El 31 de marzo de 1933 se estrenó la película estadounidense El asesino diabólico (Murders in the Zoo), dirigida por Edward A. Sutherland. Protagonizada por Charles Ruggles, Lionel Atwill, Gail Patrick, Randolph Scott, John Lodge, Kathleen Burke, Harry Beresford. Producción y distribución: Paramount Pictures.
Sinopsis argumental: Un zoólogo, millonario, deportista y celoso hasta la locura utiliza los animales del zoológico para eliminar a los pseudo pretendientes y no tanto de su esposa. La primera víctima aparece con los labios sellados para que "no bese nunca más a otra mujer casada".
Comentario: El año 1933 fue un año importante para la Paramount en lo que al cine de terror se refiere: en enero estrenó La isla de las almas perdidas (Island of Lost Souls); en marzo El asesino diabólico (Murders in the Zoo) y en mayo Poder sobrenatural (Supernatural). Las películas tenían como misión dar la réplica a la fiebre por el género que se había iniciado a partir de los archifamosos filmes de Universal, Dracula y Frankenstein (ambas de 1931), y para ello se ofrecieron temas originales y atractivos al mismo tiempo. Para la primera de las películas se contó con el guionista Philip Wylie, que adaptó la tenebrosa novela de H.G. Wells, "La Isla del Dr. Moreau". Wylie que ya tenía experiencia con tal autor, debido a su trabajo en El hombre invisible (The Invisible Man, 1932), ofreció una trama tan absorbente, que volvió a ser seleccionado para la siguiente película de terror de la Paramount, que es la que nos ocupa. La trama se inicia con una de las escenas más pesadillescas de toda la década: en el medio de la jungla, un zoólogo (Lionel Atwill) está torturando a un hombre maniatado y le dice: "así aprenderás a no besar más a la mujer de otro." La víctima es abandonada a su suerte, y cuando se acerca a la cámara vemos en primer plano que el hombre tiene la boca cosida. Tal crudeza solo puede explicarse con que la película fue estrenada antes de la aplicación del código de censura Hays (posteriores escenas de Atwill manoseando lascivamente a su esposa confirman tal hecho histórico). La historia gira en torno a dicho zoólogo, que celoso de su esposa (Kathleen Burke), utiliza sus conocimientos de los animales para despachar al amante (John Lodge) durante un banquete que tiene lugar en un zoológico. Más tarde también asesina a su mujer, arrojándola a los cocodrilos.
Un veterinario (Randolph Scott) y la hija del director del zoo (Gail Patrick) comienzan a sospechar sobre las falsas pistas que el villano deja para librarse de evidencias inculpatorias. La trama se resuelve de manera certera, antes que uno realmente se pueda aburrir de las ocurrencias graciosas del personaje de Charlie Ruggles (que compone a un tonto publicista cuyas ideas revolucionarias terminan siempre mal). A pesar del abuso de los toques cómicos, la película tiene algunos aciertos visuales y da buena ocasión de lucimiento al villano, que ya por entonces debería ser considerado uno de los grandes malvados del cine. A pesar de que uno tiende a considerarlo como especialista en comedias, el director Edward Sutherland brinda un sustancioso climax de suspenso en la escena que Atwill acecha a Randolph Scott.
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