Jean-Christophe Klotz quería ser periodista para cambiar el mundo. En Ruanda, se encontró reducido a la impotencia. Veinticinco años después, todavía cuestiona, en el documental "Regreso a Kigali, un caso francés", este genocidio que lo persigue.
La primera vez que filma a estos niños que se han estado escondidos durante semanas en la parroquia del Padre Blanchard, en Kigali, Jean-Christophe Klotz se queda largo rato en sus rostros, docenas de caritas fijadas en la lente de la cámara con un la intensidad que uno duda en definir: ¿disfrutan de una simple distracción, como no darse cuenta del peligro que amenaza, o se aferran desesperadamente a un salvavidas? Estamos a mediados de mayo de 1994, un mes después del ataque mortal al avión que llevaba a los presidentes de Ruanda y Burundi que desencadenó la locura genocida de los extremistas hutu, el grupo de población mayoritario. Los asesinatos están ejecutando a toda velocidad, con veinte o treinta mil asesinatos de tutsi por día, pero como casi todos los extranjeros han sido evacuados, nuestros informes de noticias están interesados en otras cosas. Pero no Klotz entonces, uno de los pocos periodistas occidentales que se quedó en el país.
Lignes de front (2009), relata como en la primavera de 1994, Antoine Rives, un periodista independiente, hizo un informe sobre los retornados de Ruanda. Conoce a Clément, un estudiante ruandés, cuya novia, Alice, ha desaparecido. Antoine lo convence para que vuelva con él a Ruanda y le permita filmar su viaje. Un pacto que se muestra insostenible ante el caos en el que se verán sumidos. Jean-Christophe Klotz relata en esta película su experiencia como reportero-camarógrafo durante el genocidio de los tutsis en Ruanda. Además de las atrocidades que presenció, la película también destaca la indiferencia general en que se produjo el genocidio durante las primeras semanas, así como el papel controvertido del gobierno francés.
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