sábado, 9 de mayo de 2015

Biografías de cine: Orson Welles (II)

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En 1965 Orson Welles comentaba para Cahiers du Cinèma como había surgido la idea de hacer La dama de Shanghai: "Yo estaba trabajando en una espectacular idea teatral, La vuelta al mundo en 80 días, que en un principio iba a dirigir Mike Todd. Pero de la noche a la mañana, quebró y me encontré en Bostón el día del estreno sin poder sacar los vestuarios de la estación porque debíamos 500.000 dólares. Sin ese dinero, no podíamos comenzar. Por esa época, yo ya estaba separado de Rita; ni siquiera nos hablábamos. Yo no tenía la menor intención de hacer una película con ella. Desde la misma ciudad de Bostón, me puse en contacto telefónico con el productor Harry Cohn, que era entonces director de la Columbia, y que estaba en Hollywood; le dije tengo preparada una historia extraordinaria si me envías 50.000 dólares a cuenta por telegrama dentro de una hora, y te firmaré un contrato para hacerla. Cohn preguntó ¿Qué historia?. Yo estaba llamando desde la taquilla del teatro; al lado, había un muestrario de libros de bolsillo y le dije el título de una de ellos La dama de Shaghai -le dije-. Compra la novela y yo haré la película. Una hora más tarde recibíamos el dinero. Más tarde, leí el libro y era horrible; de manera que me senté y escribía a toda prisa una historia. Llegue a Hollywood para hacer la película con un presupuesto muy pequeños y en seis semanas de rodaje. Pero quería más dinero para mi teatro. Cohn me preguntó por qué no empleaba a Rita. Ella le había dicho que le gustaría mucho.
Orson Welles en Macbeth
Le di a entender que el personaje no era simpático, que era una mujer que mataba y eso podría dañar la imagen de estrella ante los ojos del público. Rita se empeño en hacer la película, y en vez de costar 350.000 dólares, alcanzó los dos millones. Rita cooperó mucho. El único que quedo horrorizado al ver la película fue Cohn. A Welles le hubiese sorprendido saber que algunos de sus compañeros de Hollywood simpatizaban con sus desventuras como director. En la Meca del cine sus dos primeras películas había tenido muchos admiradores. Se dice que Vera Ralston, la esposa del propietario de la Republic, Herbert Yates, convenció a su marido para que contratase a Welles y John Ford para dar un toque de clase al estudio. Yates dejó a Welles que rodase una adaptación del Macbeth (!948), de Shakespeare, que realizó en sólo veintitrés días y con un presupuesto increíblemente bajo. Se trata de una película desigual pero con magníficos momentos, una de las mejores versiones de la obra del autor teatral inglés de toda la historia del cine.

