Paseos por Berlín
Franz Hessel
Traducción de Manolo Laguillo
Prólogo de José Muñoz-Millanes
Errata naturae Editores
Madrid
2015
288 págs.
Es éste, quizá, el libro más importante, lúcido y hermoso que se haya escrito jamás sobre Berlín. Un libro mítico sobre una ciudad y una época también míticas, los últimos años veinte. Un texto que, por suerte, se adelantó al ascenso de los nazis al poder, para hablarnos, así, de una ciudad aún lejos del horror, todavía floreciendo. Calles ideales para el paseo, para observar los rostros de la gente, los escaparates, las terrazas de los cafés, los tranvías, las estaciones de tren, tanto al despertar el día como ya en el crepúsculo, cuando, con la ayuda del vidrio y la luz artificial, como señala el propio Hessel, «aparece la mezcla feliz». Avenidas de grandes farolas, anuncios luminosos, automóviles refulgentes.
Como dijera su amigo Walter Benjamin, Hessel es uno de los mayores prototipos de flâneur, un perfecto observador —y con una prosa tan bella como versátil— de las cosas y del tiempo, a quien la metrópoli se le presenta como un paisaje, como una multitud de lugares vividos donde ha quedado depositada la memoria impersonal y colectiva de la urbe entera. Para él, pasear no es simplemente percibir la ciudad, sino rastrearla: detectar huellas, detalles, matices, impresiones fugaces. Según Hessel y Benjamin, pasear es un arte que requiere reeducar la atención, afinarla: aprender a desplazarla desde lo obvio y llamativo a lo apenas perceptible. En Paseos por Berlín Hessel, tras haber vivido en París, centro de la modernidad, regresa a la ciudad de su infancia en condiciones de apreciar su reciente y acelerada modernización. El nuevo flâneur no merodea por las afueras en busca de la naturaleza, ensimismado, sino que está volcado hacia todo lo que le rodea, desde el centro a la periferia, pero no hacia lo aparente ni tampoco hacia lo monumental.
En el complejo e inabarcable Berlín, Hessel recuperó «el dulce desorden del cuarto infantil». El orden del desorden, la acumulación, gracias a la sorpresa del hallazgo inesperado, obró el milagro de convertir cualquier cosa en un pequeño tesoro, en un regalo.
Franz Hessel (Stettin, 1880 – Sanary-sur-Mer, 1941)
, fue uno de los más destacados intelectuales alemanes de la primera mitad del siglo XX: poeta, narrador y traductor de Stendhal, Balzac, Casanova y, junto a Walter Benjamin, Proust. Fue también uno de los primeros creadores que encarnó la figura del flâneur baudeleriano, y quien, precisamente, enseñó a Benjamin a pasear, descubrir y vivir París desde esa perspectiva, influyéndole e impulsando su obra sobre la capital francesa, el determinante Libro de los Pasajes, uno de los textos fundamentales de la Modernidad.
Hessel vivió entre Berlín y París. Su comprensión de las dos grandes metrópolis europeas y de la mitología que se producía en torno a ellas, así como de todos los personajes que surgieron en ambas, fue excepcional, y marcó de tal manera la tradición literaria berlinesa que es conocido como «el constructor de Berlín». En 2011, Errata naturae publicó su novela Romance en París, y en 2013, Berlín secreto. Fue autor también de Marlene Dietrich, uno de los primeros y más conocidos retratos de la actriz, aparecido por primera vez en castellano en 2014 con el sello de Errata naturae, que continuará rescatando toda la obra de este autor fundamental.
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El término flâneur procede del francés, y significa 'paseante', 'callejero'. La palabra flânerie ('callejeo', 'vagabundeo') se refiere a la actividad propia del flâneur: vagar por las calles, callejear sin rumbo, sin objetivo, abierto a todas las vicisitudes y las impresiones que le salen al paso. El flâneur era, ante todo, un tipo literario en la Francia del siglo XIX, inseparable de cualquier estampa de las calles de París. Llevaba aparejado un conjunto de rasgos variopintos: el personaje indolente, el explorador urbano, el individuo curtido en la calle, etc. Fue Walter Benjamin quien, a partir de la poesía de Charles Baudelaire, le hizo objeto del interés académico durante la pasada centuria, como figura emblemática de la experiencia urbana y moderna. Gracias a Benjamin, el flâneur pasó a convertirse en una figura importante para estudiosos, artistas y literatos.
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