y las dificultades.
Había nacido en la India en 1913, se vio separada de su madre durante la infancia y luchó continuamente contra ataques de histeria y depresión antes de contraer la tuberculosis en 1945. Combatió la enfermedad durante toda su vida antes de sucumbir finalmente a ella en 1967. Pero estos hechos desnudos no bastan para explicar su peculiar manera “poética” y “nerviosa” de interpretar.

Tennessee Williams definió a un cierto tipo de mujeres como “grandes damas que mueren cuando desaparece el amor”. A pesar de no ser aplicable al personaje de Scarlett O'Hara, esta definición se ajusta como un guante a la mano a los de Blanche DuBois (Un tranvía llamado deseo), Ana Karenina, la señora Stone y la señora Treadwell de El barco de los locos, pudiendo considerarse también como un epitafio melancólico pero acertado para la propia Vivien Leigh.
La Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo
una mujer que intenta sobrevivir en un mundo 
brutal aferrándose a su pasada belleza y a 
sus sueños románticos, fue su último gran
personaje cinematográfico. La franqueza sexual 
de ¡a película suscitó una gran controversia.

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