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Mujeres travestidas. A lo largo de la historia del cine muchas mujeres, que han querido destacar, han tenido que travestirse de hombres para llegar a conseguir sus objetivos y dejar de ser por un momento en las tramas figuras secundarias y sin autonomía narrativa. Baste recordar títulos como:
Frente a la adaptación de la obra homónima, escrita en 1618, de Lope de Vega, La moza del cántaro (1954) de Florián Rey, por poner un ejemplo de los clásicos españoles, aunque son muchos los procedentes de obras de Shakespeare.
Otras más recientes y de ambientación contemporánea siguen reclamando el hecho de vestirse de hombre para conseguir cosas de hombres, como entrar en un equipo de fútbol Ella es el chico (She's the Man, 2006) de Andy Fickman.
Recordemos que culturalmente el hombre occidental encuentra cierto morbo sexual en la mujer disfrazada de hombre. Mientras, cuando los hombres se travisten de mujer lo hacen para desarrollarse psicológicamente:
O por el simple placer de hacer reír, ridiculizando al personaje femenino, por conseguir la confianza de una mujer Señora Doubtfire, papá de por vida (Mrs.Doubtfire, 1993), de Chris Columbus.
E incluso como fruto de la acción de una madre castradora, Mi querida señorita, (1972), de Jaime de Armiñán.
O para encontrar trabajo, como en Tootsie (1982), de Sydney Pollack.
No se pueden olvidar tampoco casos extraños como el de una actriz interpretando papel de hombre, no travistiéndose, como el de Blanca Portillo interpretando a Fray Emilio Bocanegra en Alatriste (2006), de Agustín Díaz Yánez).
O el de personajes que prueban a lo largo de su vida la existencia en ambos sexos, como en Orlando (1992) de Sally Potter, interesante alegato feminista, con una puesta en escena barroca y sugerente.
Y teniendo en cuenta que la identificación secundaria es la que realiza el espectador con un personaje en función de su experiencia del mundo ¿Con cuál de todas las mujeres relacionadas en las cuatro entradas realizadas se identifica usted?
Mujeres travestidas. A lo largo de la historia del cine muchas mujeres, que han querido destacar, han tenido que travestirse de hombres para llegar a conseguir sus objetivos y dejar de ser por un momento en las tramas figuras secundarias y sin autonomía narrativa. Baste recordar títulos como:
- Víctor o Victoria (1982) de Blake Edwards.
- E incluso Mulán (1998) de Tony Bancroft-Barry Cook en animación para niños.
- Shakespeare enamorado (1998) de John Madden.
- Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto también conocida como Piratas del Caribe 2 (Pirates of the Caribbean: Dead Man's Chest AKA Pirates of the Caribbean 2, 2006) de Gore Verbinski.
Frente a la adaptación de la obra homónima, escrita en 1618, de Lope de Vega, La moza del cántaro (1954) de Florián Rey, por poner un ejemplo de los clásicos españoles, aunque son muchos los procedentes de obras de Shakespeare.
Otras más recientes y de ambientación contemporánea siguen reclamando el hecho de vestirse de hombre para conseguir cosas de hombres, como entrar en un equipo de fútbol Ella es el chico (She's the Man, 2006) de Andy Fickman.
Recordemos que culturalmente el hombre occidental encuentra cierto morbo sexual en la mujer disfrazada de hombre. Mientras, cuando los hombres se travisten de mujer lo hacen para desarrollarse psicológicamente:
- Tacones lejanos (1991), de Pedro Almodóvar.
- Un hombre llamado flor de otoño (1978), de Pedro Olea.
O por el simple placer de hacer reír, ridiculizando al personaje femenino, por conseguir la confianza de una mujer Señora Doubtfire, papá de por vida (Mrs.Doubtfire, 1993), de Chris Columbus.
E incluso como fruto de la acción de una madre castradora, Mi querida señorita, (1972), de Jaime de Armiñán.
O para encontrar trabajo, como en Tootsie (1982), de Sydney Pollack.
No se pueden olvidar tampoco casos extraños como el de una actriz interpretando papel de hombre, no travistiéndose, como el de Blanca Portillo interpretando a Fray Emilio Bocanegra en Alatriste (2006), de Agustín Díaz Yánez).
O el de personajes que prueban a lo largo de su vida la existencia en ambos sexos, como en Orlando (1992) de Sally Potter, interesante alegato feminista, con una puesta en escena barroca y sugerente.
Y teniendo en cuenta que la identificación secundaria es la que realiza el espectador con un personaje en función de su experiencia del mundo ¿Con cuál de todas las mujeres relacionadas en las cuatro entradas realizadas se identifica usted?
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