Una mujer, su amante y su nuera... Enmarcado en los colores de los años cincuenta del siglo pasado. el director ha realizado una película negra y cruel, un drama humano y teatral.
Hay algunos que no quieren oír hablar de Woody Allen, por razones extracinematográficas. Hay otros que prefieren separar estrictamente al hombre de su obra, y sólo tener en cuenta a ésta. Incluso para éstos, Wonder Wheel (La noria de Coney Island) (2017), les dará, esta vez, un argumento en contra. Pues, nunca, el cineasta se ha acercado tanto en la ficción al acontecimiento privado que ha marcado profundamente su recorrido vital y profesional: su ruptura, en 1992, con Mia Farrow (heroína de trece de sus películas), y la consecuente relación con la hija adoptiva de la actriz.
El rodaje de este episodio tan dramático, es una analogía necesaria de su vida, como si Woody Allen tuviera la necesidad de darnos su punto de vista sobre este suceso. Es decir, un hombre, Mickey (Justin Timberlake), su amante, Ginny (Kate Winslet) y su nuera, Carolina (Juno Temple). Estamos en la década de 1950, en Coney Island, South Brooklyn Beach. Más precisamente en el corazón del parque de atracciones de la playa. La reconstrucción nostálgica de un paraíso perdido (Coney Island, años 1950, con sus norias, tiovivos y montañas rusas como correlato de las tempestades emocionales vividas) y un tono de comedia suave en los monólogos al espectador con que Timberlake comenta la historia.
Estrenada en España, el 22 de diciembre de 2017 (ver la entrada Películas de la semana: 22 de diciembre, en este mismo blog).
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