viernes, 9 de marzo de 2018

El cine de Samuel Fuller (II)

(cont.)
El estilo de Fuller era dinámico, vigoroso, arrogante a veces, pero también moralmente confuso y sucio, ambiguo y reticente a dar respuestas claras. Con ese enfoque tan móvil como su cámara hablaba de racismo, violencia y política. Sus películas bélicas de los años cincuenta incluyen las citadas Casco de acero (The Steel Helmet) A bayoneta calada (Fixed Bayonets), ambas de 1951, y en 1980, dentro de ese género, la que algunos consideran su obra maestra: Uno Rojo: División de choque (The Big Red One), un relato autobiográfico de la Segunda Guerra Mundial protagonizado por Lee Marvin y Mark Hamill.
Fuller también había demostrado saber moverse dentro del sistema de los grandes estudios, como demostró en los cincuenta con títulos memorables como Manos peligrosas (Pickup on south street, 1953), cine negro clásico, con Richard Widinark, Jean Peters y Thelma Ritter, pero al final de esa década decidió establecer su propia productora.
La actitud siempre radical e individualista de Fuller le valió no pocas críticas y dificultades con la industria de Hollywood, que terminó por cerrarle puertas. "Cuando se estrenó Casco de acero, en 1951, me acusaron de comunista, pero en la película siguiente me convirtieron en reaccionario recalcitrante", explicó en una de sus visitas a España. "En Atlanta rompieron la pantalla y derribaron la taquilla hiriendo a la taquillera. Con La casa de bambú (House of Bamboo, 1955), también hubo tumultos, butacas reventadas y peleas entre espectadores. Les parecía escandaloso que una mujer, cuando ha de elegir entre dos hombres, prefiera a un japonés a un americano. Los de Columbia intentaron censurar la película, imponiéndome que el americano fuera un malvado, de manera que la elección de ella quedara justificada. Me negué. Yo nunca he hecho política. La única causa por la que lucho es la de la erradicación del racismo".

Autoexilio

Autoexiliado en Francia debido al desproporcionado escándalo de Perro blanco (White Dog) en 1982 -otro desgarrado alegato contra el racismo-, Fuller se dedicó a colaborar como actor en los proyectos europeos que le apetecía, mientras que en Estados Unidos directores como Martin Scorsese y posteriormente Quentin Tarantino, reclamaban su lugar en la historia del cine americano. 
Este mismo año, Fuller apareció en la película El final de la violencia (The End of violence, 1997), de Wim Wenders, a cuyas órdenes ya se había puesto en El hombre de Chinatown (Hammett, 1982) en 1983 y en 1977 haciendo de gángster en El amigo americano (Der amerikanische Freund). En 1996, Fuller fue objeto de un documental biográfico hecho en Gran Bretaña, cuyo título, La máquina de escribir, el rifle y la cámara de cine, responde a las tres grandes etapas y las tres grandes pasiones de su vida.
(cont.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario