João Salaviza y Renée Nader Messora cuentan la búsqueda llena de poesía de un nativo brasileño, dividido entre su familia y el destino de chamán, la modernidad y lo sagrado en Chuva É Cantoria Na Aldeia Dos Mortos (2018)
El cambio de escenario es radical, y se impone en sólo unos pocos planos. Un joven camina por un bosque exótico, guiado hasta un lago por una canción extraña, una voz del más allá: la de su difunto padre. Pide que se organice la ceremonia ritual para poner fin al luto para que su alma pueda descansar en paz. La superficie del lago se incendia, las llamas azules se elevan. Y otro mundo se nos abre.
La belleza de esta introducción tiene suficiente para dejar al espectador asombrado. Al igual que la continuación: en el agua fangosa de una piscina excavada en el suelo, las chicas se divierten hablando de los niños. Lo importante para ellas en este momento es que pronto habrá un esmalte de uñas Hot Kiss y tendrán que ir a comprarlo en la ciudad. Pero dónde estamos En un pueblo llamado Pedra Blanca, en la tierra indígena krahô, en el corazón de la sabana brasileña Cerrado. Estas precisiones geográficas, la película no tiene necesidad de dárnosla para definir su territorio: un lugar donde lo sagrado, que viene de la noche de los tiempos, se encuentra con la modernidad secular y una relajada alegría de vivir. ¿Contraste simple, o conflicto? Para el joven Ihjãc, una pelea interna se va a producir.
Escuchando la canción del bosque, entrando en comunicación con su padre muerto, el huérfano se convirtió en el elegido, relación entre dos mundos, chamán. Pero...
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