Cinco cuentos animados por el maestro del bricolaje poético. Un maravilloso descubrimiento.
Cuando un mago del cine hacía sus primeras prueba. Antes de convertirse en el ídolo de Tim Burton o Guillermo del Toro gracias a las criaturas animadas de El gran gorila (Mighty Joe Young, 1949), junto a Willis O'Brien, película que obtuvo un Oscar a los mejores efectos visuales, Simbad y la princesa (The 7th Voyage of Sinbad, 1958), su primera película en color, o Jasón y los argonautas (Jason and the Argonauts, 1963), el estadounidense Ray Harryhausen (1920-2013) hizo sus pinitos en cortometrajes para niños. Sus encantadoras (aunque edulcoradas) adaptaciones de Caperucita roja (Little Red Riding Hood) o Ruiponce (The Story of 'Rapunzel', 1951) son la infancia del arte de un maestro del stop motion: la animación en volumen, a veces también llamada animación frama por frama o animación fotograma a fotograma. A finales de la década de 1940, los títeres articulados de Harryhausen eran increíblemente expresivos. Y su poética bricolaje poético, muy creativo.
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Andrew Faulds en Jason y los argonautas (1963) |
En Hansel y Gretel (1951), el truco que imaginó para dar la impresión de un fuego real tuvo tanto éxito que lo reutilizará treinta años después en una de sus secuencias más famosas: la enfrentamiento entre Perseo y la górgona Medusa en Furia de titanes (Clash of the Titans, 1981).
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Hansel y Gretel (1952) |
Entre los cinco cuentos que hemos rescatados, hay dos joyas que se distinguen especialmente. En The Story of King Midas (1953), el monarca de la mitología griega se parece al rey Jorge V de Inglaterra y se comporta como el tío Gilito. Un buen genio comparable a Nosferatu (sólo le faltan los colmillos) le hará comprender la locura de su avaricia. El primer plano, en el que la cámara se aproxima lentamente al trono, es un prodigio técnico, tanto como la transformación milagrosa de las cosas en oro.
The Story of the Tortoise & the Hare (1952) ha estado sin terminar durante 50 años (se estrenaba en 2002), hasta que dos admiradores de Harryhausen deciden con la bendición del maestro, acabar la película "a la antigua", con las marionetas, el vestuario y los decorados originales. Una deliciosa "bofetada" a la revolución digital y a sus efectos de alta tecnología pero muy a menudo sin alma...
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