jueves, 11 de mayo de 2017

Biografías de cine: Douglas Fairbanks (III)

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La perfección personificada 
La otra característica destacada de toda película de Fairbanks era su "look". No se ahorraba gasto alguno. Fairbanks solía decir: "estas cosas se tiene que hacer como es debido, o mejor no hacerlas". Contrató a los mejores directores artísticos y decoradores disponibles, y, como consecuencia de todo ello, sus películas se convirtieron en en triunfos de la imaginación y de la dirección artística , recreando maravillosamente la Inglaterra del siglo XII, la Francia del XVII, la España del XIX y la Bagdad de Las mil y una noches.
Douglas Fairbanks como D'Artagnan
La marca del Zorro, dirigida por Frank Niblo, parece relativamente modesta cuando se compara con el lujo y la espectacularidad de los posteriores títulos de Fairbanks, y su argumento es también muy leve, consistiendo en una serie de enfrentamientos en los que el Zorro supera en ingenio a las fuerzas de la opresión. Pero la película se ve redimida por la interpretación de su estrella como el vengador enmascarado, defensor de los oprimidos. Sus acrobacias y saltos le convierten más en un espíritu del aire que en un ser terrestre, y fijan la imagen del Fairbanks para la posteridad. 
Fotograma de La marca del Zorro (1920)
Fue una imagen consolidada en Los tres mosqueteros (The Three Musketeers, 1921), en la que creó el D'Artagnan definitivo de la pantalla, romántico, ardiente, excitable y, a veces, absurdo. Su peculiar forma de andar, de quitarse el sombrero, sus exageradas reverencias y su gesto ponerse las manos en las caderas y de echar la cabeza hacia atrás para reírse, son todas acciones que captan a la perfección el espíritu del joven espadachín gascón. También se llevó una amplia y exhaustiva investigación sobre la época y se construyeron espectaculares y lujosos decorados, complementados por un suntuoso vestuario. Desgraciadamente, y al igual que le ocurrió a la posterior Robín de los bosques, la película se resiente de un ritmo demasiado lento y de una exposición excesivamente prolongada de las intrigas cortesanas, contadas sin demasiada imaginación por el artesano Fred Niblo. No obstante, estos defectos, se ven contrarrestados por las espléndidas secuencias de acción de Fairbanks, en las que éste cabalga, pelea, y escala toda una serie de tejados, puertas y muros. 


Reparto de Los tres mosqueteros. Primera fila: Charles Stevens, Marguerite De La Motte, Douglas Fairbanks, Mary Pickford (huésped), Sidney Franklin. Segunda fila: Boyd Irwin, Nigel De Brulier, Mary MacLaren, Adolphe Menjou, Barbara La Marr, Thomas Holding. Fila posterior: Lon Poff, Eugene Pallette, George Siegmann, Léon Bary, Willis Robards.





Robin de los bosques (Robin Hood, 1922), dirigida por Allan Dwan, constituyó uno de los grandes hitos del cine mudo. La grandiosidad y el esplendor visual de la película dejan todavía atónitos. Sus decorados, incluían un castillo medieval entero, con un salón de banquetes de 126 metros de largo, dejaron pequeños a los construidos D. W. Griffith para Intolerancia (1916). Concebida como una epopeya caballeresca, la película mostraba todo el esplendor de los torneos y las justas medievales, idealizados por el romanticismo del siglo XIX, consiguiendo el mismo tono de inocente sencillez y grandeza mítica. Como casi todos los héroes de Fairbanks, Robin Hod  es una especie de escolar algo crecido, tímido e inseguro con las mujeres, pero vigoroso e intrépido cuando se trata de tomar un castillo o de luchar contra sus enemigos  en las circunstancias más adversas. 
Enid Bennett y Douglas Fairbanks en Robin de los bosques
El Peter Pan del cine

Con El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad, 1924), de Raoul Walsh, las películas Fairbanks alcanzaron nuevas alturas de magnificencia visual. Se trata de una historia inspirada en Las mil y una noches, la adaptación la realizó el propio Fairbanks-, concretamente en la búsqueda por el príncipe Ahmed del objeto más raro del mundo. Los decorados de William Cameron Menzies fueron un triunfo del orientalismo esterilizado -construyó la ciudad de Bagdad que vemos en la película en una parcela de unas tres hectáreas (la mayor de la historia de Hollywood)-, y entre los sorprendentes efectos especiales destacaban un caballo alado, una alfombra voladora, un ejército mágico, un dragón y un viaje al fondo del mar. Fairbanks tan ágil y apuesto como siempre, y luciendo únicamente unos anchos pantalones y su proverbial bigote, salía airoso de todas las situaciones luchando, saltando y realizando las más increíbles acrobacias. Todos los críticos calificaron también de magistral la versión posterior de Korda de 1940 -por sus singularidades y exquisito colorido-, pero muchos coincidieron en que la película de Walsh es la que tiene la "energía" del relato. En 1996 fue elegida por el National Film Registry del Congreso de los Estados Unidos como un bien de valor cultural, estético o histórico. Algunos de los trucos empleados en la película fueron copiados de la película alemana Las tres luces (Der müde Tod, 1921) dirigida por Fritz Lang. 
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