martes, 22 de abril de 2014

Noticias de libro: La partícula final del universo

La partiícula final del universo

Sean B. Carroll
Debate
Barcelona
2013
384 págs. 
Los grandes viajeros científicos de la actualidad no sólo buscan el horizonte de la Tierra, las entrañas del mundo o el fulgor de las estrellas distantes. Se enfrentan a un tipo de viaje mucho más complejo, fascinante y extraño acaso para comprender qué somos, de qué estamos hechos, qué ladrillos constituyen la realidad. Son los viajeros que se dirigen hacia lo más pequeño.
Más allá del átomo. Más allá de las partículas elementales que ya hemos detectado. Cosas tan pequeñas y difíciles de detectar que se precisa la construcción de monstruos como el que sigue.
Desde el día en que se acabó su construcción, el Gran Colisionador de Hadrones (LHC), radicado en Ginebra, Suiza, permaneció enfriándose hasta que alcanzó su temperatura de funcionamiento: -271,25 grados centígrados (es decir, dos grados por encima del cero absoluto, la temperatura más baja capaz de conseguirse en el universo). La construcción más formidable del ser humano, pues, es una construcción más fría que el hielo del Polo Norte.
En las entrañas del LHC se están preparando cinco experimentos diferentes de detección de partículas. ATLAS y CMS serán los detectores encargados de partículas generales, LHCb, ALICE y TOTEM, sin embargo, serán más especializados. Estamos hablando de detectores de hechuras similares a las de la catedral que describe Ken Follet en su novela (literalmente se dice que en la caverna subterránea donde se encuentra alojado el detector ATLAS, de 12.500 toneladas, cabría la catedral de Notre Dame).
Todo esto para obtener una serie de respuestas intrigantes. Saber con exactitud en qué consiste la masa, pues hoy día solo sabemos medirla; saber qué número de partículas componen el átomo, además de ya las conocidas; saber la naturaleza de la llamada materia oscura, un tipo de materia que nadie ha visto ni detectado aún pero que, supuestamente, por inferencia, se cree que compone el 95 por ciento de toda la materia del universo; saber si existen otras dimensiones; simular el Big Bang a pequeña escala, la explosión que ocurrió hace 15.000 millones de años y que dio origen al universo (y que fue acuñada mordazmente por el astrónomo Fred Hoyle, irónicamente para desacreditar esta idea tan extraña); y por último y más importante: hallar el bosón de Higgs o partícula divina, que sería un paso significativo en la búsqueda de la Teoría de la Gran Unificación, la teoría que pretende unificar tres de las cuatro fuerzas fundamentales del universo.
Este galimatías es el que pretende desentrañar de la forma más divulgativa posible Sean Carroll en su reciente libro La partícula al final del universo.
Cuando leáis estas líneas, el experimento ya habrá tenido lugar, y hoy podemos afirmar con bastante seguridad (aunque no con total seguridad, se dispone de una confianza del 99,99994%) que Higgs ha sido descubierto. Concretamente, su descubrimiento oficial se comunicó el 4 de julio de 2012. Con todo, los científicos continúan analizando la jungla de datos que ha vomitado el experimento: varios terabytes. Un hito en la física. Un hito en la averiguación de lo que somos. Un hito en el conocimiento.

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