Aunque volvería una vez más a Hollywood para rodar otra de sus grandes películas Sed de mal (Touch of Evil, 1955), el Macbeth (1948) de Welles fue el tituló que marcó su divorcio definitivo  como director de la Meca del cine. Fue también la primera de una serie de adaptaciones de obras de Shakespeare realizadas a lo largo de toda su carrera. Aunque se trata de la menos satisfactoria de todas ellas, no cabe negar que es una de las versiones más fieles e imaginativas de la obra del gran autor inglés, a la altura de Trono de
sangre (Kumonosu-jô, 1957) de Akira Kurosawa, y muy superior a la versión rodada posteriormente por Polanski en 1971. No obstante, se notan las limitaciones de tiempo y dinero y las interpretaciones no están todas al mismo nivel. Parece ser que a los colaboradores de Welles les resulta difícil ponerse a la altura de sus raptos imaginativos. 
Esto no tiene nada de sorprendente. Welles se pasó sesenta años de su vida reflexionando sobre la grandeza y los misterios de la obra de Shakespeare, e intentando buscarle nuevas interpretaciones. Se dice que cuando tenía dos años se dormía oyendo los Cuentos de Shakespeare, escritos por Charles Lamb. A los tres  los sustituyó por las versiones originales. A los siete se sabía El rey Lear de memoria, y a los diez se había aprendido todos los grandes papeles trágicos de Shakespeare.
Tras completar Macbeth comenzó a rodar Otelo (Otello). Esta película habría de
convertirse en la odisea llena de dificultades que caracterizaría a partir de entonces la mayoría de los proyectos de Welles. El rodaje se arrastró interminablemente desde 1949 a 1952, período durante el que Welles recorrió numerosos escenarios naturales de Marruecos e Italia. Cuando se acababa el dinero se cortaba el rodaje, que se reanudaba sólo cuando se obtenían nuevos fondos.
Aunque estas dificultades de producción se reflejan también en el resultado final, en Otelo Welles contó con mejores colaboradores que en el título anterior: su viejo amigo y mentor en sus días juveniles como actor en Dublín: Michael MacLiammoir, crea un maravilloso y felino yago, cuya maldad, según se insinúa en la película está originada por su impotencia sexual. La película estrenada el 10 de mayo de 1952 obtuvo el Gran Premio del Jurado.
Welles parecía estar condenado a vagar de un país a otro, dejando en todos ellos un montón de proyectos abortados o a medio acabar. En 1955 comenzó a rodar Don Quixote en México y París, con él mismo como Don Quijote y Akim Tamiroff, uno de sus actores favoritos como Sancho Panza, pero la película no llegó nunca a buen puerto. Entre otros proyectos que fueron quedando a lo largo del camino destacan las historias bíblicas de Noé, Abraham y Salomé, dos adaptaciones más de Shakespeare, King Lear y Julio César (producido finalmente en 1953 por un antiguo colaborador del Mercury Theatre, pero con Joseph Mankiewicz como director); Pickwick Papers, y para mayor "inri", Trampa 22 (Catch-22), que al final fue dirigida por Mike Nichols en 1970, con el propio Welles en el papel de general Dreedle.
Ya durante sus encuentros con Shakespeare en la infancia, Welles mostró una especial afición por los personajes "mayores que la vida". Mr. Arkadin (1954) es un ser monstruosos en la línea de Ciudadano Kane. Arkadin es un hombre rico y poderoso que, a diferencia de Kane, contrata a un investigador para que reconstruya la historia de su misterioso pasado. Como se demuestra al final, esto no es sino una argucia para averiguar que el delito cometido en otros tiempos y que atormenta a Arkadin está bien guardado y no puede ser descubierto por nadie. Welles crea toda una galería de retratos inolvidables, inmersos en una puesta en escena arrolladora, que husmea en los entresijos del poder y retrata una solapada historia de amor, al tiempo conmovedora y trágica. Una clase magistral de cine moderno e innovador.
Para muchos de sus admiradores Sed de mal (Touch of Evil, 1955) (su último intento de reconciliarse con Hollywood), es su gran obra maestra. El proyecto llegó a manos de Welles en una época en que éste no gozaba de buena fama entre los productores de Hollywood, ya que muchos lo consideraban un director difícil que no era capaz de cumplir con un plan de trabajo. Fue el actor Charlton Heston quien logró imponer a Welles (debido a una confusión) y con total libertad creativa. Welles reescribió el guión, basado en una novela publicada en 1956 por Whit Masterson, e inició el rodaje al poco tiempo en Venice (California). En ella Welles interpreta a Hank Quinlan, un obeso y decadente inspector de la Policía, cuyo sentido de superioridad lo lleva a utilizar pruebas falsas contra los sospechosos que, según su infalible instinto, son culpables. Welles sitúa la acción en una ciudad fronteriza, cuyas calles, hoteles y bares crean una atmósfera de pesadilla, y entre cuyos habitantes se encuentra Marlene Dietrich como una "madame" lánguidamente filosófica, que al parecer fue en otros tiempos uno de los amores de Quinlan. En la película trabaja también Akin Tamiroff como el patriarca de una curiosa banda de traficantes de droga.

Durante años se consideró a sed de mal como un ejemplo más de las humillaciones infringidas por Hollywood a los genios creativos. Se dijo que los montadores de la Universal masacraron la versión original de Welles. Sin embargo, hace algunos años se pudo reconstruir la versión integra de la película y se comprobó que las modificaciones introducidas por el estudio constituyen de hecho una mejora: al suprimir algunas escenas innecesariamente explicativas, los cortes realizados por la Universal ponía el acento en la sensación de misterio y mal metafísico que es sin duda alguna el principal atractivo de la película. La película fue rodada en un riguroso blanco y negro por el director de fotografía Russell Metty, donde el uso de la luz fuerte y los altos contrastes entre sombras y zonas iluminadas ayudan a crear la densa atmósfera de la película.
No se debe olvidar mencionar su espectacular plano secuencia de apertura, de tres minutos de duración, un prodigio de dominio de la técnica y puesta en escena, y sin duda uno de los mejores comienzos de la historia del cine. Se tardó quince días en poder llevarlo a cabo.
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