El 9 de febrero de 1961 se estrenó la película polaca Madre Juana de los Ángeles (Matka Joanna od Aniolów), escrita y dirigida por Jerzy Kawalerowicz. Protagonizada por Lucyna Winnicka, Mieczyslaw Voit, Anna Ciepielwska, Maria Chwalibog. Productora: Films Polski.
Sinopsis argumental: El demonio se apodera del alma de la madre superiora (Lucyna Winnicka) y el satanismo comienza a propagarse por una aldea polaca del siglo XVII en la que vive. Después de varios intentos, un cura, el padre Josef (Mieczyslaw Voit), es enviado para solucionar el problema y que no pase a mayores (es recordado el tenebroso caso de "los diablos de Loudon", que desembocara en la quema del cura Urbain Grandier, mencionado en la película como "Garniec"). el Padre Josef acude al convento y afronta su primera entrevista con la Madre. Ante sus ojos se presenta una mujer pulcra y con aire digno, que afirma tranquilamente estar poseída por ocho diablos: Behemoth, Balaam, Isacaaron, Gresil, Aman, Asmodeus, Leviathan e incluso el rabo del Cancerbero. Ante esta lúcida enumeración, el cura sugiere si realmente no será pereza espiritual por confesarse y seguir los sacramentos al pie de la letra. Por supuesto, esta discusión filosófica pronto da pie a un auténtico ritual de exorcismo, en que autoridades eclesiásticas tratan de arrojar los diablos que poseen a la Madre Juana y a una docena de sus monjas, que también manifiestan síntomas de posesión. El estado de las monjas permanece inmutable, y el Padre Josef hace construir un enrejado para poder dialogar con la Madre Juana sin que haya contacto físico. Tras varias sesiones de autoflagelación que no solucionan nada y sintiéndose en un callejón sin salida, Josef decide realizar consultar y entrevistarse con un rabino (magistralmente interpretado por el propio Mieczyslaw Voit)....
Nominaciones y premios: Festival de Cannes: Premio Especial del Jurado.
Comentario: La película se inicia con una larga escena de 15 minutos en una taberna, en la que a través de los diálogos de los parroquianos, percibimos el aura de temor, sarcasmo, respeto y misterio autoinfundido con que la gente común percibe el fenómeno de la religiosidad y las mentadas posesiones.
El encuentro entre el sacerdote y el rabino , que tiene lugar hacia el minuto 70 de proyección (en la versión de 110 minutos), es el punto más brillante del filme y un hito en la historia del género y del cine mismo. El rabino le aporta un punto de vista menos épico y más humano del problema: "El amor es la raíz de todo lo que hay en la Tierra" dice y, por primera vez, esta frase no suena a lugar común. "¿Y si Satán creó el mundo?" pregunta el Rabbí, con lo que se abre una nueva perspectiva del caso que, viene a confirmar que no hay solución a los grandes dilemas morales y existenciales de la Humanidad: Si Dios permite o autoriza al Diablo, entonces, o bien Dios no es bondad o bien el Diablo no es maldad. Por supuesto, cualquier sacerdote podría responder con citas bíblicas estas cuestiones, pero nuestro Padre Josef no está en una charla de catequesis sino ante un verdadero conflicto espiritual. ¡Y qué difícil resulta todo cuando se es incapaz de interpretar los hechos que se presentan en la realidad de la manera que uno está entrenado para hacerlo! El resto de la película consistirá en la búsqueda del Padre Josef por redimir a la Madre Juana a través de un acto de amor. La solución que aplica el Padre Josef, trágica y extrema, genera un interesante campo de debate post-fílmico, al que se agregan otros temas narrados paralelamente, como la historia de la Hermana Malgorzata (Anna Ciepielewska) que canta haber optado por los hábitos para evadirse de una vida recibiendo golpes de un potencial marido, pero que se deja seducir por un caballero (Stanislaw Jasiukiewicz) que termina abandonándola o la historia de los mozos de cuadra (Jerzy Kaczmarek y Jaroslaw Kuszewski) que a través de la ingenuidad y la candidez, tienen sus propios puntos de vista espirituales. Merecedora de un sitial junto a filmes que se ocuparon de la relación entre los hombres y la religión como Häxan: La brujería a través de los tiempos (Häxan, 1922), de Benjamin Christensen y, Dies irae (Vredens Dag, 1943), de Carl Th. Dreyer.
La película de Jerzy Kawalerowicz mantiene el interés basado en los diálogos y la expresividad de sus protagonistas. Estos logros están respaldados por una ambientación y vestuario más que correctos, a lo que se agregan valiosas composiciones estéticas (el plano del exorcismo multitudinario con las monjas adheridas al piso es memorable) y una profundidad espiritual inusual en el género.
No hay comentarios:
Publicar un comentario