El 2 de marzo de 1960 se estrenó Los ojos sin rostro (Les yeux sans visage), dirigida por Georges Franju. Protagonizada por Pierre Brasseur, Alida Valli, Juliette Maynel, Edith Scob, François Guérin, Alexandre Rignault, Béatrice Altariba. Productora: Coproducción Francia-Italia.
Sinopsis argumental: En París, un brillante pero desequilibrado cirujano plástico (Pierre Brasseur) cuya hija (Edith Scob), luego de un accidente automovilístico, sufre quemaduras en el rostro y queda desfigurada. Junto a una mujer (Alida Valli, brillante), se dedica a secuestrar chicas para someterlas a una operación en la que les extirpa la piel del rostro, para transplantarla al de su hija. Pero una y otra vez, se producen rechazos y necrosis, de manera que permanentemente debe estar suministrándose "donantes" forzados.
Comentario: Basada en la novela homónima de Jean Redon.
Los escenarios en los que se desarrolla la acción son lóbregos y opresivos. La parte principal de ellos se ubica en subterráneos claustrofóbicos y agobiantes, en los que se respira una atmósfera densa y siniestra, que perturba el ánimo y causa sensaciones de inquietud y angustia. Los escenarios contienen elementos simbólicos y alegóricos que suscitan reacciones de temor y ansiedad. En este sentido aportan su contribución la proyección de sombras, la balaustrada de barrotes del pasamos de la escalera, el reflejo de algunas imágenes en un gran espejo, las máscaras, etc.
Ladridos de desesperación de perros que no se ven, porque no están en el jardín, ni en la casa, ni en el subterráneo, elevan los niveles de misterio y tensión. El aspecto fantasmal de algunos personajes que se desplazan como almas en pena, a la manera de espíritus condenados al dolor y la desolación eterna, refuerzan el suspense. La desconfianza con la que el espectador mira a la policía provoca sentimientos de desamparo. La división del mundo en dos mitades, la explícita, visible y aparentemente normal de la clínica y la oculta y clandestina del subterráneo, alimentan percepciones de desequilibrios mentales graves.
La atmósfera de la película se vuelve por momentos asfixiante y aterradora. En la segunda mitad de la misma se muestran imágenes que impresionan, turban y, en varias ocasiones, provocan horror y terror. La escena del bisturí recuerda la del ojo de Buñuel y Dalí en Un perro andaluz (1929), la de las pinzas trae a la memoria la creación del monstruo de Frankenstein (El doctor Frankenstein, 1931), etc.
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