El 6 de noviembre de 1932 se estrenó Una aventura de Sherlock Holmes (Sherlock Holmes), de William K. Howard. Protagonizada por Clive Brook, Miriam Jordan, Ernest Torrence, Herbert Mundin, Reginald Owen.
Sinopsis
argumental:
Una secuencia inicial intensa es la clave de una película intensa (o al menos,
un buen indicio de ello). El maléfico Prof. Moriarty (encarnado por el escocés
Ernest Torrence, villano habitual de la pantalla silente) expone un amenazador
discurso durante el proceso judicial en que lo condenan a ser ejecutado en la
horca por sus crímenes. Moriarty profetiza que, dado que aún no se fabricó la
cuerda que lo colgaría, aquellos que lo investigaron, aprehendieron y juzgaron,
es decir Sherlock Holmes, el inspector Gore-King (Alan Mowbray, meses antes de
encarnar a Lestrade en A Study In Scarlet) y el juez de la Corona Erskine (C.
Montague Shaw), todos sin excepción, morirían de manera violenta. Investigando
un cañón de rayos capaz de aniquilar los automóviles de los rufianes y a punto
de contraer matrimonio con una acomodada y bella joven de sociedad (Miriam
Jordan), Sherlock Holmes es alertado de la sangrienta fuga del Prof. Moriarty
(que la cámara muestra vía un montaje expresionista). El primero en desaparecer
es el juez y Holmes posterga su virtual retiro de la investigación criminal (y
su boda), para indagar el paradero en base a una carta de suicidio encontrada
en el escritorio del funcionario. Holmes encuentra el cadáver, pendiendo de una
soga en un gabinete secreto y deduce que no fue suicidio sino el astuto primer
asesinato de Moriarty. Frente a un escéptico Gore-King, Holmes explica el
peligro desencadenado por Moriarty al funcionario Sir Albert (Claude King). En
tanto el genio del mal se oculta en un museo de cera donde recluta a cuatro
peligrosos hampones de cuatro diferentes puntos cardinales. Su proyecto es
instaurar en los barrios bajos de Londres el sistema de "protección" que
los gangsters tienen bien montado en, por ejemplo, Chicago, de donde proviene
uno de los rufianes, Mr. Jones (Stanley Fields). Para llevarlo a cabo se
propone deshacerse de Gore-King y Holmes y para ello, su mente privilegiada
pergeña un plan infernal: Holmes debe matar a Gore-King, ser arrestado, juzgado
y pagar con su vida en el patíbulo por tal homicidio. Luego de recibir una
corona floral, Holmes se convence que en cualquier momento tendrá una visita
nada formal ni amistosa del citado Jones, así que obliga a su leal asistente
Watson (Reginald Owen) a marcharse para proteger a su prometida. Resulta que el
que llega no es Jones sino Gore-King y Holmes no duda en disparar ante la
primera sombra que baja las escaleras. Moriarty y sus secuaces observan a
Holmes saliendo esposado de la finca de Baker Street. ¿Será el triunfo final de
Moriarty?
Dos pronunciados pasos de comedia, entre un cantinero y su cliente
(el ocurrente Herbert Mundin y Frank Atkinson) y una caracterización femenina
de Holmes frente a su futuro suegro (Ivan Simpson) son velozmente diluidos en
emocionantes episodios de violencia o de suspenso. El realizador William K.
Howard también sale airoso de otra cuestión que podría haber perjudicado el
trámite narrativo, como la breve presencia en pantalla de Watson (pocos meses
más tarde Reginald Owen encarnaría él mismo a Holmes en la citada Un estudio en rojo (A Study in Scarlet), en comparación con la amplia dosis de parlamentos del Pequeño Billy
(Howard Leeds), que encarna a un simpático valet de Holmes que termina teniendo
peso en el desenlace. El permanente ambiente de sombras e iluminación proclive
a la penumbra, mérito del valioso DF George Barnes, contribuye a dos o tres
secuencias climáticas y ominosas, por ejemplo, la citada fuga de Moriarty
dejando un tendal de muertos o a Holmes acechando a los villanos. En tanto el
nudo argumental, mayormente inspirado en la obra teatral del influencial
William Gillette y en el relato La Liga de los Pelirrojos de Sir
Arthur Conan Doyle, va conectando intriga tras intriga con las menores dosis
permitidas de previsibilidad. Oportunas irrupciones de acompañamiento musical
realzan y vigorizan los momentos tensos y permiten destacar la, decíamos,
intensa performance de Torrence, que preanuncia docenas de futuros villanos de
voz aterciopelada, ademanes modosos y brutalidad sutil pero perceptible.
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