Un hombre sencillo
Errata naturae
Madrid
2016
192 págs.
Una divertida y delirante obra, en la que André Baillon, autor de culto de la literatura belga, se aventura en los entresijos de la locura.
Un hombre quiere escribir, pero no puede. Nada hay de extraordinario en esto, es casi demasiado banal. Un hombre quiere llevar una vida tranquila, amar a su mujer, llevar dinero a casa, pero no puede. Tampoco esto es extraordinario, sucede a menudo. Un hombre quiere encontrarse, aferrarse al sentido de la vida, atrapar la verdad, su verdad, pero no puede. Y, bien, a quién no le ha pasado esto, es una lucha común… Jean Martin quiere concentrarse, escribir, amar, mas todo se diluye, se vuelve confuso: se encierra en su habitación, pero cada ruido es un martirio que le agujerea el cerebro, cada trámite se vuelve insoportable… tal vez debería irse al campo, París resulta agotador… ¡Al campo se ha dicho! Alquila una habitación, pero sigue habiendo ruidos, distracciones, viene a visitarlo Michette, la hija de su mujer, una tentación demasiado turbadora: esa piel joven, esa ingenuidad malévola. Todo gira, los escrúpulos se desdibujan. ¡Hay que purificarse! La comida es el enemigo número uno: ¿ingerir algo? ¡Dios nos libre! Bajo la cama un hombre se esconde para tirarle del pie. ¡Él sabe que no está ahí, ese hombre no existe! Pero tirarle, bien que le tira.
A lo largo de cinco «confesiones», dirigidas a un médico del departamento psiquiátrico del Hospital de la Salpêtrière, Martin (¿un hombre sencillo?), narra lo que le ha llevado al internamiento.
André Baillon se aventura en los contornos de la locura, pero el tono, al contrario de lo que podría imaginarse, es luminoso, las frases son vivas, tajantes, a menudo increíblemente divertidas. Humor y sufrimiento se mezclan en el relato de este gran estilista, una de las voces europeas más singulares del siglo XX.
André Baillon (Amberes, 1875 – Saint-Germain-en-Laye, 1932). Antes de los seis años, Baillon pierde a sus padres y a su hermano. Queda bajo la tutela de una tía autoritaria, más tarde vive en estrictos internados jesuitas y va a la universidad, donde obtiene brillantes resultados en los estudios de ingeniería. A los veintiún años, tras una ruptura amorosa, se tira al mar. Lo rescatan. Renuncia a su oficio, se hace anarquista, comienza a vivir con la antigua prostituta Marie Vanderberghe (protagonista de una de sus novelas), dilapida su herencia en el casino de Ostende... Abre un café en Lieja, vende carbón en Forest, cría pollos en Westmalle. Fracasa en todo. Tras la publicación de algunos textos sueltos en revistas, lo contratan como redactor nocturno de un periódico bruselense. Finalmente, a partir de 1919, ya a sus cuarenta y cuatro años, pasa varios años escribiendo sin parar, de los que resultan sus primeras obras, como Histoire d’une Marie, En sabots, Zonzon Pépette, Délires... Tiene éxito, es conocido, pero su vida no mejora. Después de un calamitoso menage à trois, ingresa por primera vez en el hospital psiquiátrico y recibe su primer premio literario en la cama del hospital. Tras su estancia allí, escribe tres novelas más: Un hombre sencillo, Le Perce-Oreille du Luxembourg y Chalet 1. Aparecerá entonces en su vida Marie de Vivier, escritora también y admiradora de su trabajo: vivirán una apasionada historia de amor, preñada de desencuentros, rupturas, intentos de suicidio conjuntos o por separado. Baillon ingerirá finalmente una sobredosis de somníferos el 10 de abril de 1932 que acabará con su vida.
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