La historia del cine australiano
Adrián SánchezT & B Editores
Barcelona
2014
410 págs.
La historia del cine australiano está determinada por un ciclo de creación y destrucción, de fulgurantes principios y lentos descensos hacia el olvido. En esta obra se busca los orígenes en pioneros como Raymond Longford, marginales como Giorgio Mangiamele o figuras clave de una identidad que tiene que ver con el aislamiento y el paisaje.
La historia del cine australiano comienza reseñando la prehistoria -desconocida por completo- del mudo, sigue con el clásico, inesperadamente exiguo y de ribetes britanófilos –que incluye producciones de la Ealing e incluso un par de magníficas obras de Powell y Pressburger- y hace hincapié en el revival que comienza en los 70 con Walkabout de Nicolas Roeg y Wake in Fright de Ted Kotcheff. Estas películas, acuñadas por directores extranjeros –sino o estigma que atraviesa toda la historia del cine australiano- son el mojón inicial del nuevo cine con identidad patria y Esbilla las coloca en el sitial de honor que merecen. Los minuciosos y exquisitos análisis de estas obras maestras indican el inicio de la parte más sabrosa del libro.
El período que va de 1970 a 1985 condensa un cúmulo de obras magníficas y pone de relieve la voluntad de imponer una conciencia nacional, una cosmovisión nativa y una estética propia. Aparecen los temas recurrentes: el extraño que es repelido o fagocitado por la comunidad, la ruralidad amenazante, lo aborigen y lo tribal, la relectura de la relación entre Gran Bretaña y Australia, el pastiche genérico (la ozploitation, el oznoir, la comedia Ocker), la reaparición de películas sobre bushrangers (forajidos legendarios que son presentados como manifestaciones orgullosas de rebeldía) y sobre todo, el tema axial que atraviesa lo mejor del cine australiano: el fantástico sin fantástico. Es decir, aparece una voluntad fantástica que se impone a las historias que no escapan del realismo pero donde se exacerba la extrañeza, la presencia de algo superior que se impone sesgadamente, lo cotidiano que se vuelve amenazante, un destino prefijado del que no se puede escapar. Señalamos la punta del iceberg, algunas películas notables atravesadas por este haz temático: la anteriormente citada Wake in Fright, Picnic en las rocas colgantes de Peter Weir, Summerfield de Ken Hannam –una maravilla que desconocíamos y que se puede vincular temáticamente a la fabulosa y esotérica El hombre de mimbre de Robin Hardy- o Largo fin de semana de Colin Eggleston. Es la época de los grandes nombres que tendrán proyección internacional: Peter Weir, Bruce Beresford, Fred Schepisi, George Miller, Russell Mulcahy, Phillip Noyce. Quienes sólo conocen sus películas americanas se pierden lo más sustancial de sus obras.
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