Con esta bella comedia aunque pesada y nunca divertida, Fred Cavayé confirma un estilo que se gusta poco. Muy mal, mientras que el reparto de la película (Roschdy Zem, Grégory Gadebois, Bérénice Bejo, etc.) es de los más atractivo.
Durante una cena más que improbable que reúna a unos amigos de la infancia con trabajos muy diferentes (psicoanalista, taxista, profesor de gimnasia, cirujano...), alguien tiene la mala idea de proponer un juego también. muy improbable: todos ponen su móvil personal en el centro de la mesa y deben responder desde allí, frente a todos los demás, las llamadas y los mensajes de texto recibidos. Parecida muy parecida a la española Perfectos desconocidos (2017), de Alex de la Iglesia, a su vez remake de la italiana Perfetti sconosciuti (2016), de Paolo Genovese.
No es necesario haber cursado estudios universitarios para saber que esta variante del juego de la verdad es también hoy imposible de practicar, visto el grado de intimidad de nuestro teléfono móvil, casi extensión de nosotros mismos. Pero sigamos adelante. Sucede lo que tenía que suceder, a saber muchas revelaciones comprometedoras sobre relaciones extraconyugales, pequeños o grandes secretos relacionados con las redes sociales, golpes bajos familiares, etc.
Más predecible, imposible. Más trillado, ídem. Entre los invitados se encuentra un homosexual que no ha salido del armario. En su defensa, dado el alto nivel de "buenismo" o rectitud reinante, se comprende que no quería desahogarse. Por otro lado, se comprende aún menos lo que conecta a estos llamados amigos, burlándose y disgustados con las tres cuartas partes de los platos demasiado refinados de su anfitrión.
Fred Cavayé (Mea Culpa, Radin!), no está muy ducho en esta ocasión. Incluso los actores que suelen gustar (Gregory Gadebois, Roschdy Zem) son difíciles de ver, ya que se prestan a una caricatura muy burda, nunca realmente divertida. Lo peor es que este juego, convertido en pesadilla, cambia un momento de registro, dejando la comedia para una solución ultrapatética, con lágrimas, gritos, sacar toda la ropa sucia... "Tanto en el amor como en la amistad, es mejor no saberlo todo", dice Stéphane De Groodt, el menos estúpido de todos. En efecto. Pero entonces, ¿por qué hemos servido un pastel así?
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