La película adaptada de la exitosa obra teatral, que narra la creación de "Cyrano de Bergerac" por Edmond Rostand, es un verdadero gozo, estrenada en Francia el 9 de enero de 2019.
El 28 de diciembre de 1897 tuvo lugar el estreno, muy ovacionado, de la obra Cyrano de Bergerac, escrito en un tiempo récord por un casi desconocido, un cierto Edmond Rostand, de 29 años…
La historia, un tanto inventada, de la redacción y la creación de este monumento del repertorio teatral francés ya le había valido a Alexis Michalik un triunfo en los escenarios y cinco Molières en 2017. Aquí es él quien lo adapta a la pantalla. logrando evitar todos los escollos del teatro filmado y utilizando maravillosamente el espacio, esta vez sin límite, del cine. Virtuosa, su autoadaptación hace aún más homenaje a la fiebre creativa con un joven autor que "todavía no había escrito una línea" de su obra y no cree en él, mientras que, ya, una compañía completa, ¡y productores!, confían en su "genio". Este homenaje al punto de partida de la obra y a quienes la consuman se convierte, por lo tanto, en una especie de thriller sobre la creación, pues conocemos el feliz desenlace. Thomas Solivérès (perfecto en el papel del título, vibrando con un punto de ansiedad), corto, en el verdadero sentido de la palabra, después de la inspiración, en su pequeño apartamento donde su esposa, la dulce Rosemonde Gérard, lo apoya, en el escenario, todavía vacío, del Teatro de la Porte Saint-Martin, mientras pasaba por un bistro de 1900, a cualquier hora del día y de la noche. Y la puesta en escena adopta este ritmo, alerta, de persecución, en un París y con trajes de época que respiran la alegría de recrearlo sin bolas de naftalina.
Con su constante humor, Edmond es también un vodevil; Alexis Michalik da su creación Cyrano la ligereza de Feydeau, este autor tan de moda en la época en que Rostand era considerado un extravagante tenaz con los versos alejandrinos. Astutamente, Michalik también se ha asignado en la película el papel del autor de Le Dindon (1896, también Feydeau)...
En la sección "La vida es inspiradora", la escena más bella sigue siendo, tal vez, en este momento, al comienzo de la película, donde, bajo un balcón, este amante de las palabras y las rimas ayuda a su mejor amigo, un joven actor que es, a la vez guapo y seductor, a conquistar a una encantadora modista. Más tarde, mientras se forma la compañía, la cámara gira en torno a esta "familia" constituida con urgencia con su lote de coincidencias, de caprichos del ego, desastres dignos del mejor bulevar y rescates llenos de garbo.
No hay homenaje al teatro sin un buen reparto cinematográfico, y el de Edmond es ecléctico y ambicioso. De lo más jóvenes, Thomas Solivérès, pero también Lucie Boujenah, la joven y picante primera, o Igor Gotesman, sorprendente como Jean Coquelin, a los más serios, como Mathilde Seigner en una gran diva a quien nada le importa salvo los escenario. Y allí está Olivier Gourmet: inigualable en el veterano Benoît-Constant Coquelin, el primer actor que llevó la nariz de Cyrano, disfruta de los efectos de la manga y el módulo, sin fin, su voz de tenor. A través de este personaje, el actor amenazó su carrera, jugando su última carta y obligado a creer en el milagro, encarna un adagio que podría ser el de todos los artistas que se atreven: corazón valiente, nada imposible.
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