El poeta y el pintor
Ediciones Alfabia
Barcelona
2014
172 págs.
En el año 2012 Ediciones Alfabia apostó por introducir en su catálogo una novela inédita de Ana Rodríguez Fischer, destacada autora del panorama narrativo nacional. Su título: El pulso del azar. Se trataba de una novela epistolar en torno al tema de la Guerra Civil que destacó, a juicio de la crítica, por su prosa precisa y refinada, por su ambición narrativa y por la prolija documentación aportada en torno al tema.
En la misma línea, Ana Rodríguez Fischer nos ofrece ahora, con motivo del año Greco que se celebra en 2014, la revisión literaria de un supuesto hecho histórico nunca confirmado: un hipotético encuentro entre Góngora y El Greco que, al parecer, se dio hacia 1609 en Toledo. A falta de pruebas documentales de rigor, El poeta y el pintor se presenta como una obra de ficción con vocación histórica. Ana Rodríguez imagina ese encuentro en Toledo y lo relata en una novela llena de vida y de encanto escrita con un lenguaje preciso que reformula y evoca los códigos del siglo XVII; en una novela donde lo más concreto –los olores, las descripciones de las calles, las ropas, las comidas, los paisajes- se alterna con luminosas reflexiones sobre poesía y pintura, donde los dos artistas se miran y hablan, y también ríen y se burlan de una España cada vez más sombría.
FRAGMENTO
"En los nuevos lienzos, sean o no de tema religioso, reaparece a menudo la misma mujer de cabeza cubierta con una amplia toca de tonos claros que cae sobre los hombros, cabellos castaño oscuro, rostro ovalado en el que arden dos grandes carbunclos negros, la nariz graciosamente respingada, la boca pequeña de labios frescos, y toda ella nimbada por una misteriosa palidez de la que irradia un profundo surco de melancolía. La persistencia singular y obstinada de estos mismos rasgos, el parecido más próximo o ya algo lejano que guardan entre sí todas estas figuras, induce a Góngora a pensar que en todas ellas revive Jerónima, la única mujer con la que El Griego llegó a convivir y con la que tuvo a su hijo Jorge Manuel. ¿Dónde la conocería, en el esplendor de los cigarrales o en la penumbra de los cobertizos de Barrionuevo, cercanos a Santo Tomé? Las preguntas brotan como manantiales pero el poeta no se atreve a formularlas. Desearía conocer los pormenores de aquella historia de amor, saber más cosas de la misteriosa mujer que inflamó la pasión de Doménico hasta el punto de seguirla pintando inmune al tiempo.
-Es una belleza ya solo soñada -murmura don Luis."
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