Mein Bruder heißt Robert und ist ein Idiot (My Brother’s Name is Robert and He Is An Idiot, 2018), de Philip Gröning. ¿De qué va?. Robert y Elena son hermanos mellizos. Es el final del verano. En medio de un campo de trigo, muy cerca de una gasolinera, se dedican a jugar, a pegarse, a vivir en su burbuja adolescente. Robert ayuda a Elena a preparar su examen final de filosofía para graduarse. Hacen una apuesta: si ella se acuesta con un hombre antes de 48 horas, él podrá pedirle que le dé algo, lo que quiera a excepción de un objeto.
¿Y qué tal?. El director de El gran silencio (Die große Stille, 2005) invita a Heidegger a sentarse entre las piernas de su pareja protagonista. Así las cosas, la película pretende ser una reflexión sobre el ser y el tiempo, sobre la imposibilidad del pasado y del futuro, sobre ese presente que, sin duración, robaría la existencia del mundo. Suena densa, y en efecto lo es. No obstante, el problema de la película es que se derrama hasta casi las tres horas de metraje, no es su sustrato filosófico, sino el desinterés que provocan sus personajes, la arbitrariedad de sus ritos iniciáticos, la antipatía que despierta el conjunto. Estamos, por supuesto, ante una película que habla del paso a la edad adulta, aunque tenemos la sensación de que su insoportable pedantería tenía el único objetivo de justificar, por decir algo, un incesto.
Aún sin estrenar en España. Nominada al Oso de Oro en el pasado Festival Internacional de Cine de Berlín como mejor película.
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