Mad Max: Salvajes de autopista (Mad Max, 1979), otro romance doloroso y trascendente. Porque el cariño de Max por su esposa es mucho más que un romance típico de salvación. La muerte de la esposa de Max bajo las llantas desquiciadas de un motociclista, marca el fin de una historia; de la Historia como la entendíamos antes del apocalipsis y de la interminable arena australiana. Es lo que justifica la enorme Mad Max 2: El guerrero de la carretera (Mad Max 2: The Road Warrior, 1981), en la sequedad del desierto y la búsqueda por algo a lo que asirse. Porque la insistencia interminable por encontrar petróleo, por hallar el combustible que hace avanzar a la máquina, se opaca siempre, en la construcción de personaje, por el vacío de estar sólo, de ser un último guerrero, de las esperanzas caídas en la compañía, el amor y la salvación compartida.
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