La película de culto del sulfuroso director estadounidense. La oportunidad de sumergirse en esta extraña característica, llevada por un prodigioso Harvey Keitel.
¡Teniente corrupto! ¡Poli sucio! Podrido hasta el hueso. En el apartamento de un yonqui, se tambalea, desnudo, con los ojos vagos, sumido en un viaje del que parece que nunca quiere volver. Y luego, un día, una monja es violada, en el medio de la iglesia, por dos matones que ella conoce, pero se niega a reconocer... ¿Por qué? Al denunciarlos, ella se vengaría y el podría cobrar la recompensa que le permitiría pagar sus deudas. Y comprarse la marihuana... Abel Ferrara se formó a principios de 1990, con sus numerosos thrillers de diversión [Ciudad del crimen (Fear City, 1984), El rey de Nueva York (King of New York, 1990)], vagamente torturado por la ansiedad ante el misterio de la la existencia. Teniente corrupto parecía el resumen de sus amores y sus fantasías. Interpretado por un prodigioso Harvey Keitel, terco e ingenuo, masivo y frágil.
Desde entonces, la película ha tenido un remake, no genial, Teniente corrupto (The Bad Lieutenant: Port of Call - New Orleans, 2009), de Werner Herzog. Abel Ferrara, terminó dirigiendo un drama místico, Mary, en 2005, con Juliette Binoche. E incluso una evocación al caso Dominique Strauss-Kahn, con Gérard Depardieu y Jacqueline Bisset (Welcome to New York, 2014). Pero Teniente corrupto sigue siendo hoy tan extraño como ayer. Casi como Scorsese en su obsesión por la culpa y la redención. Con una cámara adivina, fisgona, rápida, febril hasta el último plano: un automóvil en las calles de Nueva York, detenido de repente. Allí, en un instante, se juega el destino del "mal teniente". Y él está perdido...
No hay comentarios:
Publicar un comentario