El 26 de diciembre de 1933 se estrenó La reina Cristina de Suecia (Queen Christina), dirigida por Rouben Mamoulian y protagonizada por Greta Garbo, John Gilbert, Lewis Stone, Ian Keith, Elizabeth Young, C. Aubrey Smith, Akim Tamiroff, Reginal Owen. Producida y distribuida por Metro Goldwin Mayer.
Sinopsis argumental: Suecia, siglo XVII. Durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) muere, en la batalla de Lutzen, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Hereda el trono su hija Cristina, que desde la infancia se entrega en cuerpo y alma a los problemas de estado, lo que la lleva a renunciar al matrimonio con el principe Carlos Gustavo, héroe nacional y el pretendiente preferido por todos. Sin embargo, Cristina se enamora profundamente de Don Antonio, Conde de Pimentel y embajador del rey de España en Suecia.
Comentario: La película exalta el espíritu libre, independiente y desenvuelto de la reina, condicionado por las presiones, maniobras y conveniencias de la Corte. Sus grandes aficiones son equitación, caza, lectura, cultura, artes y ciencia. Velázquez, Calderón, Molière y Descartes son maestros que ella cita. Su apuesta inquebrantable por el matrimonio por amor la enfrenta con la Corte. Rechaza la propuesta de matrimonio de Felipe IV de España y se enamora del embajador español, Antonio de Pimentel (John Gilbert). Ciego de celos, Magnus no duda en levantar al pueblo contra un posible enlace de la reina con un personaje extranjero y católico. La película trata, con elocuencia y respeto, la ambivalencia de la orientación sexual de la reina. Ocasionalmente viste de hombre por razones de comodidad o para ocultar su identidad. La atracción que siente por su ayudante de cámara, Ebba Squarre (Elizabeth Young), está tratada con naturalidad y elegancia. Apuesta por la paz, de modo inequívoco, lo que la lleva a firmar un tratado con los países vecinos y a negociar otro con la Inglaterra de Cromwell. La película contiene varias escenas antológicas: la fijación en la memoria mediante el uso de los dedos y las manos de los objetos que pueblan la alcoba de su primera experiencia amorosa, su postración en el trono una noche de soledad, angustia y oscuridad y la escena final con un magnífico movimiento de aproximación al rostro.
La música aporta fragmentos breves y brillantes, como la fanfarria que acompaña la entrada del embajador español a la sala del trono. La fotografía ofrece magníficos primeros planos de la actriz, mueve la cámara con soltura y aporta travellings muy acertados, entre los que destaca el de alejamiento desde la imagen de la reina hacia el exterior de la puerta de acceso al salón de recepciones. El guión combina hechos reales y de ficción, con unos diálogos excelentes de Sam Behrman (sobresale la ironía de las intervenciones petulantes y presumidas de Antonio Pimentel). La interpretación de Garbo trasmite soltura, naturalidad y el aire de mujer atormentada, divida entre el amor sincero y los deberes de la Corona. John Gilbert, casi olvidado, sustituyó a Lawrence Olivier a petición de la actriz. Akim Tamiroff realiza un pepel breve de siriviente del embajador español. La dirección cohesiona la obra y la eleva a la categoría de gran drama de época.
Una de las películas más y mejor recordadas de la actriz. Exalta la fortaleza y la independencia de una mujer ejemplar, que se enfrentó a convenciones sociales, prejuicios y tabús de su tiempo.
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