Platos universales, exóticos ingredientes y alimentos impensables
La gastronomía en el cine también ha desempeñado un papel fundamental como símbolo de las diferentes culturas y grupos. La comida, en efecto -tanto como la lengua y la religión- constituye una prueba cultural definitiva. Identifica y, por tanto, necesariamente diferencia etnias, pueblos y colectividades. Gracias al cine, hemos conocido ingredientes, platos, productos y rituales de todo el mundo, desde los más universales hasta los más extraños, sino veamos algunos ejemplos.
Siguiendo a Daniel Vázquez Saite, si realizamos un viaje por las diversas cinematografías podemos comprobar cómo el cine norteamericano nos adentra en una cocina fácil y rápida, el cine francés ha integrado la cocina de forma natural, el cine italiano es una comedia pura, el inglés muestra en su mayoría cómo se vive en el país, y en el cine español no se come por placer.
En la elaboración de la cocina oriental existe una dimensión poética y ritual que la convierte en una auténtica señal de identidad. Así es en la filmografía de Yasujiro Ozu, el más clásico de los cineastas japoneses. Baste recordar El sabor del té verde con arroz (Ochazuke no aji, 1952) o El sabor del Sake (Sanma no aji, 1962).
También la filmografía del director japonés Kenji Mizoguchi está repleta de escenas alrededor de la comida, y no precisamente aquellas en las que sus protagonistas son las geishas que acompañan a los señores en sus cenas, sino en aquellas películas donde los personajes son gente corriente: La mujer crucificada (Uwasa no onna, 1954) y La calle de la vergüenza (Akasen chitai,1956).
Una película de particular interés por lo que representa de homenaje a la comida es Tampopo (1985) de Juzo Itami, que introduce al espectador en el mundo de la cocina japonesa, comparándola con los gustos occidentales.
Debemos citar también El olor de la papaya verde (Mùi du du xanh, 1993) de Anh Hung Tran, ambientada en el Vietnam de mitad del siglo XX.
O El banquete imperial (Jin yu man tang, 1995) de Tsui Hark, sobre una competición de cocina, china, por supuesto.
301 302 (1995) de Cheol-su Park, presenta la gastronomía coreana a través de la historia de dos mujeres.
Y la película taiwanesa El sabor de la sandía (Tian bian yi duo yun, 2005) de Tsai Ming-Liang. Berlín: Oso de Plata - Logro individual sobresaliente, FIPRESCI, Premio Alfred Bauer; Sitges: Premio Especial del Jurado, Premio de la Crítica, mejor Actor (Lee Kan-sheng).
También la filmografía del director japonés Kenji Mizoguchi está repleta de escenas alrededor de la comida, y no precisamente aquellas en las que sus protagonistas son las geishas que acompañan a los señores en sus cenas, sino en aquellas películas donde los personajes son gente corriente: La mujer crucificada (Uwasa no onna, 1954) y La calle de la vergüenza (Akasen chitai,1956).
Una película de particular interés por lo que representa de homenaje a la comida es Tampopo (1985) de Juzo Itami, que introduce al espectador en el mundo de la cocina japonesa, comparándola con los gustos occidentales.
Debemos citar también El olor de la papaya verde (Mùi du du xanh, 1993) de Anh Hung Tran, ambientada en el Vietnam de mitad del siglo XX.
O El banquete imperial (Jin yu man tang, 1995) de Tsui Hark, sobre una competición de cocina, china, por supuesto.
301 302 (1995) de Cheol-su Park, presenta la gastronomía coreana a través de la historia de dos mujeres.
Y la película taiwanesa El sabor de la sandía (Tian bian yi duo yun, 2005) de Tsai Ming-Liang. Berlín: Oso de Plata - Logro individual sobresaliente, FIPRESCI, Premio Alfred Bauer; Sitges: Premio Especial del Jurado, Premio de la Crítica, mejor Actor (Lee Kan-sheng).
En la película israelí, Los limoneros (2008) de Eran Riklis, aparece al comienzo, en un primer plano, las manos de una mujer que cortan limones grandes y amarillos. A continuación, con agilidad, Salma (Hiam Abbass) prepara un brebaje, hecho de agua, especias y algo parecido a la guindilla. En escasos minutos, el director nos muestra el oficio del personaje (alguien que vive de la tierra), a la vez que nos entrega datos de su cultura (para los occidentales una exótica receta).
Los spaghetti han marcado una identidad inconfundible en el cine italiano. Las imágenes de Totó, Alberto Sordi, Aldo Fabrizzi, Nino Manfredi,… ligadas a este alimento forman parte de nuestra memoria colectiva. Como inolvidable es también y, ciertamente, todo un icono de identidad italiana, la jovencísima Sofía Loren vendedora de pizzas (el otro gran símbolo de la identidad culinaria de Italia) que vemos en la en la deliciosa El oro de Nápoles (L'oro di Napoli, 1954), de Vittorio de Sica.
Una gran noche (Big Night, 1996) de Campbell Scoot y Stanley Tucci, nos presenta la auténtica y selecta comida italiana.
Por su parte, Federico Fellini nos hizo entrega de una de las más largas y divertidas escenas alrededor de un sencillo almuerzo familiar en Amarcord (1973).
Cabe también citar del mismo autor Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957), en la que su protagonista, precisamente Cabiria (Giulietta Masina) nos atrapa con la candidez y torpeza de sus modales, como ocurre en la secuencia en la que se encuentra con un famoso actor de cine. El mayordomo le trae un lujoso carrito con la cena: "¿La levanto?", pregunta ella mientras destapa los platos y come ávidamente aceitunas y luego pollo. "Un poco de pechuga de pollo hace que se vayan los malos pensamientos", añade. Más adelante, Cabiria coge una langosta y le vuelve a inquirir al actor: ¿Y esto qué es? Me parece haberlo visto en el cine.
Una gran noche (Big Night, 1996) de Campbell Scoot y Stanley Tucci, nos presenta la auténtica y selecta comida italiana.
Por su parte, Federico Fellini nos hizo entrega de una de las más largas y divertidas escenas alrededor de un sencillo almuerzo familiar en Amarcord (1973).
Cabe también citar del mismo autor Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957), en la que su protagonista, precisamente Cabiria (Giulietta Masina) nos atrapa con la candidez y torpeza de sus modales, como ocurre en la secuencia en la que se encuentra con un famoso actor de cine. El mayordomo le trae un lujoso carrito con la cena: "¿La levanto?", pregunta ella mientras destapa los platos y come ávidamente aceitunas y luego pollo. "Un poco de pechuga de pollo hace que se vayan los malos pensamientos", añade. Más adelante, Cabiria coge una langosta y le vuelve a inquirir al actor: ¿Y esto qué es? Me parece haberlo visto en el cine.
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