El 2 de enero de 1932 se estrenó El hombre y el monstruo (Dr. Jekyll and Mr. Hyde), dirigida por Rouben Mamoulian y protagonizada por Fredric March, Miriam Hopkins, Rose Hobart, Holmes Herbert, Edgar Norton. Producción y distribución de Paramount.
Sinopsis argumental: Ante un auditorio científico el doctor Henry Jekyll expone su teoría de que el ser humano está dividido en dos personalidades, una positiva y otra negativa, y que ambas se pueden separar pero no logra convencer a sus oyentes.
Después de visitar a su prometida Muriel, y paseando con su amigo el doctor Lanyonal que intenta convencer de que su idea es viable, conoce a una joven artista de music-hall, Champagne Ivy. En su laboratorio Jekyll experimenta con una droga y se transforma en el señor Hyde y, bajo esta personalidad y por medio de amenazas, se convierte en amante de Ivy.
Esta acudirá a Jekyll en demanda de ayuda y éste le promete que Hyde no volverá a molestarla, pero una transformación inesperada hace qeu aparezca este segundo personaje que acude a matar a la muchacha.
Jekyll acude a casa de su novia para darle a ésta libertad con respecto a su proyecto de matrimonio, rompiendo así sus relaciones y, al alejarse, reaparece Hyde, que ataca a Muriel y al padre de ésta, el general CArew, y huye a refugiarse a su laboratorio perseguido por la policía. Allí Jekyll es denunciado por el doctor Lanyon y al volver de nuevo a transformarse en Hyde lucha con los policías...
Comentario: Interesante desde sus primeros fotogramas, esta versión del relato de Robert Louis Stevenson no solo tiene el mérito de ser la primera sonora de la historia del cine, sino que ofrece la distinción de uno de los más ingeniosos y a la vez inquietantes maquillajes para la secuencia de metamorfosis. Inteligentemente planteada por su director Rouben Mamoulian, la película pivotea sobre unos trucos visuales y unos recursos de cámara que, por poco, cobran más importancia que la trama en sí. Al comienzo con cámara subjetiva, adelantándose más de una década al experimento fílmico de Robert Montgomery con Lady in the Lake (La Dama del Lago,1944), prosigue un planteamiento narrativo que va directo al grano y que no pierde tiempo en desarrollar otros personajes que no sean Jekyll (Fredric March) y la mesera Ivy (Miriam Hopkins). Acorde a la época de su rodaje (pre-Código Hays), este Jekyll pone de manifiesto una líbido exacerbada, a través del apuro para casarse con su prometida (Rose Hobart), cuyo tradicional padre (Halliwell Hobbes) pide paciencia al impetuoso amante hasta que siente cabeza. En fin, cualquiera puede perder la lucidez al contemplar esa pierna pendular de Ivy, y este Jekyll no solo la pierde, sino que la recobra emergiendo con los rasgos primitivos y simiescos de Hyde, con las nefastas consecuencias. Vista en retrospectiva, la película se aparta de su versión anterior, la de 1920, dirigida por John Robertson y protagonizada por el gran John Barrymore, salvándose de caer en comparaciones a las que, lamentablemente termina siendo condenada pero debido a la siguiente versión, la de Metro Goldwin Mayer de 1941, que utilizó el mismo esquema narrativo. Para asegurarse de que no hubiera suspicacias, Metro Goldwin Mayer compró los derechos de la versión de 1932, que permaneció fuera de pantalla durante tanto tiempo que terminó generando una sensación de superioridad. Para la de Mamoulian señalaremos que la sobreactuación de March en la despedida de su novia casi malogra el desenlace.
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