Un veterano vaquero descubre el amor y la familia: El más valiente entre mil (Will Penny, 1967) de Tom Gries, es un western raro, destacable por su delicadeza, su autenticidad y la interpretación de Charlton Heston.
Estrenada hace cincuenta años, El más valiente entre mil, de Tom Gries (1922-1977), es su única gran película, -¡pero ¡qué gran película!-, de un cineasta que ha trabajado mucho para la televisión (a menudo, con acierto), y un poco decepcionante en la gran pantalla.
Inmediatamente encontramos ese sabor de autenticidad: un grupo de vaqueros se separa, ciertas afinidades han creado clanes, sus destinos están atados. Pero, ¿cuál fue la vida de los vaqueros en el siglo pasado? ¿Y cuánto tiempo duraba esa vida, conduciendo rebaños en el verano, esperar en algún lugar a que pasara el invierno? ¿Cuántos años podíamos durar en el lejano Oeste?
Inmediatamente encontramos ese sabor de autenticidad: un grupo de vaqueros se separa, ciertas afinidades han creado clanes, sus destinos están atados. Pero, ¿cuál fue la vida de los vaqueros en el siglo pasado? ¿Y cuánto tiempo duraba esa vida, conduciendo rebaños en el verano, esperar en algún lugar a que pasara el invierno? ¿Cuántos años podíamos durar en el lejano Oeste?
Las preguntas que nunca se hacen
"Solo tengo 27 años", dijo Dutchy, quien se disparó en el estómago, maejando con torpeza su colt, no todos fueron buenos tiradores. "Voy a cumplir 50 años", dice Will Penny, a quien los compañeros de trabajo han llamado su antepasado en el camino. La película dice que a los 50 años, en el Oeste, perdimos la oportunidad de encontrar una alma gemela. Demasiado pronto, demasiado tarde... Las preguntas que nunca se hacen (o raramente), en un western, aquí sí.
El más valiente entre mil narra la historia de un vaquero solitario, analfabeto y avergonzado, que, una vez que termina su trabajo de verano, se encuentra contratado para cuidar de un rebaño en un lugar nevado. Un día, al regresar a su cabaña en las montañas, descubre que ha sido ocupada por una mujer, encarnada por la excelente Joan Hackett (1934-1983), que se dirigía a Oregón con su hijo (el propio hijo del director) para reunirse con su marido, pero que ha sido abandonada por su guía. Incapaz de echarlos en medio del crudo invierno, accede a compartir la cabaña con ellos. Mientras son atacados por un predicador sanguinario y sus hijos.
Familia improvisada
Si Will Penny ha elegido la soledad, no será por mucho tiempo: dejado por muerto por el predicador (Donald Pleasence, génial, acompañado de Bruce Dern como su sádico hijo), es recogido por los ocupantes de la cabaña -madre e hijo-, a los que debería haber expulsado. La constitución de esta familia improvisada, la domesticación de este solitario hombre por esta mujer muy diferente a las del saloon que ha podido frecuentar, el sentimiento paternal que nace en su corazón palpitante, extremadamente conmovedor. El argumento no es nuevo -véase La noche de los gigantes (The Stalking Moon). de Robert Mulligan, del mismo año-, pero aquí está ambientado (suntuosas, fotografiadas por Lucien Ballard) con una gran delicadeza.
Y luego está Charlton Heston. Gran malentendido sobre este actor de la boca hermosa y el hermoso carisma. Sí, Michael Moore lo filmó en Bowling for Columbine como un viejo reaccionario (y confundido), partidario de la NRA (National Rifle Association), que ha presidido durante mucho tiempo. Pero si alguna vez este último período de su vida le impidió disfrutar de su actuación como actor, sepa que en 1967, año del rodaje de la película, seguía siendo un demócrata convencido, un partidario de los derechos civiles, que acaba de firmar, lo que es una ironía, un manifiesto para el control de armas en los Estados Unidos. Más tarde, en la franja más a la derecha de los demócratas de entonces, apoyará a Richard Nixon. Jamás de los jamases, Will Penny hubiera hecho eso...
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