Diez de diciembre
Traducción de Ben Clark
Alfabia ediciones
Madrid
2013
280 págs.
Diez de Diciembre es un libro de relatos de George Saunders publicado en 2013. Finalista del National Book Award.
Tras seis años de silencio, George Saunders regresa con Diez de diciembre, su esperado nuevo libro de relatos. Diez extraordinarias piezas ubicadas en la América suburbana y periférica, escritas con una de las voces más particulares de la narrativa estadounidense contemporánea. El amor, el tedio en el trabajo, el sexo y la muerte son algunos de los temas que el autor trata con un estilo que ha sido destacado por la crítica como innovador, intenso y profundamente emotivo. Los relatos reunidos en este volumen juegan con la hibridación de géneros y se acercan muchas veces a lo cómico, a la ciencia ficción distópica o a lo grotesco. Descubrir a Saunders implica descubrir una nueva forma de entender la literatura, una nueva forma de trabajar con el lenguaje y, sobre todo, implica para el lector la posibilidad de alcanzar estados de exaltación únicos e irrepetibles.
George Saunders (1958) es uno de los escritores norteamericanos de mayor
prestigio y talento. Especialista en relato corto, ha publicado sus historias en revistas como The New Yorker, Harper’s Bazaar o GQ, entre otras. Por estas publicaciones ganó cuatro veces el National Magazine Award (1994, 1996, 2000 y 2004). Ha reunido sus relatos en diversas colecciones que le han valido la aceptación unánime y casi devocional por parte de crítica y público. Destacan Guerracivilandia en ruinas (1996), Pastoralia (2000), In Persuasion Nation (2006) y el volumen de ensayos The Braindead Megaphone (2007). Todos ellos se publicarán próximamente en Alfabia.
Fragmento:
Con pesar advirtió que Alison había recibido un puñetazo. Los ojos sobre la geoda. Escuchó el pequeño «uf». Se le encogió el corazón al pensar en lo que estaba permitiendo que ocurriera. Habían utilizado galletitas saladas a modo de monedas. Habían construido puentes con rocas. En el arroyo. En los viejos tiempos. Oh, Dios. Nunca tendría que haber salido fuera. Cuando se hubieran ido, entraría sin más, haría como si nunca hubiese puesto un pie fuera de casa, montaría la maqueta del pueblo para el tren eléctrico, estaría todavía en ello cuando llegaran Papá y Mamá. ¿Y cuando alguien, al fin, se lo contara? Pondría una cara. Ya podía sentir, sobre la cara, la expresión que pondría, al estilo de: «¿Cómo? ¿Alison? ¿Violada? ¿Asesinada? Oh, Dios. Violada y asesinada mientras yo, con toda inocencia, montaba mi maqueta, sentado con las piernas cruzadas y sin percatarme de nada, como un pequeño–.
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