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¿Era fatalismo, instinto de autodestrucción o una decisión consciente de no dar explicaciones? En cualquier caso, esa actitud ejemplifica la pasión con la que Sternberg vivía sus películas.
En su cine, los personajes no se detienen jamás a explicarse justificarse a sí mismos. Fue uno de de los maestros del sonido en su primera década , y no sólo por la atmósfera que lograba evocar con los efectos sonoros, sino también por sus personajes no hablaban demasiado.
Ningún otro director era capaz de aportar a las escenas de diálogos esa misma sensación compleja de que las cosas que no se decían eran más importantes que las que se decían, y ningún otro dominaba mejor las pausas, los silencios y los momentos de reflexión. No hay mejor ejemplo que Marruecos (Morocco, 1930), y ese momento introspectivo en el que la animadora y cantante Amy Jolly (Marlene Dietrich), que va vestida con frac de hombre, se inclina para besar brevemente a una mujer del público que se ríe estúpidamente.
Venus de Marlene
Resulta imposible pensar en Sternberg sin imaginarse a Marlene Dietrich y las siete películas que rodaron juntos: El ángel azul (Der Blaue Angel, 1930), la citada Marruecos, Fatalidad (Dishonored, 1931), El expreso de Shanghai (The Shanghai Express), La venus rubia (The Blonde Venus), ambas de 1932, Capricho imperial (The Scarlet Empress, 1934) y The Devil is a Woman ((1935).
La Dietrich fue su visión y su creación, y la actriz parecía confiar en que él estaba siempre ahí, en la oscuridad, para guiarla en su carrera. El rostro de Dietrich en las películas de Sternberg es tan vital para la historia del cine como el de Chaplin o el de la Garbo. La actriz aportó a la pantalla una aureola de de misterio y romanticismo que no había existido antes de ella. Pero, sin él, la Dietrich puede parecer una parodia de sí misma y una actriz bastante torpe.
Marlene Dietrich en El expreso de Shanghai |
Sternberg rodó películas extraordinarias sin ella, desde La ley del hampa (Underworld, 1927) y Los muelles de Nueva York (The Docks of New York, 1928) hasta Amor a reacción (Jet Pilot, 1951) y The Saga of Anatahan (1953), aunque muchas de ellas se resienten del desdén con el que contemplaba, la Dietrich, a la mayoría de la gente. Hay momentos en que ve la carne sólo como una superficie reflectante que le permite realizar bellas composiciones, convirtiéndola en algo tan artificial como la luz o los decorados.
Fotograma de La ley del hampa (1927) |
Sternberg amaba a la Dietrich, lo que no quiere decir que mantuvieran relaciones amorosas. Parece ser que, más bien, el orgulloso y perverso Sternberg necesitaba sentir amor para poder contener la necesidad de expresarlo. Sus películas son estudios sobre la frustración erótica; en sólo una de ellas El expreso de Shanghai, se encuentra un final feliz convencional, en el que los amantes terminan reunidos. Como norma, intervienen la muerte o la separación, y los amantes se ven limitados a contemplarse el uno al otro, igual que un director contempla a su actriz, como el primer espectador del futuro público.
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