A pesar de una infancia traumatizada por la violación, Andréa Bescond retrata una historia que avisa sobre la resiliencia y la alegría de vivir, a pesar de todo.
No se trata de una cuestión vanal, sino de un tema grave: los abusos sexuales a la infancia, salvo que los directores la tratasen con una ligereza singular, opción que no eligen, quienes en esta película tratan de presentar cuál es el mejor factor de resiliencia. Andréa Bescond puede reclamar el derecho a este punto de partida, porque esta historia es la suya. Después de su libro y su espectáculo, Les chatouilles ou la danse de la colère, esta película es una prolongación, presentada con una intención más universalizante.
Érase una vez la pequeña Odette (André Bescond), convertida en una joven treinteañera, que aterriza en la consulta de psiquiatra. Pro primera vez, delante de esta profesional, rompe la ley del silencio y de la vergüenza: sufrió abusos, fue violada repetidamente, durante su infancia, por... el mejor amigo de sus padres, un tipo muy simpático que venía a desayunar el domingo. ¿Cómo gritar que este hombre admirado por su padre y su madre (porque le ha ido bien en la vida) es un enfermo, una porquería, que se encierra contigo en el baño y te hace sentir culpable cuando intentas murmurar "no"? La rubia de tez clara guarda silencio...
La pareja de directores se toma todas las libertades, juego con los fantasmas del pasado y no se pone a un lado, para conseguir distanciarse del sujeto. Los lugares y los tiempos encajan, los recuerdos atraviesan las puertas de la habitación del psiquiatra o la habitación de Odette, como a través de las tabique móviles de la casa de una muñeca. La infancia toma la palabra, incluso si la directora, bailarina y actriz se ha convertido en adulto, en la energía y la ira encarnadas.
A su alrededor, grandes intérpretes: Pierre Deladonchamps, escalofriante en el papel del pedófilo, Clovis Cornillac, una simplicidad abrumadora como un padre que no ha visto al mal, y Karin Viard, la madre, una mujer rígida, frágil, desagradable, pero cuya actriz es un personaje ambiguo, sin duda cargada de un pasado que no ha superado: la vida es dura, por lo que también ella lo es. Una mujer de esa generación que nunca tuvo tiempo de pedir compensación. Y es el gran éxito de estas chatouilles, mostrar lo bueno y hermoso que es superarse a sí mismo.
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