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El amor por el trabajo "a la antigua"
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Isao Takahata (derecha) y Hayao Miyazaki |
Ellos son conocidos, y reconocidos, desde el final de la década de 1950, en otro estudio de leyenda, Toei, versión japonesa de Disney. Compartieron, entre otras, la misma pasión fundadora por la obra maestra de Paul Grimault, Le Roi et l’oiseau. Tuvieron el mismo amor por el trabajo "tradicional, tinta, lápices, acuarela y papel, lejos de las proezas artificiales de la animación digital contemporánea. Esta fértil colaboración se desarrolló y enriqueció durante más de medio siglo, tomando un giro espectacular a partir de 1985, con la fundación del mítico estudio de animación Ghibli: series, películas para televisión, y un conjunto de largometrajes, que, además de incluir las obras maestras de los dos creadores, cuenta con "joyas" Arrietty y el mundo de los diminutos (Karigurashi no Arietti, 2010), de Hiromasa Yonebayashi (Adaptación del cuento infantil The Borrowers, escrito por Mary Norton y ambientado en el Tokio contemporáneo); o La tortuga roja (La Tortue rouge, 2016), una coproducción con estudios franceses y realizada por un no japonés el holandés Mikael Dudok de Witt.
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La tortuga roja (La Tortue rouge, 2016) |
El mismo perteneciente a una familia numerosa compuesta por siete hermanos, Isao Takahata es también, a su manera, el "padre" de todas estas maravillas. Pero su último vástago (quinto largometraje), exclusivamente suyo, es sin duda uno de los más hermosos: El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no Monogatari, 2013), es un último y deslumbrante estallido, sueño de tinta y pintura, basado en el cuento popular japonés El cuento del cortador de bambú, conocido también como El cuento de la princesa Kaguya. Más que una película testamento, es una presencia viviente del genio.
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El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no Monogatari, 2013) |
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