domingo, 26 de febrero de 2017

Homenaje a Seijun Suzuki (I)

Seijun Suzuki (Seitaro Suzuki), padre del cine de yakuzas, cuya filmografía, considera de serie B , inflyó enormemente en cineastas de la talla de Quentin Tarantino y Jim Jarmusch. Fue el director de la extraordinaria Marcado para matar (Koroshi no rakuin, 1967), le deben mucho. El cineasta japonés nos ha abandonado el 13 de febrero de 2017, a los 93 años de edad, dejando una filmografía profundamente original, en la que han confluido el cine de evasión y el de vanguardia, con una audacia e una invención visual raramente igualadas.
Cuando cineastas como Kaneto Shindo, Shohei Imamura, Nagisa Oshima, Masahiro Shinoda, Hiroshi Teshigahara y Ko Nakahira emprendían su particular rebelión contra el clasicismo en el seno de la Nueva Ola del cine japonés, otros creadores libraban su propia lucha contra la uniformidad en el territorio del cine de consumo amparado por la industria. Entre mediados de los 1950 y la década siguiente, dos nombres destacaron en ese ámbito por su acusada singularidad: Yasuzo Masumura y Seijun Suzuki, dos figuras que quizá podrían emparentarse, en su sostenida capacidad para trascender los moldes del cine de género con grandes atrevimientos estilísticos y conceptuales, con francotiradores del cine norteamericano de serie B. 

Atípico e imprevisible

Suzuki Cambiaba mucho, y rápidamente.  Durante sus doce años en el seno de los estudios Nikkatsu, a la que se incorporó en 1956, realizó alrededor de cuarenta largometraje. Su mejor época, aunque breve, comprendió el lustro 1963-1967, pero de una intensidad creadora increíble. En sintonía con los aires revolucionarios que soplaban entonces en el Japón de la década de 1960, Suzuki no hace caso a los sujetos que quieren controlarlo, dinamita las normas y los códigos, se salta los guiones que le escriben hasta el punto de volver a su películas, en ocasiones, incomprensibles, los abrevias, se atreve a todo y con todo.
En Detective Bureau 2-3: Go to Hell Bastards (Tantei jimusho 23: Kutabare akuto-domo, 1963), con el que satirizó y redefinió el género policial japonés. La parodia no llega más lejos, sobre todo con la presencia de Jô Shishidoalias "el hamster humano", el actor fetiche de Suzuki que había sido víctima de una desgraciada operación de cirugía estética, que en vez de reducirle sus pómulos, le había aumentado las mejillas. 
La juventud de la bestia (Yaju no seishun, 1963), otra película sobre yakuzas con Shishido, que toma prestado aspectos tanto de la serie B americana como de las crónicas contestarias de la nueva ola japonesa protesta (películas Oshima a la cabeza), pero con un trabajo sobre el color y la composición deliberadamente pop. 
Al año siguiente, Suzuki rodará La puerta de la carne (Nikutai no mon, 1964), Aclamado y tórrido drama de alto contenido erótico político. Prestigiado por la crítica por ser Suzuki uno de los directores japoneses que rompió los modelos clásicos al tiempo que varios realizadores hacían lo mismo en Europa, el film, no exento de un notable sadomasoquismo y mucha naturalidad en la filmación del arte del amor, narra la historia, en el Tokyo de la Segunda Guerra Mundial, de una prostitutas japonesas que cobijan a un criminal, por el cual acabarán todas suspirando. 
(cont.)

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