Ellos juran, maldicen, dicen palabrotas. Los niños tienen, en estas películas, un lenguaje florido. ¡Una buena manera de ampliar su vocabulario en familia! Periódicamente, seleccionamos tres películas para niños y adolescentes de 8 a 12 años, elegidas de la historia del cine. Sí, nuestros niños dicen palabrotas, y a menudo muy fuertes. Es inútil negarlo. Los pequeños ángeles en casa, se convierten en el patio de recreo en demonios. Para presumir, coquetear, jugar con mayores, pero también para defenderse o herir. Fuera de nuestra vista, sus lenguas se aflojan, su vocabulario florece y se construye su personalidad. Compartir estas películas con ellos, es un poco penetrar en este jardín secreto que nos está prohibido.
Zazie en el metro (Zazie dans le métro, 1960), de Louis Malle
El resumen: Para poder estar con su amante, la madre de Zazie la manda a París, a casa de unos familiares. Pero la niña, que tiene doce años y con una lengua muy suelta, se escapa para recorrer París y conocer lugares y gentes nuevas.
Ideas para apreciarla: Algunas personas dirán que este trabajo cuasi experimental de Louis Malle es demasiado inconexo y caprichoso para seducir a las generaciones más jóvenes. Prepárese para "Pero no entendemos nada" y otros "¿Qué es esto? "… ¡Agárrese fuerte ! Esta "cosa" les permitirá burlarse de los personajes históricos sagrados en los libros de texto (y aprender de paso las obsoletas para impresionar a los amigos): "¿Napoleón?, mi culo ¡No me interesa nada este jilipollas! "
Lo que aprenderán: Ver Zazie entre dos éxitos de taquilla, es descubrir una obra del cine no sea siempre un producto formateado, o una sucesión de viñetas ordenadas, para complacer al mayor número. A su manera, la película es tan original, tan irrespetuosa como su heroína - y su creador Raymond Queneau-. Una alegre composición de situaciones insensatas, entre la locura del circo (nos encontramos con Annie Fratellini) y la poesía de Jacques Tati.
Un momento a destacar: Zazie está en una mesa con su tío Gabriel. Ella le dice que quiere convertirse en institutriz. ¿Por qué esa vocación? "¡Para enfadar a los niños!", afirma ella con una gran sonrisa sucia. O, seré un astronauta ... ¡Para ir a mear a los marcianos!".La guerra de los botones (La Guerre des boutons, 1962), d’Yves Robert
El resumen: A mi derecha, Velrans. A mi izquierda, Longeverne. Presentamos la pelea ancestral que enfrenta desde siempre a un pueblo contra otro. Sobre todo, a los escolares, quienes, combaten ferozmente en los campos de margaritas (cortando a lo vivo los famosos los botones del pantalón, una violación manifiesta de la Convención de Ginebra), aumentado así la escalada de la contienda...
Ideas para apreciarla: Si, esta cómica disputa está en blanco y negro. Si, los beligerantes ahora tienen la edad de tu papá. Y ¿entonces? Frente a la pícara de cámara de Yves Robert, estos chicos de ayer -los inolvidables Lebrac o Petit Gibus (al que debemos la célebre frase: "Si lo hubiera sabido, habría venido"), son más inquietos, vivaces y auténticos que muchos jóvenes héroes actuales.
Lo que aprenderán: Además de muchas imprecaciones tan anticuadas como rústicas ("¡Los de Velrans son unos debiluchos!"), no necesariamente indispensable para la buena educación del pequeño cinéfilo ("¡pero, si aleccionadoras!"), La guerra de los botones insufla una libertad intacta, la imagen de una infancia errante y absentista de otra época. La prueba que el blanco y negro puede ofrecer una experiencia... muy coloreada.
Un momento a destacar: La mejor manera de impedir que nos corten los botones, es no llevarlos, ni las ropas que los tienen. Los escolares se dirigen al combate, con el alma intrépida y las nalgas al aire. Efecto sorpresa garantizado en el enemigo, y de carcajadas para todos los demás.
Génial, mes parents divorcent! (1991), de Patrick Braoudé
El resumen: En la pequeña escuela primaria de una tranquila ciudad, los Yvelines protagonizan una guerra, pero no de botones, sino de ovejas. Las ovejas negras, los hijos de los divorciados, señalados con el dedo por las otras ovejas, los que siguen mansamente a su heroico opresor cuyos padres continúan juntos... por el momento. El enfrentamiento se resume en dos réplicas emblemáticas: "A partir de ahora, los divorciados con los divorciados. -¡Y los idiotas con los idiotas! ¡Los nombres de los pájaros y los cubos de agua volarán en los baños!
Ideas para apreciarla: Cierto, nos encontramos en 1991, no hay smartphones, de Playstation 4, de Fortnite, la ropa está anticuada y no se baila el hip hop o el reguetón. Pero la película de Patrick Braoudé da la palabra a los niños como raramente se ha hecho. Una palabra libre, ingenua y pertinente, de las que nacen propósitos tan tiernos como con vulgares. Es la lengua del "colegio", opùesta a la del "hogar". ¡Todos los niños encontrarán en ella y apreciarán el hecho de mque los adultos hayan sido totalmente olvidados! Y después, hay un lento final y una "sopa de lenguas", Y esto, es intemporal...
Lo que aprenderán: El asunto del divorcio, también, es intemporal. En su momento, la película había suscitado un arduo debate social y parecía (ligeramente) transgresora, tanto para los hijos como para los padres. Hoy, el divorcio no es un tema tabú pero los sufrimientos que acarrean están siempre presentes. La película puede ayudar a algunos niños a dar un paso atrás sobre los comportamientos inadecuados de los compañeros de clase frente a la diferencia, sea cual sea. Con un tono cercano al que usan ellos.
Un momento a destacar: La secuencia, a mitad de película, cuando la guerra entre los clanes se está librando. las escenas de ataques y contraataques se encadenan a un buen ritmo y someten a los cigomáticos a una dura prueba. En el menú, palos, insultos, golpes en clase cuando cuando la profesora nos da la espalda, balonazos en pleno pecho, la cabeza metida en el plato de puré en el comedor escolar, y ¡camemberts aplastados en los cuadernos!
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