El 6 de mayo de 1932 se estrenó la película alemana Vampyr, la bruja vampiro (Vampyr-Der Traum des Allan Grey), dirigida por Carl Theodor Dreyer. Protagonizada por Julian West, Sybille Schmitz, Henriette Gérard, Jan Hieronimko, Maurice Schutz, Rena Mandel. Productora: Coproducción Alemania-Francia. Tob Filmkunst. Distribución: Conti Film G.m.b.H., Berlín.
Sinopsis argumental: Un joven viajero, Allan Gray, se aloja en un extraño castillo, cuya atmósfera densa y enrarecida recuerda la de las pesadillas. El joven comienza a tener espeluznantes visiones, de las cuales la más terrible es el descubrimiento de una mujer inconsciente que ha sido atacada por un vampiro en forma de bruja.
Comentario: Basada en la novela corta de de 1872, Camille, de Sheridan Le Fanu.
En esta película Dreyer nos introduce en un universo fantasmagórico por medio de imágenes expresionistas.
El maestro Dreyer rueda en Francia esta personal visión del terror: un mundo onírico y sugerente, lleno de fantasmas y sombras que cautivan más por la fuerza de las imágenes que por lo terrorífico del relato. A pesar de que actualmente es considerada una obra maestra del género, en su día fue un rotundo fracaso, por lo que el director danés tardaría doce años en volver a rodar su siguiente película, Dies Irae.
Muy poco apreciada en su momento y redescubierta por la crítica más adelante, esta extraña película resulta deslumbrante desde el punto de vista visual: Dreyer combina muy eficazmente el gusto por la sombras y los contrastes tonales del expresionismo alemán con la iluminación vaporosa y onírica del impresionismo francés, e incluso con juegos ópticos y audacias con la cámara de corte más vanguardista. Si a ello le unimos cierto juego con lo simbólico muy sugerente, esta especie de reverso tenebroso de “La palabra” acaba resultando, pese a la no-interpretación de su protagonista y a una narración por momentos más dispersa que onírica, una experiencia intensa y atractiva. Destaca el terrible final del villano: no sólo porque el director se vería incluso obligado a acortarlo por la censura, sino porque habría de ser remedado en un muy conocido thriller de los años ochenta.
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