Se destruyen unos a otros pero, en el fondo, se quieren. A pesar de un elenco tentador, la película de Cécilia Rouaud sigue siendo insípida sobre un tema trillado: los peligros de las relaciones familiares.
En el cine, las historias familiares dan, a veces, buenas películas: Hannah y sus hermanas (Hannah and Her Sisters, 1986), de Woody Allen; Un cuento de Navidad (Un conte de Nöel, 2008), de Arnaud Desplechin; La sensiblera que ya amenazaba en Je me suis fait tout petit (2012), el primer largometraje de Cécilia Rouaud, se ve significativamente agravada en Photo de famille (2018), bonita película, amable, aséptica, visiblemente hecha para seducir y conmover a un público que le pide al cine un entumecimiento pasajero... Hay una abuela senil, que todo el clan trata como un objeto, pero, pueden estar seguro, todos lo aman a esa anciana sonriente, incluso su gruñón hijo (Jean-Pierre Bacri). Las dos hermanas Gabrielle y Elsa (Vanessa Paradis y Camille Cottin, respectivamente) se oponen y discuten, pero, estén seguros, también se aman. El personaje más interesante es el hermano menor (Pierre Deladonchamps): depresivo, ahoga su melancolía en el alcohol y el psicoanálisis, porque sus padres tuvieron la feliz idea de llamarlo Mao, está en el límite, vagamente suicida. Pero él también ama a todos: papá, mamá y las dos hermanas...
Todo eso es tan inteligente que la depresión de Mao se vuelve contagiosa. Soñamos con la llegada inoportuna del héroe de Celebración (Festen, 1998) que revelaría, de repente, algunos algunos trapos sucios cuidadosamente escondido. O la aparición de Andre Gide, que gritaría a estas personas incoloras, inodoras e insípidas "¡Familia, te odio! "... Entonces, los temas familiares de las comedias francesas, actuales, tienen la opción de elegir entre la nulidad (Neuilly, sa mére, sa mére, 2018), la vulgaridad (Ma reum, 2018) ola insulsa (Photo de Famille).
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