El cine fantástico o de ciencia ficción nos avanza futuros inciertos, distopías alienantes y/o panoramas dantescos como en la película Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1974) de Richard Fleisher, en la que se nos describe la confrontación entre una vida de escasez y carestía y otra en la que comer un bistec era algo cotidiano, saborearlo y disfrutarlo estaba a la orden del día. De ahí que esa falta de alimento, en el año 2020 produzca desesperación, pues si malo es no conocer los placeres de la alimentación, peor es haberlos conocido y recordarlos para no alcanzarlos.
O en Blade Runner (1982) de Ridley Scott, en la que la comida migró del texmex al chinomex.
Del mismo modo, en el cine denominado infantil/juvenil aparece la gastronomía o alguno de sus elementos. Charlie y la fábrica de chocolate () es una película del año 2005, segunda adaptación de la novela homónima de Roald Dahl, autor británico de literatura infantil, y dirigida por Tim Burton.
La primera se filmó en 1971 y llevó el nombre de Willy Wonka y la fábrica de chocolates (Willy Wonka & the Chocolate Factory), dirigida por Mel Stuart y protagonizada por Gene Wilder como Willy Wonka, recientemente fallecido.
Hook o El capitán Garfio (1991) de Steven Spielberg, también nos despertará el apetito en esa escena magistral del banquete imaginario de los niños perdidos, aunque después derivase en una simpática guerra de comida.
El cine de animación también la ha usado como asunto. Citemos a Asterix y Obelix, personajes de la serie cómica de Uderzo y Gozciny, llevados varias veces al cine, tanto en películas animadas como con personajes reales. ¿Quién no ha soñado con sus sabrosos y brillantes jabalíes, la cerveza fresquita y el hidromiel casero, de sus grandes fiestas al anochecer en la aldea gala? La gastronomía siempre ha estado presente en las aventuras de estos personajes.
Mención especial merecen Ratatouille (2007) de Brad Bird, su genio va con el de la mejor cocina de vanguardia: el arte de unir la novedad con la tradición a cargo del personaje menos deseado en una cocina: una rata gourmet apasionada por el mundo culinario parisino.
Y también Lluvia de albóndigas (Cloudy with a Chance of Meatballs, 2009) de Philip Lord y Chris Miller, el protagonista es Flint, un joven científico que sueña con inventar algo que le mejore la vida a todos sus vecinos. Tras muchos intentos consigue crear algo que realmente funciona: una máquina que hace caer comida del cielo.
En 2010 se estrenó Cómo entrenar a tu dragón (How to Train Your Dragon, 2010), de Dean DeBlois y Chris Sanders, vemos en la película cómo los vikingos beben cerveza como si fuera agua, hidromiel y festines copiosos celebrando sus incursiones en territorios hostiles. Entre otros muchos ejemplos. Por cierto, de la que ya existe una secuela Cómo entrenar a tu dragó 2 (How to Train Your Dragon 2, 2014), dirigida por Dean DeBlois. Y se preve la tercera para 2018.
Como podemos observar, el arte culinario en el cine ha servido para hacernos reír, asesinar, encontrarnos con viejos amigos, hacer otros nuevos, sellar reconciliaciones, evitar suicidios, seducir al ser amado, criticar a la sociedad imperante, predecir calamidades… El listado sería interminable. Podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que aparece vinculado a todo tipo de historias.
(cont.)
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